Pruebe este modo de preparar típico tunecino este pescado semigraso, muy preciado en el Mediterráneo. Esta receta es sencilla, rápida de hacer y las almendras le aporta un sabor único, además de grasas insaturadas.
Ingredientes para «4 personas»
4 filetes de pez espada de 200g cada uno
50g de almendras peladas y fileteadas
0,5dl de aceite de oliva
El zumo de 2 limones
Una pizca de pimentón picante
Sal
Rodajas de limón (opcional)
Elaboración:
Sazone les filetes de pesado por ambos lados con el pimentón picante y una pizca de sal.
Caliente el aceite en una sartén ancha y fría las almendras durante 2 minutos, hasta que se doren. Retírelas y resérvelas.
En el mismo aceite, cueza a fuego fuerte los filetes de pez espada durante dos minutos por cada lado, hasta que se doren.
Espolvoree el pescado con las almendras fritas, riéguelo con el zumo de limón y tápelo. Déjelo cocer a fuego muy lento durante 5 minutos.
Retire el pescado del fuego y sírvalo en una fuente de servicio acompañado, si lo desea, con unas rodajas de limón.
Del libro: Cocina Mediterránea en casa. Círculo de Lectores. 2010 Por: Lourdes March y Lourdes Alcañiz.
¿Sabías que?
El pez espada, llamado comúnmente emperador (aunque no es exactamente la misma especie), ya constituía en la antigüedad y la época clásica uno de los pescados más atractivos dentro de la cultura alimentaria de la “alta cocina” que caracterizaba a nuestros antepasados. Para las civilizaciones que habitaban la cuenca del mar Mediterráneo, el pescado significaba un aporte de gran importancia como complemento natural a una dieta basada en diferentes productos agrícolas. Así, las clases más poderosas podían permitirse este ingrediente de lujo en sus comidas, mientras que el campesino pescaba para obtener simplemente un complemento a su alimentación. De esta forma lo atestigua Pierre Tallet en su libro Historia de la cocina faraónica. Además, las clases altas también pescaban por placer. El gran tamaño y la voracidad del pez espada otorgaron a esta especie un gran valor culinario, elevándolo a la categoría de manjar exquisito y solicitado en cualquier banquete romano que se quisiera preciar. Desde el siglo III a.C. esta especie se degustaba en las Cenae o cenas vespertinas de la alta sociedad, donde se consumía junto a meros, lenguados o jureles, acompañado con guarniciones de verduras y hortalizas. Posteriormente, la técnica de la salazón serviría para conservar el pez espada y poderlo comerciar a otras colonias del Imperio Romano.