Entre el 8 y el 15 de octubre de 2017 una oleada de incendios mantuvo en jaque a poblaciones y dispositivos de extinción del noroeste ibérico. Entre Galicia y Portugal ardieron unas 300 000 hectáreas. Fue uno de los incendios forestales más devastadores de la historia forestal española.
En Galicia se quemaron 47 000 hectáreas en 352 siniestros. La velocidad de propagación del fuego llegó a superar los 6 km/h, lo que supone de tres a nueve veces por encima de la capacidad de extinción. Estos incendios superaron presas, crearon focos secundarios hasta a dos kilómetros de distancia y generaron una tormenta de fuego.
Portugal batió su récord histórico de incendios forestales simultáneos, contabilizándose más de 440 en el centro y norte del país. Aquellos días las condiciones meteorológicas eran especialmente adversas y sucedió algo insólito hasta la fecha: la llegada del frente tropical Ophelia, con vientos huracanados muy secos e intensos que expandieron con facilidad las llamas e hicieron prácticamente imposible su control.
En Galicia, entre el 60 y el 90% de los fuegos mostraron indicios de intencionalidad. En Portugal, fuentes oficiales apuntaron a comportamientos negligentes.
España frena la deforestación
La deforestación aumenta en varios puntos del planeta, pero no en España ni en la Europa mediterránea, han explicado varios especialistas en gestión forestal, que advierten no obstante de la creciente amenaza de los incendios forestales devastadores en masas arbóreas cada vez más grandes y menos cuidadas.
El último Inventario Forestal Nacional elaborado por el Ministerio de Transición Ecológica y Reto Demográfico (MITECO) certifica que la superficie forestal de España ocupa en este momento más de 26 millones de hectáreas, una cifra elevada teniendo en cuenta que el país posee en torno a 50 millones de hectáreas y que rompe con la imagen de un país árido que suele proyectarse públicamente.
«La deforestación aumenta en el Amazonas pero no aquí«, confirma el profesor de Ingeniería Forestal de la Universidad de Lérida, Víctor Resco, «donde cada vez tenemos más bosques, aunque están más abandonados» y, de hecho, la biomasa arbórea actual, que cuenta con más de 680 millones de metros cúbicos, es “mucho mayor” que la que había hace tres decenios.
Una de la causas del incremento es el aumento de zonas protegidas
Una de las causas de este incremento es el aumento de zonas protegidas en los últimos años, incluyendo las de la red ecológica Natura 2000, con más de once millones y medio de hectáreas de superficie forestal en conjunto, según datos del MITECO.
Estas áreas, observa Resco, «ilustran bien el problema derivado de la acumulación de vegetación no gestionada en los bosques«: el 47 % de la superficie quemada en España se ubica precisamente en espacios protegidos, aunque éstos ocupan sólo el 40 % del área forestal total.
La escasa ocupación humana en el medio rural es, en este sentido, un factor determinante, como señala el jefe del Grupo de Actuaciones Forestales (GRAF) de la Generalitat de Cataluña, Marc Castellnou, quien confirma que «hemos abandonado el monte y, como consecuencia, tenemos una gran extensión forestal no gestionada, continua y muy densa«.
Esa densidad hace que, cuando se produce una ignición, las llamas tengan una gran cantidad de combustible a su disposición, mientras que la continuidad facilita que el fuego pueda adquirir suficiente inercia para convertirse en un incendio forestal devastador.
Cuando a estas condiciones se suman los efectos del cambio climático, «que aumenta la evapotranspiración y reduce la humedad de la vegetación», añade Castellnou, los incendios son “mucho más extremos”.
Por qué arden nuestros bosques
La mayoría de los incendios forestales -hasta un 90 % según distintos estudios- son provocados por el ser humano, aunque Resco apunta que ese porcentaje se está reduciendo, si bien los incendios son más grandes y arden con mayor intensidad por lo que considera necesario «dejar de preguntar por el inicio del fuego y empezar a hablar de los factores estructurales» que lo facilitan y potencian, empezando por la cantidad y el estado de la vegetación.
Otro factor relevante, en palabras de Marcelino Núñez, delegado en Extremadura de la Agencia Estatal de Meteorología (AEMET) y experto en incendios forestales, es «el cambio climático, responsable de olas de calor cada vez más largas e intensas” y de la “intensificación de las estaciones secas y cálidas”.
Núñez también destaca la importancia creciente de las interfaces urbano-forestales, “las zonas en las que las áreas urbanas colindan con espacios forestales”, donde los incendios son “cada año más frecuentes”.
Qué hacer en esta situación
Ante esta situación, los expertos consultados recomiendan aplicar medidas preventivas de gestión, como la reintroducción de herbívoros que reduzcan el pasto, el fomento de usos económicos sostenibles -que atraigan población al mundo rural-, los fuegos controlados o las talas de ejemplares para reducir su densidad.
Además, apuntan la necesidad de diversificar los espacios naturales mediante “mosaicos forestales”: la creación de paisajes caracterizados por la combinación de distintos tipos de vegetación y usos del suelo, que limitan la intensidad que puede alcanzar el fuego y facilitan su extinción.
“Necesitamos tener bosques viejos, jóvenes, adolescentes, en regeneración…, necesitamos herbívoros, necesitamos toda esa diversidad porque no sabemos la combinación que nos va a permitir resistir la situación actual”, resume Castellnou. EFE / ECOticias.com