Cuando compramos alimentos, solemos concentrar nuestra atención en la calidad, el sabor, la frescura, el vencimiento y hasta en el aspecto de los productos. Sin embargo, muchas veces pasamos por alto un componente que desempeña un papel crucial en la preservación y la seguridad de esos productos: el envase.
Estos recipientes pueden estar formados por una variedad de materiales –plásticos, papel, cartón, metal, vidrio, adhesivos, tintas, barnices…– que no solo brindan una presentación atractiva, sino que también cumplen una serie de funciones fundamentales para mantener la frescura, la calidad y la inocuidad de la comida que consumimos a diario.
Para fabricarlos, hace falta añadir compuestos químicos –estabilizadores, antioxidantes, plastificantes, colorantes, lubricantes, etc.– que garantizan la funcionalidad del envase. Llamados aditivos, pueden transferirse al alimento por un proceso denominado migración que afecta a la seguridad y calidad de los productos alimenticios. Algunos pueden ser nocivos para la salud e incluso producir cáncer.
¿Qué hay en el envase de tus alimentos?
Hogar sin tóxicos ha solicitado a la presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen, y a varios eurodiputados españoles miembros de la Comisión de Medio Ambiente, Salud Pública y Seguridad Alimentaria del Parlamento Europeo que se actualice urgentemente la obsoleta normativa que regula la presencia de sustancias tóxicas en materiales en contacto con alimentos.
El retraso en la reforma general del deficiente Reglamento de la UE sobre esta materia (CE 1935/2004), que lleva más de 20 años sin ser debidamente actualizado, está permitiendo que millones de personas sigan exponiéndose inadvertidamente a sustancias que pueden estar afectando su salud y que no han sido adecuadamente reguladas. Por ello urge que la Comisión Europea cumpla su compromiso de reformar la normativa y presente un Reglamento mejorado en un plazo claro finalizando el proceso durante esta legislatura.
Según Carlos de Prada, responsable de Hogar sin tóxicos, “una de las principales vías por las que muchas sustancias tóxicas pueden llegar al cuerpo humano son precisamente los materiales desde los que esos contaminantes pueden migrar hacia la comida.
Y así lo ha dejado claro la comunidad científica en infinidad de estudios e informes. En muchos casos, la cantidad de contaminantes que ingerimos por esta vía puede superar enormemente a otras posibles formas de contaminación alimentaria. Y todo esto a pesar de la inocente apariencia superficial de estos materiales tan presentes en nuestro día a día”.
Muchos de los alimentos y bebidas que consumimos hoy en día los occidentales están en contacto con materiales desde los que pueden liberarse una serie de sustancias perjudiciales. Productos cárnicos en contacto con bandejas y films plásticos; alimentos y bebidas en latas revestidas interiormente con ciertos barnices o resinas sintéticas; comida rápida envasada en cartones tratados con sustancias antigrasa o hidrófugas.
Además de papeles para el horno o para envolver el pescado y la carne en los supermercados; vajillas de usar y tirar que han recibido ciertos tratamientos o aditivos; túpers de plástico; moldes y envoltorios para pasteles; utensilios de cocina antiadherentes; ciertas bolsas de palomitas para microondas, etc.
Casi 400 sustancias que deberían perocuparte
En la UE, según un informe de la Comisión Europea que reconocía defectos en la legislación, se ha autorizado el uso de unas 8.000 sustancias en materiales en contacto con alimentos. Un estudio científico de 20228 encontró que en este tipo de materiales se emplean al menos 388 sustancias clasificadas como muy preocupantes por sus propiedades cancerígenas, mutágenas, tóxicas para la reproducción (CMR), persistentes y bioacumulables y/o disruptoras endocrinas.
“Hablamos de sustancias que deberían ser eliminadas si se aplicase alguna vez la Estrategia de la UE sobre Sustancias Químicas para la Sostenibilidad que presentó la Comisión Europea en 2020, pero que no se está aplicando adecuadamente”, según subraya Carlos de Prada.
Como señala este experto, “mientras la ciencia nos advierte acerca de la peligrosidad de cientos de sustancias, las autoridades actúan, tarde y mal, solo frente a unas pocas. Un ejemplo es la reciente prohibición del bisfenol A en la UE en materiales en contacto con alimentos, tras más de 20 años de ignorar las advertencias científicas.
Ahora se reconoce que se nos estuvo diciendo que era seguro exponernos a unas concentraciones de decenas a cientos de miles de veces más altas de las que ahora se nos dice que son seguras. Pero es una medida claramente insuficiente. Hay otros muchos bisfenoles y centenares de otros contaminantes diferentes que también entrañan riesgos y sobre los que aún no se ha actuado”.
Una base de datos científica muestra que esta industria, a escala global, utiliza más de 12.000 sustancias para producir materiales que pueden ponerse en contacto con alimentos, muchas de las cuales pueden liberarse y contaminar la comida. De ellas, 1.411 se destacaban como preocupantes a pesar de no contar con una clasificación oficial de riesgo. Sobre más de 3.500 sustancias no había información de toxicidad públicamente disponible.
Otra estimación científica hablaba de más de 14.000 sustancias conocidas presentes en materiales en contacto con alimentos, algo más del 25 % de las cuales (3.601) ya han sido detectadas en el cuerpo humano y al menos 608 tendrían propiedades peligrosas.
Cáncer, infertilidad y enfermedades metabólicas
En 2020, una declaración científica de consenso lamentaba que en Europa se haya autorizado el uso de muchas sustancias químicas clasificadas como altamente preocupantes en los materiales en contacto con alimentos y que la evaluación actual de la seguridad de estas sustancias fuese ineficaz para proteger la salud humana. Los científicos decían que se deberían revisar esas autorizaciones a la luz de lo que hoy sabe la ciencia.
