Si el Premio Nobel de la Paz reabriera sus ojos, se iría directo a Los Reyes de San Vito de Coto Brus, donde un árbol de corteza amarilla da un verdadero espectáculo
Gabriel García Márquez consideraba que las flores amarillas eran una especie de amuleto de la buena suerte; “mientras haya flores amarillas nada malo puede ocurrirme”, decía.
Si el Premio Nobel de la Paz reabriera sus ojos, se iría directo a Los Reyes de San Vito de Coto Brus, donde un árbol de corteza amarilla da un verdadero espectáculo. La lluvia de flores ha inundado los alrededores del árbol, tal y como evidencian las fotos tomadas por Fabrizio Ulcigrai.