Las temperaturas de récord que se están registrando en el mar Mediterráneo dejan noches tórridas, especialmente en el litoral y ello constituye en una forma más de más ‘combustible’ para la formación de futuras tormentas
Los expertos han advertido que el Mediterráneo ha alcanzado en junio unas temperaturas que son más propias de final de verano; de hecho se han registrado 30 °C en Baleares, algo completamente inusual en esta épocas.
Por la inercia del mar, los científicos aseguran que la temperatura del Mediterráneo será cálida hasta el otoño. Estos cambios son consecuencias directa del calentamiento global que sufre el planeta.
El Mediterráneo sufre más el cambio climático
Meterse en el agua durante un día de playa ya no es sinónimo de refrescarse. Aunque estemos prácticamente inaugurando el verano, el mar ya ha alcanzado temperaturas propias de finales de agosto o de septiembre.
Una potente ola de calor marina ha dejado a finales de junio y principios de julio temperaturas de entre 5 y 6 grados por encima de lo que es habitual en esta época del año, según la Aemet. La boya en Dragonera, en Baleares, ha alcanzado además el récord a nivel nacional para junio, con 30,5 °C —este medidor ostenta también el récord absoluto de España, de 31,8 grados en agosto del año pasado—.
De hecho, todas las boyas fondeadas en el Mediterráneo pertenecientes a la Red Exterior de Puertos del Estado han marcado récords para este mes.Más allá del Mediterráneo, en el golfo de Vizcaya se han alcanzado 26,2 °C en Pasaia, cerca de San Sebastián, y 23,4 °C en Bilbao, valores también extremadamente altos para la zona y la época.
Estas temperaturas no solo restan encanto a ir a la playa en verano, sino que tienen consecuencias mucho más graves. Por un lado, suponen «más combustible» para posibles tormentas en otoño —como la dana de Valencia—, tal y como advierte a RTVE.es el climatólogo y catedrático de Geografía Física de la Universidad de Barcelona Javier Martín Vide. Además, se reduce el efecto enfriador del agua y las noches son más cálidas, afectando al sueño y a la salud, a lo que se unen también importantes daños a la biodiversidad marina.
El mar Mediterraneo se calienta más que otros mares
Esta ola de calor marina es «una consecuencia más del cambio climático«, apunta el investigador del Centro de Estudios Ambientales del Mediterráneo Francisco Pastor. Los océanos absorben más del 90% de la energía que emitimos, explica, por lo que en general todos los mares se están calentando.
Eso sí, el Mediterráneo, al ser un mar «cuasi cerrado», se calienta entre 1,5 y dos veces más rápido que la media. Aunque no hay una relación completamente lineal entre olas de calor atmosféricas y marinas, sí que se ha demostrado que las últimas «se intensifican» cuando se da un episodio de calor en tierra como el que España ha registrado en la última semana, señala Pastor.
Además, el mar tiene una mayor inercia y los cambios de temperatura son más lentos que en tierra. De tal manera que, habiendo arrancado el verano con valores tan extremos, es difícil que el agua se refresque demasiado en las próximas semanas, más allá de alguna variación local y puntual, según Martín Vide. «Tenemos casi asegurado un Mediterráneo cálido hasta el otoño», sintetiza.
Más «combustible» para una dana
Este sobrecalentamiento del Mediterráneo es «uno de los ingredientes», aunque no el único, de que al final del verano o en el otoño pueda haber «un diluvio», señala el climatólogo de la UB, tal y como ocurrió con la fatídica dana del 29 de octubre de 2024 en Valencia, que dejó 228 muertos.
Para que se ocurra una tormenta destructiva es necesario que se den otras condiciones, como una situación atmosférica concreta —una depresión aislada en niveles altos, por ejemplo—, a lo que se suman las condiciones físicas y humanas del territorio, el urbanismo y la gestión de la emergencia.
