La agrovoltaica vuelve a colocarse en el centro del debate sobre el uso del suelo con un resultado práctico que suele decidir la viabilidad de los proyectos. Cuánto espacio hay que dejar entre filas de paneles para que la tierra siga siendo tierra de cultivo y no un terreno residual. Un estudio liderado por investigadores de la Universidad de Turku (Finlandia), centrado en paneles verticales bifaciales en latitudes altas, propone un umbral claro. A partir de 8 metros de separación los cultivos reciben al menos el 75% de la irradiación y el impacto esperado se considera limitado frente a un campo sin placas.
El trabajo, publicado en Applied Energy, modeliza un sistema con orientación este oeste, 15 filas de módulos, 1 metro de altura libre y un margen lateral adicional pensado para el paso de maquinaria agrícola. Al simular separaciones desde 5 hasta 100 metros, los autores observan que el salto más relevante se produce al ensanchar las calles hasta 10 metros, mientras que por encima de 20 metros las ganancias empiezan a estabilizarse.
La cifra que más interesa al agricultor no es solo el mínimo “aceptable”, sino el punto en el que la merma de producción deja de ser un coste estructural. En ese sentido, el análisis estima que, para mantener el 90% del rendimiento agrícola respecto a una parcela de referencia, la separación óptima entre filas debería situarse entre 11,3 y 13,7 metros. Esa horquilla introduce un matiz importante. 8 metros puede ser el suelo de viabilidad, pero el equilibrio fino entre alimento y kilovatio tiende a requerir más aire.
El estudio también cuantifica un efecto menos intuitivo para el público general. El cultivo elegido altera la producción eléctrica por cambios de albedo (la fracción de luz que refleja el suelo y la vegetación y que puede aprovechar un panel bifacial). En la simulación, la cebada de invierno se asocia con la mayor generación, mientras que la avena arroja la más baja.
La orientación añade otra capa al dilema. En la comparación incluida por los investigadores, los sistemas verticales este oeste muestran ventajas económicas por su perfil de producción con dos picos diarios (mañana y tarde), más alineado con la demanda y con ciertos escenarios de precios. Aun así, el artículo señala que los emplazamientos con sombras al sur se comportan como los más adecuados para esta tipología, lo que obliga a un diseño cuidadoso del entorno (árboles, lindes y obstáculos próximos).
La conclusión llega en un momento en que Europa busca fórmulas para acelerar renovables sin agravar el conflicto por el suelo. El Centro Común de Investigación (JRC) de la Comisión Europea ha subrayado que la agrofotovoltaica es relevante para políticas energéticas y agrarias y que su despliegue exige abordar de forma conjunta energía, rendimiento del cultivo y biodiversidad, además de cerrar vacíos de estándares y definiciones. En paralelo, la IEA PVPS trabaja en un marco de colaboración internacional para armonizar métricas y definiciones y sintetizar evidencia sobre el sector.
Queda, sin embargo, la pregunta que separa el laboratorio del campo. Estos resultados se apoyan en simulaciones y en supuestos propios de latitudes altas, con condiciones de sol y estacionalidad distintas a las del arco mediterráneo. El mensaje operativo es sólido (el espacio importa y mucho), pero la traslación a zonas como España dependerá de ensayos locales por cultivo, manejo del riego, maquinaria y estructura de precios eléctricos.




















