China, siendo uno de los mayores mercados mundiales para la carne de cerdo, representa una oportunidad clave para las exportaciones españolas. Sin embargo, la medida adoptada por Pekín que implica el aumento de tarifas a los productos porcinos provenientes de Europa, pone en riesgo la competitividad de las empresas españolas en dicho mercado.
Una muerte anunciada para el sector, recuerdan los ecologistas. Y es que a su juicio, esto es solo la puntilla para un sector que se basa en un modelo productivo masivo, intensivo, de carácter exportador y donde no resulta para nada sostenible. La alternativa, entonces, pasa por la ganadería extensiva y la agoecología: preservación de ecosistemas, redución de gases de efecto invernadero, sostenibilidad económica y social y seguridad alimentaria entre otros beneficios.
Los aranceles chinos: golpe de efecto a la ganadería porcina española y su insostenible modelo
La reciente decisión del gobierno de China de imponer aranceles a la importación de cerdos europeos ha puesto en alerta al sector porcino industrial español. En este sentido, ecologistas quieren manifestar que esta crisis es síntoma de la profunda insostenibilidad de un modelo de producción que depende de la exportación masiva y deja a la ciudadanía, al medio rural y al medio ambiente las consecuencias de sus impactos.
Lejos de ser una solución, el modelo de ganadería industrial exportador, intensivo y megaindustrial ha demostrado ser un fracaso estratégico, tal y como estos ecologistas llevan años denunciando. La dependencia de mercados volátiles y sujetos a decisiones geopolíticas (como la de China) deja al sector en una situación de permanente vulnerabilidad económica e incertidumbre.
El impacto ambiental de este modelo es insostenible. Además del consumo añadido de agua, es una de las principales causas de la contaminación por nitratos de las aguas subterráneas y superficiales y de la generación de ingentes cantidades de purines que el territorio no puede absorber (los cuales tienen un contenido en nitratos 40 veces superior a las aguas residuales y contribuyen a la generalización de la contaminación por nitratos por la que España está denunciada ante el Tribunal Europeo de Justicia). Esta contaminación también altera la vida de miles de familias que no pueden hacer uso del agua de sus grifos.
A esto se añade la emisión de gases de efecto invernadero, la deforestación por la importación de soja para piensos y la destrucción de la biodiversidad. Además, la ganadería industrial es la responsable de las principales emisiones de antibióticos a las aguas, uno de los contaminantes emergentes más preocupantes.
La ganadería industrial no fija población en el mundo rural. Muy al contrario: concentra la producción en megainstalaciones que generan pocos puestos de trabajo, degradan la calidad de vida de las vecinas y vecinos debido a la contaminación y los malos olores, y acaban con las opciones de una ganadería familiar, social y extensiva, en equilibrio con la capacidad de carga del territorio, que es el modelo por el que se debe apostar por su mayor valor social y ambiental y ser la verdadera garante de la soberanía alimentaria.
Este modelo de ganadería agroindustrial se basa en el acaparamiento de recursos en muy pocas manos y en la concentración del poder y el beneficio en muy pocas empresas multinacionales.
La solución pasa por un cambio de modelo
La solución a esta crisis es suplicar a China que retire los aranceles ni buscar desesperadamente otros destinos lejanos para continuar con el mismo sistema extractivista. La auténtica oportunidad está en reconducir la política agroganadera española hacia la soberanía alimentaria y la agroecología.
Por ello, demandan a las Administraciones públicas que, en lugar de defender los intereses de unas pocas multinacionales del sector, apuesten de forma decidida por:
- Una transición justa hacia la agroecología: reducir drásticamente el número de cabezas de ganado para ajustarlo a la capacidad real de nuestro territorio; reorientar las subvenciones públicas hacia modelos que verdaderamente contribuyan al bien común; y ofrecer alternativas laborales y profesionales agroecológicas a las personas trabajadoras, con formación y ayudas.
- Soberanía alimentaria: priorizar la producción de alimento para el mercado interior y de proximidad, rompiendo la dependencia de la exportación masiva y de la importación de piensos. Asimismo, recuperar la red de infraestructuras locales como obradores o mataderos municipales, de pequeño tamaño. Un modelo que alimente a las personas, no a los mercados globales.
- Políticas públicas y compromisos privados para el fomento de una alimentación sana y de cercanía, de base vegetal y con una reducción drástica del consumo de carne, muy especialmente de procedencia industrial intensiva.
- Moratoria a nuevas macrogranjas: detener inmediatamente la autorización de nuevos proyectos de ganadería industrial y la ampliación de las existentes.
- Aplicar limitaciones técnico-ambientales más exigentes para reducir la contaminación que causan las instalaciones de ganadería industrial ya existentes.
- Cumplimiento estricto de la legislación ambiental y mejora de la misma: aplicar con rigor la Directiva Marco de Nitratos y la Directiva Marco del Agua para proteger nuestro patrimonio hídrico, hoy gravemente amenazado.
- Cumplimiento estricto de la normativa laboral que asegura sus derechos a las y los trabajadores del sector ganadero.
La crisis de los aranceles chinos es la crónica de un fracaso anunciado apuntan estos ecologistas. No es una crisis coyuntural, es una consecuencia directa de un sistema que prioriza los beneficios empresariales a corto plazo frente a la salud ambiental, social y animal. Es el momento de aprender la lección y dar un giro hacia un sistema alimentario resiliente, justo y sostenible. Un sistema que no colapse ante la decisión de gobiernos lejanos, porque su fortaleza estará en sus raíces locales.
La imposición de aranceles puede reducir significativamente la rentabilidad de las exportaciones españolas, afectando tanto a productores como a exportadores. Ante esto, el camino correcto es apostar por un cambio de modelo más justo y sostenible y evitar el actual sistema contaminante que trae grandes volúmenes de desecho, emisiones gaseosas, uso de insumos y medicamentos e impacto en forma de deforestación. ECOticias.com