Tres años después del temporal Gloria. La visión de la experta es que la restauración de la naturaleza y la gobernanza con el territorio será aquello que nos defienda a largo plazo, porque en estos episodios extremos el río y el mar retoman aquello que es suyo y tenemos que estar preparadas para prever y pactar cómo asumir los daños inevitables.
Eso representa un cambio de paradigma para la sociedad, que implica prescindir de las actividades que llevamos a cabo en las llanuras de inundación y en primera línea de mar, replantear el uso y abuso que hacemos del agua y recuperar los entornos naturales que hemos destrozado y están relacionados: las dunas, los cauces de los ríos y las zonas de transportes de los sedimentos río abajo. En este marco, la nueva ley de restauración que plantea la Comisión Europea será una oportunidad para Catalunya que no tenemos que dejar escapar.
Miramos atrás para saber hacia dónde debemos caminar. Durante tres días hubo ventoleras de hasta 80 km/h, oleadas de siete metros de altura y lluvias y nevadas abundantes. Esto, evidentemente, tuvo un gran efecto sobre la población, con paseos marítimos hundidos, pérdidas económicas en campos de cultivo, clases canceladas, el confinamiento de la ciudadanía del Baix Ter y trece personas muertas.
Por otro lado, el Gloria también alteró los ecosistemas naturales, con varios ríos desbordados –como el Ter, el Fluvià y la Tordera– y la llegada de agua de mar varios kilómetros tierra adentro al Delta de l’Ebre.
Un futuro con más «Glorias»
Los tres días de Glòria fueron una situación excepcional por la intensidad del temporal. Aun así, hay que recordar que las gotas frías son absolutamente normales en el área mediterránea. En este caso, nos encontramos ante un fenómeno conocido en esta cuenca, pero que debido al cambio climático era particularmente potente y que las predicciones nos dicen que se dará con más frecuencia.
Precisamente, Broekman defiende al respeto que “tenemos que empezar a entenderlos como parte del funcionamiento del territorio catalán y tenemos que aprender a convivir con el riesgo que suponen. Porque ni son los primeros ni serán los últimos sucesos de este tipo que se experimentarán.
Adaptándonos
El primer paso para adaptarnos a estas borrascas es minimizar los daños que tienen sobre los bienes materiales y sobre las personas. «Tenemos que empezar a prescindir de las actividades que realizamos en las llanuras de inundación y en primera línea de mar. Mientras redibujamos la manera en la que entendemos estos espacios, explica la experta del CREAF.
Evidentemente, hará falta re-diseñar estas zonas vulnerables que quedan destrozadas después de los temporales. Y pensarlo implicando a toda la ciudadanía, porque reconstruir, adaptar, reparar y restaurar los daños de estos episodios extremos conlleva unos costes económicos que serán cada vez más importantes. Y se tiene que valorar conjuntamente como afectarán a cada sector y a la naturaleza.
Al respecto, Broekman es clara: “la decisión más económicamente viable y conveniente es evitar la exposición. Y para ello debemos restablecer los mecanismos naturales de protección que hemos echado a perder. Como es el caso de las dunas o los sedimentos de los ríos. Por lo tanto, tenemos que hablar e involucrarnos todos para entender qué comporta. Y para buscar soluciones que sean sostenibles en el tiempo”. Tres años después del temporal Gloria.