La ‘mala idea’ de hervir crustáceos vivos. El método que tradicionalmente se emplea para matar langostas, bogavantes y otros crustáceos destinados al consumo humano, consiste en hervirlos vivos, y está legalmente permitido en España. Esto pese a que el aturdimiento previo al sacrificio es un requisito legal en los mataderos para los demás animales destinados al consumo (mamíferos y aves).
Ya hace casi dos décadas que el Panel Científico sobre Salud y Bienestar Animal de la propia Autoridad Europea de Seguridad Alimentaria concluyó que “los crustáceos decápodos más grandes tienen un comportamiento complejo. Y parecen tener cierto grado de conciencia. Tienen un sistema de dolor y una capacidad de aprendizaje considerable”. Y que “todos los decápodos deberían recibir protección”.
Científicamente probado que los crustáceos son seres sintientes
En resumen, está científicamente probado que los crustáceos son seres sintientes. Y hervirlos vivos es una técnica cruel que les produce enorme sufrimiento y angustia antes de la muerte. Lo que está demostrado por la lucha, los golpes y los intentos de escape que muestran estos animales cuando son sumergidos en agua hirviendo. La ‘mala idea’ de hervir crustáceos vivos.
Algunos países como Reino Unido plantean incluir en su legislación de bienestar animal a los moluscos, cefalópodos y crustáceos decápodos, después de considerarlos seres sintientes.
Multitud de estudios científicos avalan que estos invertebrados sienten dolor y otras emociones. Lo que abre un dilema moral y ético en las decisiones políticas de muchos estados, según un análisis publicado en la revista Science.
Seres sintientes
A finales de 2021, Reino Unido consideró a los invertebrados –como moluscos cefalópodos y los crustáceos decápodos– seres sintientes, capaces de experimentar dolor emocional, tras analizar más de 300 artículos científicos al respecto.
El gobierno británico decidió entonces sugerir su protección a través de su proyecto de Ley de Bienestar Animal para evitar su sufrimiento.
El país se uniría así a un puñado de naciones que reconocen la capacidad de sentir de estos invertebrados, con lo que se prohibirían, por ejemplo, ciertas costumbres como la de hervir las langostas vivas, en lugar de acabar con su vida de manera ética.
La decisión se basa en la evidencia de que las emociones y las experiencias sentidas –conocido como sintiencia– no se limitan a los humanos y otros mamíferos.



















