Especialmente sofisticados son los medios y técnicas que emplean contra los “ecodelincuentes” los agentes del Servicio de Protección de la Naturaleza (SEPRONA, dependiente de la Guardia Civil y los técnicos del laboratorio de criminalística que les apoyan. “Las redes que se dedican a la caza ilegal o al tráfico de especies –advierte el comandante del SEPRONA, Modesto Piriz- tienen equipos carísimos porque mueven cantidades impresionantes de dinero, y nuestra obligación es responder con los medios más modernos y eficaces de los que podamos disponer”. Y no es poco de lo que disponen. Entre otros aparatos, los agentes motorizados y los “guardias de bata blanca” manejan microscopios de barrido electrónico y espectrómetros de masas que identifican rápidamente los componentes de cualquier sustancia; gafas de visión nocturna que funcionan con un haz de luz infrarroja invisible para cualquier furtivo o contaminador pero que permiten a los agentes ver en condiciones de absoluta oscuridad; coches y motocicletas todo terreno; sofisticados equipos informáticos; aparatos para medir ondas radiactivas; analizadores multiparamétricos de agua; sonómetros para medir niveles peligrosos de ruido; frigoríficos portátiles para conservación de muestras; y, cómo no, laboratorios para análisis de ADN.
Los análisis de ADN están revolucionando la investigación criminal en todo el mundo, tanto para asesinatos como en delitos relacionados con la fauna protegida. Es el caso de unos halcones “secuestrados” de su nido y encontrados por la Guardia Civil en Pastrana (Guadalajara): por el ADN de una pluma tomada en un nido de Guadalajara pudo determinarse que los halcones encontrados al supuesto expoliador de nidos eran parientes del ejemplar salvaje del que se extrajo la pluma, de modo que los primeros no podían proceder de la cría en cautividad. A pesar de la rotundidad de los datos, el juez no admitió la prueba en la sentencia absolutoria aduciendo “defectos de forma” en la toma de muestras. En muchos casos, los jueces y fiscales trabajan muy por detrás de los peritos y de la tecnología pericial.
Más exitosa resultó la denominada “Operación Puma”, un sofisticado dispositivo por el que agentes del SEPRONA desarticularon una red que había vendido animales protegidos en 22 provincias españolas. A partir de un anuncio en prensa (“Animales exóticos protegidos”), agentes de este cuerpo en Madrid montaron un complejo operativo que incluía seguimiento a los sospechosos, grabación en video, análisis y comprobación de documentos, escuchas telefónicas y registros domiciliarios, siempre con autorización del juez. “En la casa donde se guardaban los animales –cuenta el cabo primero González, uno de los detectives del caso- investigamos hasta la basura para estudiar el tipo de animales encerrados”. En el último momento, y como sacado de una película policíaca, los agentes intervinieron en medio de una venta ilegal, concretamente, de monos titís de Guinea.
Vertidos con rastro
Con lo que más tiene que lidiar la unidad medioambiental de la Policía Municipal de Madrid es con el vertido de residuos a las aguas y los suelos de la capital. En estos casos, los agentes toman muestras de contaminantes, pero, además rastrean la zona como sabuesos en busca de marcas de ruedas, etiquetas, bidones, huellas dactilares y otros indicios que conduzcan a los ecodelincuentes. Es el caso de unos desechos clínicos que la Policía Municipal de Madrid encontró en los alrededores del estadio de la Peineta. Nada más hallarse estos materiales potencialmente tóxicos o infectantes, se acordonó la zona y se procedió a una minuciosa inspección ocular en la que se recuperaron etiquetas y otros elementos que apuntaban hacia el hospital de La Paz. Del análisis de sus documentos se extrajo que el centro sanitario había entregado sus desechos correctamente a una empresa gestora, hacia la que recayeron entonces todas las sospechas. Por las huellas de neumáticos y por el testimonio de personas que paseaban por allí, se supo, además, que los restos habían sido transportados al descampado en un camión. Finalmente, uno de los camioneros que trabajaba para la empresa gestora confesó su delito a la policía local.