Pero las altas temperaturas, tanto de la atmósfera como del mar, influyen. «Una atmósfera más cálida puede tener mayor contenido de agua y un mar más cálido puede aportar más agua», ya que a mayor temperatura más capacidad de evaporación, explica el meteorólogo de TVE Albert Barniol. Esto da lugar a «nubes con mayor cantidad de agua y, por tanto, a precipitaciones más intensas».
Un análisis elaborado pocos días después de las riadas de Valencia por el grupo de científicos de World Weather Attribution (WWA) halló que lluvias como las que se dieron aquel 29-O son un 12% más intensas y casi el doble de probables con el actual clima sobrecalentado por el ser humano.
Tórridas y tropicales noches en el Mediterraneo
Pero los fenómenos extremos no son la única consecuencia de estas temperaturas marinas. El CEAM, fundación científica pública ubicada en Valencia, ha analizado recientemente también el impacto en el turismo, principal actividad económica en buena parte de la costa mediterránea.
Estas aguas tan calientes «pueden afectar al turismo porque se está perdiendo confort a la hora del baño y sobre todo confort térmico», señala Pastor. Un estudio de 2024 en el que participó proponía que la temporada alta turística se desplazara hacia la primavera y el otoño, una recomendación que había que tomar con «cuidado» por la probabilidad de lluvias en estas estaciones.
Además de a los turistas, el aumento de la temperatura del mar afecta a todos los que viven en la costa y también muchos kilómetros hacia el interior, haciendo aumentar el número de noches tropicales —aquellas con mínimas de 20 grados—, tórridas —con mínimas de 25— e incluso las que superan los 30 °C de mínima, un fenómeno tan reciente que todavía no tiene un nombre asignado -se baraja usar noches ecuatoriales-.
Poca brisa de mar
La brisa marina se genera por el contraste térmico entre el mar y la tierra, que se enfría y calienta más rápido que el agua al no tener tanta inercia, pero tanto uno como el otro están tan recalentados «que no se crea ese contraste», según Martín Vide, por lo que en las noches en la costa no corre estos días ni una brizna de aire.
«Por la noche, lo normal sería tener vientos desde el interior más frescos que dan un confort térmico para poder descansar», un «efecto regulador» que se está perdiendo por la temperatura del mar, apunta Pastor. Así, ciudades mediterráneas como Barcelona o Tarifa han sufrido noches tórridas por primera vez este junio -25,8 y 25 grados, respectivamente-, según la Aemet.
El efecto se hace notar más allá de la costa, ya que las brisas pueden entrar hasta 100 kilómetros al interior, pero esta distancia se reduce con las olas de calor marinas. El hecho de no poder dormir por las noches afecta intensamente a la población vulnerable, como los mayores o quienes sufren dolencias crónicas.
«Al no descansar bien se agravan sus enfermedades de base, aumentan los ingresos hospitalarios y la mortalidad, sobre todo si viven en pobreza energética y no tienen aparato de aire acondicionado», recuerda el profesor de la Universidad de Barcelona.
Especies invasoras atraídas por el calor
A todo ello se suma el impacto sobre la biodiversidad. «Hay especies autóctonas que tienen que desplazarse», mientras que aquellas que no pueden hacerlo, como algas, corales o moluscos, terminan muriendo en muchas ocasiones.
Las altas temperaturas también permiten que prosperen especies invasoras procedentes de mares más cálidos. En el Mediterráneo se han registrado más de 1.000 especies introducidas, entre un 5% y un 10% del total que se sabe que viven en él, según el Centro de Estudios Avanzados de Blanes, perteneciente al CSIC.
Una de ellas es el pez león, un depredador venenoso y muy voraz que altera gravemente las poblaciones de peces autóctonos, mientras que también hay un gran número de algas, cangrejos y medusas invasoras. También ha venido atraída por las altas temperaturas, primero al Cantábrico y más tarde también al Mediterráneo, la carabela portuguesa, una especie similar a una medusa conocida por su potente veneno.
Reducir las emisiones y contener el calentamiento global será crucial, recuerdan los expertos, para poder seguir disfrutando de la playa, con el agua fresca y sin medusas, así como seguir durmiendo por las noches y limitar inundaciones devastadoras. ECOticias.com