Pocas aves resultan tan familiares como la cigüeña blanca y pocas están tan arraigadas en las tradiciones como esta enorme zancuda que un día abandonó sus hábitos montaraces para asociarse al hombre en busca de sustento y protección.
Esta especie hubo de soportar durante el pasado siglo una serie de drásticos cambios en los paisajes y los usos rurales que la llevaron a desaparecer en muchas regiones y de los que, hoy día, se recupera asombrosamente (gracias, en parte, a un cambio de hábitos).
Pero aun así siguen siendo víctimas de la desidia de los humanos, principalmente a la hora de gestionar sus residuos de forma coherente y responsable. Los plásticos, las siliconas y otros detritus, son fuente de envenenamiento y muerte para cientos de cigüeñas blancas cada año y el 60% tiene macroplásticos en su cuerpo.
Las cigüeñas y la basura humana
De un total de 1.500 cigüeñas blancas analizadas, 1.045 ejemplares contenían materiales plásticos en sus tractos digestivos, es decir, dos de cada tres cigüeñas muertas estaban afectadas por la ingestión de estos materiales, aunque no fuera la causa de su muerte.
De estos 1.045 individuos, 342 aves (32,7 %) portaban contaminantes sólidos. Además, en 142 de estos casos (41,5 %) se observaron dos o más categorías de contaminantes sólidos en el mismo animal, destacando las gomas elásticas, detectadas en 200 ventrículos (19,1 %), seguido por la silicona, que se encontró en 66 (6,3 %).
Estos resultados, publicados en Ardeola, la revista científica de SEO/BirdLife, demuestran una vez más el peligro que supone el abandono de residuos en el campo y su exposición en vertederos al aire libre para determinadas especies de aves. El hallazgo ha sido posible, gracias las necropsias realizadas entre 1997 y 2019 a ejemplares procedentes del Centro de Recuperación de Fauna Silvestre de La Alfranca (CRFSA, Gobierno de Aragón/SARGA) por un equipo veterinario.
Además de averiguar el número de ejemplares afectados, el estudio se ha enfocado en conocer el grado de afección, así como de evaluar la posible variación de esa incidencia entre grupos de edad, en diferentes sustratos de alimentación, en la época del año y conociendo la causa de la muerte de cada ejemplar.
Según los autores, la presencia de contaminantes sólidos en el aparato digestivo no difirió ni en cuanto a la edad ni al sexo. Lo que sí queda clara es la asociación de la presencia de estos materiales en el aparato digestivo de las cigüeñas con la búsqueda de alimento en vertederos, y podría también estar relacionada con la ingesta masiva de gomas abandonadas en campos de cultivo.
La fauna en peligro
“El material hallado con más frecuencia (19,1 %) fueron las gomas de embalar, seguidas por las tiras de silicona (6,3 %). Estos dos materiales tienen gran capacidad para formar ovillos que atrapan al resto del contenido entre los lazos y dan origen a grandes masas imposibles de eliminar en forma de egagrópila, la única vía de expulsión posible, ya que al intestino de las cigüeñas solo ingresan materias líquidas o semilíquidas, nunca sólidos, ni siquiera pelo de micromamífero”, explica Chabier González, autor principal del artículo y técnico del CRFSA.
“El 2,8% de los ventrículos (molleja) contenía cuerdas de embutido con grapas de aluminio unidas. Otros materiales como esquirlas de vidrio, papel, tela o cerámica aparecen siempre en cantidades muy pequeñas, normalmente unos pocos fragmentos de unos milímetros. En el 41 % de los ventrículos que contenían contaminantes sólidos se hallaron dos o más materiales diferentes”, detalla González.
Por edades, no se detectaron diferencias significativas en cuanto a proporción de aves que habían ingerido estas sustancias, pero sí en cuanto a la cantidad de las mismas. Un 8 % de los pollos de nido presentaban altos volúmenes de gomas en la molleja (más de 25 ml), frente a un 3,3 % de adultos.
Campos de cultivo y vertederos
Respecto al lugar de alimentación, las cigüeñas con contenido digestivo atribuible a vertedero eran las que con más frecuencia habían ingerido gomas y otros contaminantes (70,8 %), y un 19,2 % en volúmenes altos.
Pero la presencia de plásticos y siliconas no se limita a los basureros: un 24 % de las aves cuya ingesta era compatible con alimentación en campos de cultivo y la misma proporción en las que habían comido en zonas húmedas poseían gomas en la molleja, y de las primeras, un 2,4 % en cantidades altas.
“No es para nada infrecuente hallar en campos de agricultura intensiva gomas desechadas, que pueden alcanzar grandes densidades en determinadas épocas, en concreto cuando se cambian las gomas ancla que fijan los frutales en espaldera a sus tutores, o cuando se colocan bolsas a los melocotones para protegerlos de los insectos”, subraya el técnico del CRFSA.
‘Parece comida’, pero No lo es
Los autores señalan que la lista de objetos de caucho que provocan obstrucciones o dificultades digestivas no se limita a las gomas de embalar, e incluye juguetes con forma de presas como ranas, peces o serpientes, pero también sondas urinarias, tetinas de biberón, incluso jeringas de gomaespuma para arrojar agua.
“Tienen todos características en común que comparten con otro de los materiales más hallados, la silicona. Todos ellos de forma alargada y consistencia elástica, igual que muchas de las presas habituales de la cigüeña común”, explica González.
El otro material hallado con frecuencia y en cantidad, a veces importante, en los tractos digestivos es la cuerda de embutido con grapas. En este caso se presupone que estas cuerdas fueron ingeridas porque todavía se hallaban unidas a restos cárnicos.
Esto también ocurre con las varillas de bambú afiladas para la confección de pinchos de carne, que tras ser tragadas junto con restos de la misma perforan el tracto digestivo, causando septicemias (respuesta orgánica a una infección) e incluso, en un caso, lesión medular, describen los autores.
El bambú no puede ser considerado contaminante, pero según que usos pueden provocar daños inesperados. Además, varios tipos de plástico, duros, o el procedente de bolsas, se hallan siempre en fragmentos muy pequeños ingeridos de forma accidental por las cigüeñas blancas.
El estudio detecta también que otro tipo de contaminantes, como vidrio, plástico duro o trozos de bolsa de plástico, muy alejados del aspecto y consistencia de presas, están presentes siempre de forma testimonial en los ventrículos digestivos (molleja).
Pero ¿por qué la cigüeña confunde tantos residuos con alimentos? Según los autores, la necesidad de obtener un balance positivo entre la energía invertida en el golpe de pico y la obtenida de la presa obliga a estas aves a ser poco selectivas, limitándose a seleccionar a través de la vista la presa y tantear rápidamente su consistencia con el pico antes de tragarla con rapidez.
“Este era un sistema que funcionaba muy bien cuando todo lo alargado y elástico o depresible que podía haber en un campo eran lombrices, serpientes, etc. Pero nuestra falta de concienciación y las deficiencias en la recogida selectiva de residuos han convertido esta táctica en muy peligrosa para las cigüeñas”, lamenta Chabier González.



















