El estudio de las asociaciones de aves recuperadas en yacimientos arqueológicos proporciona información paleoclimática y ambiental, así como datos sobre los procesos de formación de las asociaciones y los agentes que han actuado sobre ellas. En este trabajo, los expertos presentan los resultados del análisis paleontológico y tafonómico de siete asociaciones de aves recuperadas en dos yacimientos situados en el noreste de la Península Ibérica.
Los estudios paleontológicos y tafonómicos en yacimientos arqueológicos del Pleistoceno han revelado consistentemente la frecuente presencia de restos de aves, con acumulaciones en conjuntos fósiles atribuidas a depredadores humanos y no humanos, así como a causas naturales.
Las asociaciones de aves se utilizan con frecuencia para desarrollar enfoques paleoambientales, ya que la mayoría de los taxones que aparecen en las asociaciones cuaternarias siguen presentes en la actualidad, incluso a nivel de especie. Las aves constituyen un grupo de vertebrados muy diverso y suelen estar asociadas a hábitats específicos, lo que proporciona datos climáticos, así como pequeños vertebrados o restos de polen.
Un ave boreal llamada camachuelo picogrueso
La presencia del ave boreal camachuelo picogrueso en las Muntanyes de Prades indica que el clima en la zona tarraconense era mucho más gélido y seco que en la actualidad, con bosques abiertos y condiciones boreales, según un nuevo estudio publicado en la revista Geobios.
El trabajo, liderado por IPHES-CERCA, aporta pruebas inéditas de cómo llegaron estas especies a la península ibérica hace más de 30 000 años, cuando los ecosistemas vivieron condiciones climáticas mucho más severas. Actualmente, este tipo de ave habita en las zonas árticas del norte de Europa.
“Lo que hemos encontrado en las Muntanyes de Prades es un archivo natural excepcional que nos permite reconstruir con gran precisión cómo eran los ecosistemas durante uno de los períodos más fríos del Pleistoceno”, explica Mario Marqueta, autor principal del estudio. “La presencia de especies boreales en estas latitudes demuestra hasta qué punto los enfriamientos climáticos globales transformaron los hábitats del sur de Europa”, añade.
En concreto, el Evento Heinrich 3, producido hace unos 30.000 años, fue especialmente intenso y transformó los ecosistemas del sur de Europa en paisajes propios de la tundra nórdica.
Estudiar el pasado en las cuevas
La investigación se centró en dos cavidades cercanas a Mont-ral: la Cova del Cudó y la Cova dels Galls Carboners; y analizaron un total de más de 450 restos de aves.
El equipo investigador hizo un análisis de los procesos de fosilización para entender cómo se acumularon los restos y qué depredadores intervinieron. “Con estudios podemos entender mejor no sólo el clima del pasado, sino también el comportamiento de los animales que vivían con ellos y sus relaciones ecológicas”, añade Rosa Huguet, investigadora del IPHES-CERCA y coautora del estudio.
En la Cova del Cudó, la mayoría de los restos eran de pequeños pájaros, especialmente del orden de los paseriformes, con un 41% de huesos que muestran marcas de digestión. Los datos indicaron que especies nocturnas como el búho real, y diurnos como los halcones, utilizaban las cuevas como lugar para alimentarse o descansar.
Por el contrario, en Cova dels Galls Carboners la acumulación de palomas bravía (Columba livia) sugiere que podía haber sido una zona de cría. Las marcas de dientes presentes en muchos huesos indican una existencia de pequeños carnívoros como el zorro o el lince ibérico, que aprovechaban la vulnerabilidad de las crías en los nidos.
Este patrón de depredación sobre crías de aves es poco habitual en yacimientos europeos del Pleistoceno, y abre nuevas vías de estudio sobre las estrategias de caza y alimentación de estos animales en entornos de cueva. Además, muestra cómo estos espacios eran multifuncionales en antiguos ecosistemas, donde se encontraban especies nidificantes, rapaces y carnívoros que competían por los recursos.