A diferencia de las personas, los árboles no cuentan con el complejo sistema nervioso que configura la memoria humana. Sin embargo, sí tienen sistemas propios para retener información de estímulos pasados y saber cómo responder a ellos en el futuro. Aunque son distintos al de los animales, el objetivo sigue siendo el mismo: aprender a adaptarse a los cambios.
Esta habilidad, llamada memoria ecológica, se construye a través de procesos históricos como las variaciones en el clima o los movimientos de las placas tectónicas. Toda esta actividad deja huella en los ecosistemas que hace que adquieran determinadas características.
Estos procesos históricos, sumados a los procesos de erosión o el uso del terreno por parte de la actividad humana, generan los “archivos” en los que se va almacenando la memoria ecológica. A estas configuraciones históricas de los ecosistemas se las denomina referentes históricos.
De árboles y memoria
El 2025 está siendo un año marcado por la cantidad de incendios en toda Catalunya. A esta situación, hay que sumar que nos encontramos en un contexto muy marcado por la sequía y esto no lo pondrá nada fácil en los bosques para recuperarse después de un incendio. La memoria ecológica es una de las estrategias de los árboles que tienen para recordar estímulos ambientales o situaciones, pero la sequía ha sido demasiado severa.
Tenemos los embalses al 75-80% de su capacidad y la primavera ha sido lluviosa, pero los efectos de una sequía en el bosque no desaparecen de inmediato cuando vuelve la lluvia. Aún hoy, muchos árboles continúan debilitados por la falta de agua acumulada durante los últimos años y “recuerdan” el desgaste por el estrés hídrico que sufrieron durante los años anteriores. De hecho, un reciente estudio del Servicio Meteorológico de Catalunya apuntaba que entre 2021 y 2024 hemos vivido la sequía más grave desde que se tienen registros.
¿En qué consiste la memoria ecológica?
A diferencia de la mayoría de los animales, los árboles no pueden moverse del lugar donde viven. Esto significa que a lo largo de su evolución han desarrollado estrategias propias para hacer frente a situaciones ambientales desfavorables y sobrevivir frente a situaciones extremas. Una de ellas es la memoria ecológica, que es la capacidad de los ecosistemas de “recordar” estímulos o situaciones como la falta de agua o calor extremo y aprender a responder adaptándose a los cambios.
En estos casos, la memoria ecológica puede resultar beneficiosa. Sin embargo, estos procesos no siempre son suficientes cuando los cambios son drásticos e intensos, el nivel de sufrimiento histórico condicionará la capacidad de estos árboles para hacer frente a perturbaciones y adaptarse a nuevas situaciones. Por ejemplo, recuperarse después de otra sequía o rebrotar después de un incendio.
Si no hay piñas, tampoco habrá semillas que germinen
El CREAF realiza muestreos de forma regular en varias las parcelas del Inventario Forestal Nacional (IFN) que hay por toda Catalunya. A raíz de la sequía de los últimos años, se ha visto que la producción de piñas de los pinos ha descendido en picado , y muchas no llegan a ser maduras. Esto significa que hay menos piñones disponibles para germinar y, por tanto, los pinares tendrán menos capacidad para regenerarse después de un incendio.
Sin embargo, tener menos semillas puede ser un hecho positivo. Si crecen menos árboles, habrá menos competencia por el agua entre ellos y la dinámica del bosque será más equilibrada. Además, este crecimiento más espaciado entre los árboles puede dar lugar a una estructura forestal más resiliente frente a nuevas perturbaciones.
La gestión debe ser eficiente
La gestión forestal debe tener en cuenta la historia reciente de un bosque y todas las perturbaciones que ha sufrido, como las sequías, que son cada vez más intensas y más frecuentes. Por eso, el CREAF apoya la visión de la gestión forestal adaptativa , una estrategia de gestión que busca aprender y adaptarse a los contextos de incertidumbre promovidos por el cambio climático.
Se trata de un proceso flexible de toma de decisiones basado en la evidencia científica y el seguimiento de las prácticas de gestión. La clave está en ajustarlas de manera continua para hacer los bosques más resilientes a nuevos escenarios ambientales. ECOticias.com