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domingo, mayo 28, 2023

Cultiva tus propios alimentos y ‘libérate’

Llevo ya unos cuantos años coordinando la edición para España y Latinoamérica de The Ecologist. Y he de decir que han sido muchos los artículos que he editado y/o corregido y/o traducido que me han impresionado. Algunos, incluso, casi han cambiado mi forma de vivir en algunos aspectos (imagino que pasará lo mismo con algunos de ustedes, queridos lectores).

Cultivar tus propios alimentos es de lo más sano que puede haber. Cada vez más expertos hablan de las grandes ventajas medicinales que tiene el consumo de alimentos locales, no sólo ya desde el punto de vista medioambiental, sino también medicinal. Además, tener un huerto es terapéutico para el horticultor. Y, además de cultivar lechugas, calabacines o cebollas, también se puede plantar plantas medicinales.

Nadie ha probado comida mejor que la obtenida con el producto del trabajo de sus propias manos. Y, ciertamente, el Profeta David (s.a.s.) solía comer de lo obtenido con el trabajo de sus manos

Transmitido por el Profeta Muhámmad (s.a.s.) a Al-Miqdad

An-Nawawi

Lo más granado de los Jardines de los Justos

Llevo ya unos cuantos años coordinando la edición para España y Latinoamérica de The Ecologist. Y he de decir que han sido muchos los artículos que he editado y/o corregido y/o traducido que me han impresionado. Algunos, incluso, casi han cambiado mi forma de vivir en algunos aspectos (imagino que pasará lo mismo con algunos de ustedes, queridos lectores). Uno de los textos que más me impactó fue un trabajo publicado en el número 5 de la revista, un monográfico dedicado a promocionar las virtudes de la alimentación orgánica y a denunciar los problemas causados por el sistema agroalimentario industrial. Les hablo de Inmunidad e impunidad, firmado por los doctores Richard A. Cone y Emily Martin. El resumen de aquel texto era realmente visionario. Las alergias y los desórdenes del sistema inmunitario están aumentando considerablemente su incidencia en todo el mundo, especialmente entre los habitantes más pobres y con menos recursos culturales de las megaurbes. Análisis de las implicaciones biológicas y sociales de tal incremento sugieren que los cambios en la producción alimentaria, transporte y consumo que tienen lugar en todo el planeta podrían estar contribuyendo a estos trastornos inmunológicos. Dado el impacto que los cambios en la dieta pueden estar teniendo en la salud humana, comprender la interacción entre el sistema inmunitario y la alimentación se ha convertido en un asunto destacado e, incluso, urgente. Nuestra inmunidad decrece al tiempo que aumenta la impunidad legal de las grandes corporaciones tecnoalimentarias. A medida que aumenta el consumo de productos alimentarios foráneos, crecen determinados tipos de patologías relacionadas con la deflagración del sistema inmunitario humano.

Una de las mejores formas de combatir esta incidencia es volver al consumo de alimentos ecológicos, locales y de temporada. Lo más locales posible. Del huerto de la propia casa, de la terraza, de donde sea, pero que sean alimentos cercanos. ¿Pero por qué hacemos hincapié en que tienen que ser alimentos de proximidad?

ALIMENTOS BASURA

El citado texto asevera: “Las tendencias en la producción y distribución de alimentos desde la Segunda Guerra Mundial hacen difícil para la mayoría de las personas de los países desarrollados comer una gran variedad de alimentos completos de cultivo local y de temporada. Los alimentos de más fácil acceso son los altamente procesados y originarios de países de todas partes del globo. También son los más caros para el planeta, pero los más baratos para las clases menos acomodadas y con menos recursos culturales, pues comer bien no es algo que siempre tenga relación con lo económico. Los productos alimentarios procesados suponen cerca de dos tercios de la totalidad de alimentos y del comercio agrícola existentes en el mundo. A mediados de los 90, aproximadamente el 80% de los alimentos consumidos en los países desarrollados eran procesados por las industrias alimentarias. Las compras de alimentos procesados representa el 70% del gasto doméstico en alimentación en muchos países o más. La cantidad de fruta y vegetales frescos en la dieta estadounidense ha ido disminuyendo de forma constante en los últimos años, según varios estudios. Entre 1960 y 1981, el consumo por cápita de patatas frescas se redujo a la mitad, mientras que el de patatas congeladas se multiplicó por 7. El consumo por cápita de vegetales frescos permaneció constante, mientras que el de vegetales congelados prácticamente se dobló.

El consumo de fruta fresca disminuyó mientras que el consumo de zumos enlatados, y el de zumos congelados y refrigerados de cítricos se incrementó de forma significativa.

