El ciervo es el mayor de los cérvidos existentes en la Península Ibérica, si bien es más pequeño que sus parientes europeos. Pese a que sigue existiendo cierta controversia, se considera que hay dos subespecies de ciervo en la Península, Cervus elaphus hispanicus, por lo general de menor tamaño y localizado en el suereste ibérico y Cervus elaphus hispanicus, distribuido en el resto de territorio.
De aspecto majestuoso, presenta un claro dimorfismo sexual tanto por el tamaño (los machos se acercan en ocasiones a los 200 kg y las hembras rondan los 100), como por la presencia de cuernas en los machos, si bien en algunas hembras se pueden observar unas pequeñas protuberancias.
Según los últimos datos disponibles, el ciervo está distribuido en la mayor parte de la Península Ibérica, salvo en Levante y en Galicia. Tampoco se ven ejemplares de ciervo ibérico en ninguna de las islas del territorio español.
Estudio genético del ciervo ibérico
Un estudio de las universidades de Córdoba y Extremadura muestra cómo los cambios en las poblaciones de los ciervos ibéricos durante el tiempo han afectado a su genética actual y alertan sobre su conservación.
El estudio, según un comunicado de la Universidad de Córdoba, ha puesto de manifiesto cómo los cambios poblacionales en el tiempo y no la competencia entre machos por el acceso a las hembras, han provocado huellas en la genética de los ciervos, que pueden ser relevantes para su conservación.
En la investigación han trabajado con muestras de 167 ciervos de la Península Ibérica provenientes de dos poblaciones, una en Sierra Morena y el centro de España, y otra localizada en la Sierra de San Pedro de Extremadura y gestionados en fincas abiertas y cercadas.
Las dos poblaciones estudiadas presentan historias demográficas muy diferentes, con un tamaño efectivo poblacional mucho mayor en Sierra Morena que en la Sierra de San Pedro durante los últimos 2.000 años.
La caza es nefasta para la especie
En cuanto a las formas de gestión, el manejo y explotación cinegética en las fincas abiertas tienen como consecuencia una menor cantidad de machos que genera una menor competencia para reproducirse. Por el contrario, las cercadas, presentan más machos maduros y por tanto mayor competencia por las hembras e intensidad de selección sexual.
De entre esas cuatro situaciones -dos historias demográficas diferentes y dos tipos de manejo de fincas-, los ciervos provenientes de la Sierra de San Pedro son los que presentaron en su genoma más regiones de homocigosis, un rasgo genético que indica endogamia entre sus antecesores y, por tanto, menor diversidad genética en sus descendientes.
El catedrático de la Universidad de Córdoba Juan Carranza ha explicado que «ya se sabía que los ciervos extremeños eran los que menos diversidad genética tenían en la Península Ibérica, pero ahora se ha comprobado que la historia demográfica es la causa detrás de esa similitud genética ya que fue una población que ha presentado un tamaño efectivo poblacional mucho más pequeño que otras poblaciones como la estudiada en Sierra Morena».
Así, los ciervos con una historia demográfica de poblaciones pequeñas presentaron mayor cantidad de esos segmentos genéticos, idénticos en sus versiones procedentes del padre y de la madre, comparado con los ciervos procedentes de poblaciones más grandes, mientras que los procesos de selección no fueron determinantes para este rasgo genético.
Por ello, es «importante considerar la historia demográfica de las poblaciones de ciervos a la hora de desarrollar políticas de conservación y manejo de las especies a largo plazo ya que la estructura genética puede afectar a su supervivencia y adaptación en el futuro».
En este sentido, el resultado del estudio alerta sobre la situación de los ciervos de la Sierra de San Pedro, que conforman «un linaje muy antiguo y diferente del resto de Iberia y de todos los demás en Europa», y cuya conservación requiere que favorezcan el mantenimiento de la diversidad genética y «cuiden su delicada situación». EFE/ECOticias.com