Al hospital de animales de la organización GREFA llegan todas las semanas ejemplares protegidos con señales de haber muerto en circunstancias ilegales, a menudo, remitidos por la Guardia Civil. Es el caso de una hemba de gavilán encontrada muerta en un camino de Villaviciosa de Odón, cuya necropsia va a realizar Yeray Seminario, veterinario de esta entidad conservacionista. La muerte natural está descartada porque se trata de un ejemplar fuerte y sano. Las radiografías a la rapaz protegida no revelaron la presencia de perdigones en el cuerpo, pese al orificio sanguinolento en el buche, que puede deberse a un picotazo de otro depredador o a que el animal haya reventado literalmente por haber ingerido un cebo envenenado. Al abrir el cadáver, se ve que el agujero en el buche se continúa por los músculos pectorales y el esternón. Esto, los hematomas en esa zona, en los pulmones y en el cráneo, una luxación en el hombro izquierdo y la presencia de sangre fresca hacen pensar nuevamente en una muerte por traumatismo (seguramente un disparo y el golpe al caer desde una gran altura). El hecho de no encontrarse perdigones ni orificios de salida complica el dictamen, pero finalmente, la conclusión probable de la necropisa es una muerte por disparo. A partir de este momento, algún desaprensivo que haya estado cazando la semana anterior en uno de los contados cotos de Villaviciosa puede tener problemas, ya que matar a una rapaz protegida es un delito ecológico.
ADe todos modos -matiza el Aecoforense@-, en este caso el animal llevaba varios días muerto cuando fue encontrado y está en proceso de putrefacción, y eso complica mucho el dictamen; las lesiones son coincidentes con una muerte por disparo pero no puede descartarse un envenamiento@. Por este motivo, se envía una muestra al departamento de Toxicología de la Universidad Autónoma de Barcelona.
En algunos casos, la entomología o estudio de los insectos, que popularizase AEl silencio de los Corderos@, permite averiguar con precisión, según el tamaño de la fauna cadavérica que se encuentre, desde cuándo existe el cadáver, es decir, cuando murió el animal. Esto proporciona a los investigadores una información valiosísima que puede conducir hacia los sospechosos de un delito contra la fauna.
Inspección ocular
Haya o no un cadáver, la inspección ocular inicial es un momento clave de la investigación ya que, tras ese primer análisis, puede que nunca más aparezcan los datos que conduzcan hacia los ecodelincuentes: huellas dactilares, proyectiles, casquillos, pelos con raíz y ADN, marcas de calzado, restos de pintura, contaminantes y otros muchos indicios son dejados involuntariamente por los autores del delito para que estos Apolicías de bata blanca@ los conviertan en pruebas irrefutables durante el juicio penal ASi este primer escalón se hace mal, no hay nada que hacer luego Bseñala el coronal José Antonio Sánchez Molero, jefe del Servicio de Criminología de la Guardia Civil-. Nosotros decimos que no hay delito perfecto sino inspección ocular mal realizada@.
Expertos en inspecciones oculares son las Brigadas de Investigación de Incendios Forestales (BIIF), un experimentado equipo de ingenieros forestales e ingenieros técnicos que colaboran como peritos con las diferentes policías en la tarea de buscar culpable a tanto fuego delictivo. Armados de termoanemómetros, termohidrómetros y otros aparatos de precisión, estos Apiroforenses@ reconstruyen el incendio hacia atrás Aleyendo@ en los troncos calcinados (más negros en la cara más expuesta, menos quemados en la cara opuesta) y llegan a la Azona de inicio@ donde el incendiario seguramente haya dejado pistas sobre su identidad.
ALa zona de inicio Bexplica Miguel Ángel Porrero, coordinador de las BIIF- se acordona y se hace una inspección ocular fina, como hacen los forenses: se tamiza, se crean unas calles con unas cuerdas, el investigador se pone de rodillas y busca algún resto del inicio del incendio@. Se trata de un trabajo muy minucioso que recupera casi siempre restos significativos, como piñas en zonas donde no hay pinos, una vela en un vaso de plástico, restos de líquidos inflamables detectables por el olor, un cigarro dentro de una caja de cerillas, una colilla en una zona donde no llegan excursionistas, un mechero o una mecha lenta. ALa mayoría de las veces Bexplica el coronel García, jefe del laboratorio de Medio Ambiente de la Dirección General de la Guardia Civil-, se determina el acelerante de la combustión. Estamos trabajando para determinar también el tipo de aditivo, algo que puede revelar, por ejemplo, un gasoil agrícola que apuntaría hacia agricultores de la zona@. La policía científica tiene, incluso, perros adiestrados para detectar el olor de una gasolina o la parafina de una vela, aunque, hasta la fecha, no los ha utilizado en incendios forestales sino en incendios de naves o viviendas.
Rafael Carrasco / ECOticias.com (TODOS LOS DERECHOS RESERVADOS)