El aumento del procesado ha contribuido a la uniformidad. Los mismos componentes alimentarios (harina de soja, leche en polvo, harina de trigo, azúcar, aromas y carragenina -E470- ) se combinan y recombinan en formas cada vez más sofisticadas para crear una diversa gama de productos finales. Los grandes supermercados parecen estar repletos de alimentos diferentes, pero, bajo el envoltorio y los aromas, lo que realmente hay es un reducido grupo de componentes refinados y procesados”. Una gran parte de la población consume muy pocos productos frescos, de temporada, locales y ecológicos. Gran parte de la ciudadanía se alimenta de forma pésima con productos elaborados a muchos miles de kilómetros del lugar en el que habitan. Esto repercute muy negativamente en su salud por diferentes razones.

LO QUE EL MÉDICO NO TE EXPLICA

Así, como dicen los autores del texto citado, “comer una amplia y diversa gama de alimentos integrales, frescos, ecológicos, de temporada, locales, en lugar de productos refinados y procesados, podría ampliar y mejorar la eficacia en el tratamiento de desórdenes inmunológicos. Ya que incluyendo en la dieta alimentos animales o vegetales locales se puede obtener una tolerancia oral de efectividad máxima ante los alérgenos aéreos de esas mismas plantas y animales”. Y continúan: “La proliferación de alimentos altamente procesados paralelamente a la globalización de la industria alimentaria significa que muchos de los alimentos que comemos en el mundo desarrollado contienen cada vez menos cualidades del ambiente físico local en el que se produjo. Comparemos las zanahorias que pueden comprarse en un mercado local con sus raíces y hojas intactas, con restos de tierra del campo de cultivo, a las zanahorias lavadas, peladas, troceadas y congeladas procesadas por Bird’s Eye en una fábrica lejana”. Aunque haya personas que puedan no creerlo, el hecho de no alimentarse con productos locales tiene repercusiones en la salud del consumidor, no sólo en el aumento de las alergias y asmas, ya que muchas otras enfermedades tienen una relación directa con un sistema inmunitario hundido.

SON NECESARIOS NUEVOS ESTUDIOS

“Recientes descubrimientos sobre los efectos de la exposición oral sobre las funciones inmunológicas sugieren que los grandes cambios en la producción, transporte, preparación y consumo de alimentos en el mundo, en los últimos 50 años, pueden estar incrementando la evidencia y la gravedad de los desórdenes del S.I. Investigaciones sobre la conexión entre la dieta y la función inmunológica (“inmuno-nutrición“)

sugieren maneras de reducir desórdenes inmunológicos mediante cambios en la dieta y en el sistema alimentario global”.

En Nogales, Arizona, los índices de enfermedades del S.I. son extremadamente altos. El índice de casos de lupus (enfermedad que se da en mujeres jóvenes en la que el S.I. ataca los tejidos vasculares y conectivos de diversos órganos) es el más alto que se conoce. Anna Acuna, ciudadana de Nogales afectada de lupus, dijo: “Me aterroriza ver gente joven a la que se le diagnostica esta enfermedad, me da miedo cuando veo madres incapacitadas. Pienso en nosotras como si estuviéramos a la vanguardia de algo que está sucediendo en todo el mundo”. Los científicos actualmente están investigando sobre si estos elevados índices están conectados a los altos niveles de contaminación tóxica (principalmente emisiones de la empresa estadounidense Maquilladoras situada en el lado mejicano de la ciudad), pero nadie piensa en el papel adicional que podría jugar la dieta en este asunto. Las investigaciones sobre inmuno-nutrición y la industria alimentaria globalizada, combinada con la presión ejercida por los consumidores, podría

causar un enorme impacto en la producción y comercialización de alimentos. Análisis exhaustivos sobre la actividad adyuvante de pesticidas, conservantes y contaminantes debería ser el primer paso de este proceso.

Sin embargo, el resultado de dicha presión podría derivar simplemente en un “ajuste” tecnológico para remediar las carencias de los alimentos altamente procesados y transportados, mediante más procesado o añadiendo un cóctel “representativo” de partículas alérgenas para que los consumidores pudieran tolerar los crecientes niveles de contaminantes.

¿POR QUÉ?

Los doctores mentados afirman: “Hasta que las cosas no mejoren, se puede comprobar que comiendo alimentos completos, preferentemente no procesados, lo más naturales posible y procedentes de los alrededores de donde se vive, se consigue aliviar notablemente los desórdenes inmunológicos”. ¿Por qué? Porque los seres vivos segregan defensas para defenderse contra las agresiones del medio en que viven.

Cuando nos alimentamos con estos seres, que viven en el mismo lugar o zona que nosotros, estamos comiendo “vacunas” para plantarle cara a las agresiones que recibiremos de ese mismo medio: agresiones víricas, medioambientales, del tipo que sean… Por el contrario, si nos alimentamos con productos procesados y de lugares lejanos, estos contienen “vacunas” segregadas por esos seres vivos para ecosistemas que no son el nuestro. Entonces, ello causa disrupciones, confusión… en nuestro sistema inmunitario.

