Una guerra comercial abierta desde hace años podría derivar en la profunda destrucción del planeta. Durante un largo tiempo, China ha generado más del 90% de las tierras raras. Australia, Vietnam, Myanmar, Canadá, Brasil, Tanzania y Estados Unidos, junto a otros territorios, también generan este tipo de metales.
Sin embargo, los mayores depósitos encontrados hasta ahora radican en el gigante asiático. Asimismo, el país encabezado por Xi Jinping también tiene el dominio de la industria del procesado de tierras, vital para su uso. Ciñéndonos a su cuota en la industria global, esta es del 90%.
Con una producción de un mínimo del 70% del mercado internacional y un dominio del 90% de la industria de procesado de tierras raras, China se sitúa en un lugar privilegiado en la guerra comercial. De hecho, el país oriental ha utilizado su posición para tomar ventaja respecto a sus rivales.
Por ejemplo, el 21 de diciembre de 2023, la Administración de Xi Jinping restringió la exportación de algunas de sus tecnologías de procesado de tierras raras. Solo era el principio de algo más grande. La guerra comercial sigue hasta el día de hoy, con China y Estados Unidos como grandes protagonistas.
El último movimiento asociado a estos metales lo dio China contra Estados Unidos. 24 horas después de que Donald Trump, presidente de Estados Unidos, sacara a la luz los impuestos que aplicará a la importación de los productos provenientes del extranjero, China respondió.
La guerra comercial entre China y Estados Unidos es palpable
Antes de cerrar 2024, prohibió la exportación de ciertos minerales críticos a Estados Unidos, entre ellos tres metales fundamentales para la industria de los chips: galio, germanio y antimonio. Hace apenas unos días, China agregó dos metales críticos a su lista: escandio y disprosio.
Se trata de elementos químicos menos conocidos, pero son sumamente importantes para aquellas industrias dedicadas a los circuitos integrados, las telecomunicaciones y la elaboración de dispositivos de almacenamiento.
En plena guerra comercial y arancelaria, China ha bloqueado la exportación de tierras raras, pero Estados Unidos no está dispuesto a quedarse de brazos cruzados.
Mientras algunos expertos ya trabajan en nuevos motores eléctricos que no quieren de tierras raras ni imanes, la Casa Blanca sabe dónde buscarlas hasta que modelos como estos prosperen.
Trump tiene la solución para la guerra comercial con China: minería submarina
La administración de Donald Trump ha redactado una orden ejecutiva que permite el almacenamiento de metales hallados en el lecho marino del Océano Pacífico, según Financial Times. Con esta propuesta se busca resistir las incidentes decisiones de China sobre las cadenas de suministro de los minerales críticos.
Dichos metales se hallan en los nódulos polimetálicos del lecho marino, que atesora minerales como níquel, cobalto, cobre, manganeso y trazas de tierras raras.
Como registró el medio británico, el Gobierno de Estados Unidos considera que la minería en aguas profundas puede asegurar una fuente nacional de los materiales que le niega China.
Implantar la minería submarina para acabar con la guerra comercial no será tan fácil
Aunque el plan de Donald Trump para esta guerra comercial no será tan fácil. La Autoridad Internacional de los Fondos Marinos (ISA, por sus siglas en inglés) es la encargada de regular la minería realizada en aguas internacionales.
Aunque se tuvo una reunión reciente, todavía no se ha llegado a un acuerdo sobre cómo proceder con la minería submarina y un gran número de territorios está solicitando una moratoria sobre esta actividad por el impacto que tiene en los ecosistemas marinos.
Según Earthworks, los posibles riesgos ambientales vinculados a la minería submarina son la eliminación de ecosistemas ecológicos, obstaculización de aberturas geotermales, mezcla de aguas abisales ricas en nutrientes con aguas superficiales, exposición de organismos vivos a metales pesados, muertes masivas y mutaciones.
Incluso las prácticas discretas de exploración podrían ocasionar graves catástrofes al ecosistema marino, con especies afectadas que tardarían casi 30 años en recuperarse.
Así es como la guerra comercial mencionada podría derivar en una silenciosa destrucción del planeta. En paralelo, Greenpeace denuncia el peligro de la minería submarina.