Este sorprendente dron completamente biodegradable, capaz de no dejar rastro detrás de sí en caso de que se estrelle.
La mayor parte del dron está creado en base a micelos, el cuerpo vegetativo de los hongos, cultivados para la ocasión con forma de dron por la compañía Ecovative Design, con sede en Green Island, Nueva York. Hasta ahora, la empresa utilizaba su tecnología para crear cajas ecológicas y el núcleo de tablas de surf, como indica NewScientist.
Este material está cubierto por varias capas de celulosa cubiertas de proteínas clonadas a partir de la saliva de avispas, que la utilizan para compactar sus nidos y hacerlos resistentes al agua. Hasta los circuitos del dron son especiales. Se han impreso con un tipo de tinta formada por nanopartículas de plata, que también pueden pasar inadvertidas si el dron tiene un final desgraciado.
No exactamente por el medioambiente
Se diría que todo este esfuerzo tiene como objetivo proteger el medioambiente. Es cierto que en caso de que sea destruido el dron sus restos producirán un menor impacto que el de sus colegas convencionales. Pero esta protección es apenas un efecto colateral del verdadero objetivo: que el dron no sea descubierto por el enemigo si se estrella en tierra hostil.
Así lo señala Lynn Rothschild, del Ames Research Center de la NASA y principal autora de este desarrollo: “Nadie sabría si has derramado agua de azúcar o si ahí ha habido un avión”. La idea es que nadie sepa que has estado enviando drones espía a su territorio.
El objetivo, en todo caso, sólo se ha alcanzado a medias. En efecto, el dron biodegradable incorpora todavía muchos elementos acusadores. Así, sus propulsores y controladores han sido incorporados de un quadcopter convencional, así como la batería que utiliza. Según Raman Nelakanti, otro miembro del equipo prestado por la Universidad de Stanford, “hay componentes que, definitivamente, no se pueden sustituir con la biología”.
Aun así, los responsables del desarrollo esperan por hacer el dron un poquito más biodegradable. Su siguiente objetivo son los sensores del dron: ya han empezado a estudiar la posibilidad de crearlos a partir de la bacteria E.coli, la misma que causó un brote infeccioso en Alemania hace unos años. Aunque es de esperar que trabajen con una versión menos virulenta.
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