Por si tienen dudas al respecto, consulten las estadísticas de las personas más longevas del planeta: siempre se dan varios nexos de unión entre ellos/as, por diferentes que sean sus culturas, climas, dietas y latitudes. Y uno de ellos es que siempre han comido productos locales, artesanales. Al fin y al cabo, nuestros antecesores, durante millones de años, siempre se alimentaron con productos orgánicos, de temporada y locales. La evolución nos ha adaptado a eso: no a comer fruta, verduras, carne, lácteos o pescado procedentes de climas, latitudes y zonas lejanas, y que, por si fuera poco, contienen muchos productos químicos peligrosos y que, además, han permanecido en cámaras perdiendo su vitalidad y su salubridad. La opción correcta procede, sobre todo, del sentido común. El consumo de alimentos locales, de temporada y orgánicos conlleva consumir alimentos, también, en su óptimo estado de vitalidad. Recordemos el caso, denunciado recientemente por The New York Times, de aquel bacalao pescado en Noruega que fue enviado a China para ser fileteado y, después, devuelto a Noruega para ser consumido. ¿Qué podemos esperar desde el punto de vista nutricional y sanitario de ese bacalao?

TODO CUENTA

Efectivamente, todo cuenta. Entre otras cosas, porque es difícil que, de la noche a la mañana, según nuestras posibilidades de todo tipo, pasemos… de comer ningún producto local a todo alimentos orgánicos, de nuestro entorno y de temporada. Deberíamos acostumbrarnos a saber qué comemos, de dónde procede, cómo ha sido producido, por qué manos ha pasado, si es fresco o si ha sido conservado en cámaras… También podemos cultivar nuestras macetas con plantas para las ensaladas, para nuestras infusiones, incluir en nuestros jardines parcelas de huerto, sembrar aprovechando el rincón más insólito… Nuestra salud y la del planeta nos lo agradecerán. Y, claro, comprar directamente a nuestros campesinos ecológicos locales: ello es una buena apuesta, también, por nuestro futuro eco-nómico.

Pedro Burruezo

EPIGENÉTICA

SOMOS LO QUE COMEMOS

¿Por qué las niñas alcanzan cada vez a una edad más temprana la pubertad? ¿Influye la alimentación en el incremento de infartos, cáncer y diabetes? ¿Lo que comemos o el tipo de vida que llevamos puede alterar nuestros genes? Éstas y algunas otras preguntas son las que se trataron de responder en el programa La Noche Temática que La 2 emitió el pasado 08/09/2012, un programa titulado:”Reprogramados por la comida”. En él se incluyeron dos documentales que nos acercan a la relación que existe entre alimentación y genética: Epigenética: cómo la alimentación altera nuestros genes y El filete clónico. Resumiendo: Lo que comemos influye en nuestra salud. A veces para el resto de nuestra vida, como demuestra la epigenética.

Los estudiosos de la epigenética se muestran muy partidarios de la alimentación como solución a muchos problemas que nos asolan en el ámbito sanitario. El propio Mariano Bueno nos señaló esto recientemente:

“Como expongo en mi último libro, Cultiva tus remedios, los recientes estudios en epigenética muestran que más del 80% del contenido de nuestros genes trabajan sobre códigos mutables y adaptativos; por lo que las plantas que crecen en el mismo entorno en el que nosotros vivimos sintetizan sustancias (antioxidantes y bioflavonoides) que les permiten adaptarse al entorno y protegerse de los agresores ambientales. Cuando nosotros comemos plantas que han crecido en el balcón, la terraza, el jardín o el huerto de casa, esas plantas -aparte de nutrientes de calidad- nos aportan sustancias específicas que protegen nuestro organismo o que actúan como vacunas que nos ayudan hacer frente a las agresiones del entorno, por lo que resulta una práctica muy saludable, sobre todo para las personas que viven en entornos urbanos muy contaminados”.

COME LOCAL Y DE TEMPORADA…

…Y MÁS SI ERES POBRE

Los alimentos más procesados, desvitalizados, insalubres y con más químicos, procedentes de la tecnoalimentación industrial, tienen diferentes efectos en las dietas de los pobres y en las de los ricos. Las dietas de personas con bajo poder adquisitivo y pocos recursos culturales en USA parecen contener un exceso en almidones, grasas y azúcares y también se observan carencias en algunas o todas las proteínas, vegetales y frutas, y en productos lácteos, según un estudio sobre la pobreza en los EE.UU. Este estudio también señalaba que “la gente acomodada puede permitirse tanto la comida basura como la más nutritiva, ecológica, de temporada y local; las personas con menos recursos económicos y culturales rara vez optan por alguna de las dos, siempre se quedan con la dieta basura”. En USA, donde buena parte de la población tiene unos recursos culturales muy endebles, se opta, más en el caso de las clases más endeudadas, por hábitos alimentarios realmente muy autodestructivos. Vean Fitchen, J. M., Hambre, malnutrición y pobreza en los EE.UU. Contemporáneos: Algunas observaciones sobre su contexto socio-cultural Food and Foodways 2, 1988, p. 309-333.

Inmunidad e impunidad

Richard A. Cone y Emily Martin

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