Se debe tener en cuenta que la ciencia ha asociado la exposición a sustancias de este tipo a múltiples problemas de salud cuya prevalencia crece en la sociedad occidental (varias clases de cáncer, infertilidad y enfermedades metabólicas como la diabetes, etc.).
Hoy en día la normativa de la UE permite que en materiales en contacto con alimentos haya muchas sustancias, como diversos bisfenoles, ftalatos o PFAS, entre otras, que se sabe que tienen propiedades peligrosas como, por ejemplo, ser cancerígenas, mutagénicas y tóxicas para la reproducción, o disruptoras endocrinas, pudiendo causar efectos adversos en la salud, con frecuencia a muy bajas concentraciones.
La propia Comisión Europea admitió, en una evaluación publicada en 2022, que las leyes actuales han fracasado a la hora de conseguir el objetivo de proteger debidamente la salud pública frente a las sustancias tóxicas presentes en estos materiales.
Sin embargo, pese al reconocimiento oficial de estar ante un serio problema de contaminación alimentaria, este sigue sin ser abordado adecuadamente. Los investigadores denunciaban que la normativa actual subestima los riesgos de muchas sustancias por no tener en cuenta de forma debida lo que hoy sabe la ciencia acerca de ellas.
Las organizaciones de la sociedad civil llevan años denunciando la situación. Sin ir más lejos, el pasado mes de diciembre 52 organizaciones ambientales, de consumidores y de salud, entre ellas Hogar sin tóxicos, dirigieron una carta a la presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen, pidiendo que se agilizase la reforma de la normativa, pero aún no se ha obtenido respuesta.
Con anterioridad 170 organizaciones emitieron una declaración conjunta preocupadas porque muchas sustancias presentes en materiales en contacto con alimentos y asociadas a problemas de salud hayan sido detectadas por la ciencia en muestras de orina, sangre y leche materna.
Deficiencias en las normas de la UE
Una deficiencia importante de la normativa de la UE es que no aborda adecuadamente todos los tipos de materiales que pueden estar en contacto con alimentos. Se ha puesto más atención, por ejemplo, en los plásticos, y aun así de modo manifiestamente mejorable, pero no se han establecido normas a nivel de la UE para buena parte del resto de materiales a pesar de que también pueden contener sustancias nocivas de forma más que notable y de que se trata de elementos vastamente utilizados (papel y cartón, metal, multimateriales, siliconas, adhesivos, revestimientos, tintas, etc.).
Sin embargo, algunos de los grupos de sustancias tóxicas que más preocupan a la comunidad científica tienen especial presencia, precisamente, en estos tipos de materiales que no han sido debidamente regulados. Es el caso de bisfenoles tóxicos que pueden estar presentes en latas de comida y bebida.
También de los tristemente célebres PFAS o “tóxicos eternos”, presentes en infinidad de envases o envoltorios de papel y cartón para alimentos o en bolsas de palomitas de maíz para el microondas. Un informe de 2021 mostraba, por ejemplo, que los PFAS se emplean en envases de muchos restaurantes de comida rápida y para llevar, así como en supermercados de toda Europa.
Pero los ejemplos que podrían citarse son muchos más: ftalatos, que pueden ser más frecuentes en los plásticos, a los que son aportados como reblandecedores pero que también han sido detectados en otros materiales como el cartón reciclado; o ciertos moldes de silicona empleados para hornear pasteles o magdalenas desde los cuales se pueden liberar algunos siloxanos cíclicos asociados a efectos de disrupción hormonal, entre otras muchas posibilidades.
Por otro lado, la inexistencia de una legislación común en la UE para muchos de los materiales que están en contacto con los alimentos ha llevado a que algunos países apliquen medidas unilaterales. Así sucedió, por ejemplo, cuando Francia decidió prohibir el bisfenol A en 2012, muchos años antes de que se hiciese a nivel de la UE, o cuando Dinamarca decidió en 2020 prohibir los PFAS en envases de papel y cartón, medida que no se ha tomado a escala comunitaria.
Además, existe una desconexión entre diferentes normas de la UE. Así, aunque el reglamento REACH de la UE ha establecido listas de sustancias que se consideran extremadamente preocupantes (SVHC), muchas de ellas siguen estando presentes en materiales en contacto con alimentos.
Los contaminantes tóxicos que ‘escapan del control’ son demasiados
Solo están reguladas una parte de las sustancias que realmente pueden estar presentes y, por lo tanto, muchos contaminantes escapan al control. Pero la comunidad científica advierte que incluso en el caso de muchas sustancias que han recibido algún tipo de regulación ello no implica necesariamente ausencia de riesgo, porque los niveles legales que se han establecido no han tenido en cuenta con frecuencia una serie de hechos establecidos por la ciencia.
La normativa establece, por ejemplo, límites de migración específicos permitidos para una serie de sustancias tóxicas cuya presencia se permite en los materiales en contacto con alimentos. Sin embargo, la ciencia pone en duda que tales límites supongan necesariamente, en muchas ocasiones, una adecuada protección de la salud, al no considerar adecuadamente los efectos de las sustancias disruptoras endocrinas o el “efecto cóctel”.
Los científicos también lamentan que haya datos sobre el nivel de exposición y toxicidad solo para una parte de las sustancias químicas presentes en los materiales en contacto con alimentos de los envases. Tal y como afirman, “muchos de los productos químicos que se utilizan intencionalmente en la fabricación de artículos en contacto con alimentos no han sido probados en absoluto para determinar sus propiedades peligrosas, o los datos de toxicidad disponibles son limitados”.