Hay dos especies de acacias, ambas son invasoras, aunque se considera que la negra reviste mayor peligro que la mimosa. En la Sierra de Lousã ubicada en el centro de Portugal, se ha comprobado que la proliferación de ambas está siendo muy nociva para los ecosistemas locales.
Una investigación que se publicó de forma reciente en Neobiota, una prestigiosa revista científica, destaca la fragmentación que existe en este paraje forestal y los nocivos efectos que tiene la proliferación de esta especie invasora a nivel del suelo y en las profundidades.
Acacias: especies invasoras en el bosque Atlántico
La proliferación de las acacias compromete la estabilidad de los bosques atlánticos según un estudio que ha realizado un equipo de investigadores de las universidades de Vigo y Coimbra, liderados por Raquel Juan Ovejero, investigadora postdoctoral en el Departamento de Ecología y Biología Animal de la institución académica viguesa.
La investigación, que acaba de ser publicada en la revista científica Neobiota, se desarrolló recientemente en la Sierra de Lousã, en el centro de Portugal. Esa zona, tal y como apunta el estudio, presenta un paisaje forestal fragmentado, donde conviven plantaciones de pinos y otras coníferas introducidas, bosques nativos de robles y castaños, y matorrales mediterráneos.
La hipótesis principal de la investigación era que la invasión de la acacia, tanto la mimosa como la negra, alteraría la estructura de la vegetación, la calidad de la hojarasca y el suelo, y las comunidades de colémbolos (pequeños invertebrados del suelo fundamentales para el ciclo de nutrientes y la descomposición de la materia orgánica), provocando efectos en cascada en la dinámica del ecosistema.
Los resultados del estudio mostraron que los altos niveles de invasión de este árbol de la familia de las leguminosas se asocian con una reducción de la cobertura de hierbas y de la riqueza de especies vegetales porque la acacia domina el sotobosque, superando a las especies nativas.
Degradación de los suelos
Además, se detectó que la invasión de acacia provocó una disminución significativa en la relación carbono-nitrógeno de la hojarasca y un aumento en el carbono orgánico del suelo. Estas alteraciones son consecuencia de las propiedades de fijación de nitrógeno de la acacia y la resistencia de su hojarasca a la descomposición, lo que cambia la química del suelo a largo plazo.
De acuerdo con el estudio, si bien la invasión de acacia no tuvo un efecto directo considerable en la abundancia general de las comunidades de colémbolos, sí se observaron efectos en ellos. Así, los hemiedáficos (habitan en la zona de transición entre la superficie del suelo y las capas más profundas) mostraron una respuesta negativa a la relación carbono-nitrógeno de la hojarasca.
Mientras, los euedáficos, que residen en las capas más profundas del suelo, respondieron positivamente al aumento del carbono orgánico. Estos resultados reflejan que los impactos de la invasión de acacia se manifiestan de manera indirecta y afectan a la estructura funcional de las comunidades subterráneas a través de cambios en las condiciones del suelo.
Necesidad de adoptar medidas para la erradicación
El estudio concluye que incluso niveles bajos de invasión de acacia alteran profundamente la dinámica tanto por encima como por debajo del suelo. Los hallazgos resaltan, para los investigadores, la necesidad de adoptar medidas de manejo proactivas para controlar la propagación de estas especies.
La investigación sugiere que la intervención temprana en áreas con infestaciones pequeñas es la estrategia más efectiva para prevenir impactos ecológicos más graves y a gran escala, ya que las especies de acacia tienen bancos de semillas persistentes y pueden rebrotar después de perturbaciones.
Según explica la responsable del estudio al diario de la Universidad de Vigo, en Portugal la situación es especialmente grave al ser el país mediterráneo con mayor número de especies de acacias invasoras, favorecidas por el abandono rural y la fragmentación forestal.
Raquel Juan sostiene que Galicia sigue de cerca esta tendencia y, en consecuencia, aumenta la vulnerabilidad de bosques y matorrales, donde las acacias avanzan rápidamente y provocan pérdidas de biodiversidad, cambios en el suelo y mayores dificultades para la gestión forestal.
Las conclusiones del estudio apuntan a que se debe gestionar de manera urgente la invasión de ambas subespecies de acacias con el fin de detener su avance y proteger a los ecosistemas de los bosques atlánticos y la biodiversidad asociada a los mismos. EFE / ECOticias.com