El futuro de los barcos podría radicar en un combustible más antiguo que el Titanic. Supondría el fin de los motores eléctricos. Una proeza histórica que se suma al barco que ha recuperado un combustible del siglo XV. El transporte marítimo se encuentra a grandes desafíos para lograr la descarbonización global. Actualmente, es responsable de la movilización de más del 80% del comercio global.
La lucha por bajar las emisiones de carbono en este sector, que actualmente supone alrededor del 3% de las emisiones globales de gases de efecto invernadero, según Infobae, no es un proceso fácil. Con la progresiva presión internacional y los objetivos ambientales fijados para 2050, las navieras trabajan en la obtención de soluciones innovadoras y óptimas para lograr la neutralidad de carbono. A partir de 2023, la Organización Marítima Internacional (OMI) anunció su plan para bajar las emisiones del transporte marítimo en al menos un 50% para 2050.
No obstante, el reto es muy grande. La flota mundial depende en gran parte de combustibles fósiles y los esfuerzos por instaurar tecnologías más compasivas con el medio ambiente no avanzan rápido. La adopción de combustibles alternativos como el hidrógeno verde, el amoníaco o los biocombustibles han mostrado un nuevo camino. Sin embargo, todavía representan una sola fracción del consumo global de energía del sector. En este contexto, una compañía ha hallado un combustible más antiguo que el Titanic que podría representar el futuro de los barcos.
El futuro de los barcos llega de la mano de un combustible más antiguo que el Titanic
Si el sector marítimo desea cumplir con las regulaciones impuestas para restringir las emisiones de NOx y SOx, gases perjudiciales provocados por los sistemas de propulsión que usan motores de combustión, tendrá que culminar su proceso de electrificación. Entre las diferentes tecnologías viables, las baterías de tracción podrían convertirse en la alternativa más adecuada para ajustarse de forma económica y técnica a las demandas de potencia, energía y autonomía de los grandes barcos transoceánicos. No obstante, esta no es la única vía que se está contemplando.
Las regulaciones medioambientales exigen a las compañías navieras ser neutrales en carbono para 2050. Esto sumado al aumento del coste de los combustibles obliga a acelerar la eficiencia energética de los imponentes buques de carga bajando sus emisiones. Una manera de conseguirlo es recurriendo a una tecnología milenaria más antigua que el Titanic: las velas.
Cabe destacar que las velas fueron una herramienta esencial en la navegación comercial hasta pasada la Segunda Guerra Mundial. Sin embargo, contemplaba dos problemas que hicieron que muchos años se prescindiera de ellas: requieren de grandes tripulaciones y hacen depender al vehículo del viento para alcanzar velocidad de avance. Estos aspectos han llevado a los grandes buques a utilizar vapor y diésel.
De esta manera, un barco de 921 toneladas requiere de una tripulación de alrededor de 30 personas para manejar las velas. A partir de la crisis energética de los años 70, comenzó a renacer la idea de volver a utilizar las velas para disminuir el coste de los combustibles. La investigación avanzada ha permitido llegar a versiones modernizadas de esta tecnología.
Más allá del hidrógeno y los motores eléctricos, aparece este combustible como el futuro de los barcos
Gecheng Zha, profesor de ingeniería aeroespacial en la Universidad de Miami, ha trabajado en un planteamiento basado en los rotores Flettner, ya utilizados en la década de 1920, y que funcionan usando el efecto Magnus con el uso de unos grandes cilindros giratorios instalados en la cubierta del barco.
Cuando el viento pasa sobre los cilindros en rotación, se crea una diferencia de presión entre los lados del cilindro por el cambio en la velocidad del aire, lo que genera un empuje perpendicular al flujo del viento. Este empuje agregado contribuye a propulsar el barco, disminuyendo la necesidad de utilizar los motores principales y el consumo de combustible.
Zha asegura que se trata de un sistema extremadamente eficiente que puede brindar el 100% del empuje necesario para mover el barco, con un coeficiente de sustentación muy alto y una disminución considerable de la resistencia aerodinámica.
En conclusión, este combustible más antiguo que el Titanic (aire) podría ser el futuro de los barcos, un futuro que también se busca con la adopción de motores de hidrógeno y la recurrencia a la sal.