Aun siendo conscientes del valor meramente simbólico de estos premios, no por ello deja de ser relevante que, en una comunidad cuyo Gobierno espeta la palabra sostenibilidad en multitud de proyectos insostenibles, se haya eliminado esta categoría.
El pasado 5 de febrero salía publicada la modificación en el Decreto que regula el Premio «Castilla y León», modificación que consiste en reducir de siete a seis las modalidades del premio, siendo la eliminada la modalidad «Protección del Medio Ambiente».
Aun siendo conscientes del valor meramente simbólico de estos premios, no por ello deja de ser relevante que, en una comunidad cuyo Gobierno espeta la palabra sostenibilidad en multitud de proyectos insostenibles, se haya eliminado esta categoría. Puede interpretarse como un elemento de coherencia en las políticas al no existir apenas nada que premiar de los proyectos apoyados desde el Gobierno regional. Pero se trata más bien de una estrategia de invisibilización de aquello que pueda representar una auténtica alternativa de desarrollo con características de verdadero respeto a la naturaleza que nos sostiene.
Puesto que, y citando textualmente del Decreto, el premio está «destinado a galardonar la labor de aquellas personas, equipos e instituciones que hayan contribuido a la exaltación de los valores de la Comunidad castellana y leonesa, o que realizada por castellanos y leoneses, dentro o fuera del ámbito territorial de la Comunidad, supusiera una aportación destacada al saber universal, estableciendo su otorgamiento anual», aplicado esto al medio ambiente no quedan, pues, dudas acerca de la estrategia de invisibilización.
No sólo nos pretenden enterrar en montañas de desechos (planta de compostaje de Fuentepelayo, en Segovia), intoxicar nuestras aguas subterráneas (proyectos de fracking en Burgos), eliminar los empleos sostenibles (mina de uranio en Salamanca), dilapidar nuestro dinero en proyectos especulativos (ciudad del medio ambiente de Soria), ahogarnos en aire contaminado por ozono, exterminar nuestros grandes carnívoros, fomentar un modelo de producción de alimentos completamente industrial o quemar la biomasa que debería nutrir nuestros bosques y cultivos, para alimentar vehículos, instalaciones de tratamiento de residuos, cementeras, y un sinfin de creaciones cuya lógica sólo es comprensible en un sistema que se ha desconectado completamente del medio que necesita proteger para sobrevivir.
También pretenden que ni siquiera puedan asomar la cabeza aquellos intentos ciudadanos por demostrar que otro modelo de desarrollo es viable. ¿De dónde viene el miedo? ¿De que se visibilicen proyectos económicos y sostenibles que avergüencen la artimaña de artificialidad y especulación en la nos han sumido? ¿De que saben que poco a poco nos estamos dando cuenta de que los grandes proyectos no están satisfaciendo nuestras necesidades? Es evidente que cada vez se nos acumulan más problemas sin resolver, a pesar de la cantidad de proyectos productivos que hacen crecer el PIB.
Si la simplicidad pasmosa con la que pueden resolverse nuestro problemas no diera tanto miedo, desde nuestra administración se daría rienda suelta a la visibilización de proyectos desarrollados desde el sentido común y no desde el sentido de los mercados, de las élites financieras, de las puertas giratorias y de las comisiones pagadas en B con las que se financian algunos partidos políticos.