Del 23 al 29 de setiembre se celebra la Semana Contra el Desperdicio Alimentario 2024, durante la cual se llevarán a cabo infinidad de acciones con el fin de concienciar a las personas acerca de qué es este problema, lo insostenible que resulta y cómo resolverlo.
El desperdicio alimentario es la pérdida de alimentos inicialmente destinados al consumo humano que se malogra en cualquier eslabón de la cadena alimentaria. Por lo tanto, esta definición solo incluye los alimentos comestibles que se pierden durante la producción, almacenamiento, transporte o que perecen, no son utilizados en los locales de consumo o en los hogares. Por ejemplo, las cáscaras de los huevos o las raíces de un puerro no son consideradas desperdicios alimentarios, porque a priori no son comestibles.
¿Cuáles son las causas del desperdicio alimentario?
Las causas son tan numerosas como los actores que participan en la cadena alimentaria. Los productos que no cumplan ciertos criterios de tamaño, forma o estética pueden simplemente desecharse durante la producción.
Ciertas manipulaciones, negligencias o incidentes imprevistos de almacenamiento también pueden provocar que muchos alimentos terminen en la basura como desperdicio. En el ámbito de la gestión y almacenamiento, el exceso de stock o la imprevisión respecto a las fechas de caducidad también son causas de desperdicio.
Como consumidores, muchas veces nos enfrentamos a porciones excesivamente grandes en la restauración privada o colectiva, los errores de manipulación en la cocina, la mala conservación de los alimentos o, también en este caso, la caducidad puede ser causa del desperdicio de alimentos.
¿Cuáles son los productos alimenticios que más se desperdician?
Las frutas y verduras con mayor frecuencia se desperdician.
Hortalizas: 31%
Bebidas: 24%
Frutas: 19%
Arroz y pasta: 12%
Pan: 4%
Carnes y pescados: 4%
Productos lácteos: 3%
Comidas preparadas: 2%
Productos dulces: 1%
¿Qué consecuencias tiene el desperdicio alimentario?
El desperdicio de alimentos nos enfrenta a consecuencias tan absurdas como sus causas. En concreto, utilizamos espacio, energía, mano de obra, así como recursos, para producir comida que acabará en la basura. Mientras en el norte global aumenta el desperdicio de alimentos, una gran parte de la población del mundo todavía sufre desnutrición.
Cualquier desperdicio es una pérdida económica y tirar alimentos no es una excepción. Los recursos de producción son de hecho menos rentable si parte de esta producción va a acabar en el tacho de la basura. Los costes económicos de estos residuos se reflejan generalmente en los precios de venta, porque el consumidor también paga el desperdicio de alimentos mediante los impuestos y las tasas que se deducen del coste del servicio público de gestión de residuos.
Los recursos naturales utilizados (agua, energía, mano de obra, etc.) para la producción de alimentos, la contaminación generada por las diferentes producciones (pesticidas, mecanización, etc.) y la destrucción del desperdicio alimentario tienen un impacto considerable y negativo en el Planeta.
A nivel mundial, según la FAO, el desperdicio alimentario representa una pérdida de 750 mil millones de dólares al año, es decir, el equivalente a la mitad del PIB de España. Y el mayor problema es que el sistema actual de producción no deja mucho margen para la implantación de modelos más sostenibles.
Desperdicio de alimentos: una aberración social
El despilfarro es una aberración social cuando la seguridad alimentaria para todos no está garantizada, aunque produzcamos suficientes alimentos. Una reducción del desperdicio de alimentos permitiría también disminuir el precio de venta de los alimentos en cuestión y promover su calidad y disponibilidad.
Pero la lucha contra el desperdicio alimentario debe ser global y en todos los frentes. Los gobiernos deben educar, informar y promover leyes (como la que se impuso en España este año) que combatan eficientemente este flagelo.
A nivel de producción y distribución, la liquidación de existencias parece una solución interesante, porque permite al consumidor beneficiarse de precios reducidos y al proveedor vender sus existencias antes de la fecha de vencimiento. Y los consumidores debemos ser conscientes de que en los hogares españoles se puede llegar a convertir en desperdicio alimentario el 78% de lo que adquirimos. Y eso son muchos euros que acaban en la basura.
¿Y yo qué hago?
Para evitar que la comida acabe en la basura hay varios trucos: intentar planificar las comidas lo mejor posible para evitar generar desperdicio alimentario. Si quedan restos, guardarlos en envases adecuados y refrigeradas, si hace falta, para comerlos más tarde o reconvertirlas en platillos diferentes (así nacieron las croquetas).
Guardar en la nevera, el frutero y la alacena los productos más antiguos delante y los más recientes detrás. Hacer una lista de la compra adecuada a los platos que pensamos preparar y ceñirnos a ella. Llevar el control de las fechas de caducidad de lo que compramos.
Si vamos a comer fuera y las porciones que nos sirven son excesivas, podemos llevarnos lo que no hemos comido para casa. Aun así, seguramente generaremos algo de desperdicio alimentario que es posible convertirlo en compost o si no nos queda más remedio, debemos depositarlo en el contenedor marrón.