Aquel trágico 26 de abril de 1986
Muy cerca de la ciudad ucraniana de Pripyat funcionaba una central nuclear llamada Chernóbyl, que en la mañana del 26 de abril de 1986 sufrió la explosión de su reactor número cuatro, ocasionando el mayor de los desastres de índole nuclear que ha padecido el planeta, puesto que se liberó material radiactivo (más de 200 toneladas) en la atmósfera terrestre.
La tragedia, que se debió a un error de cálculo de la potencia que se estaba aplicando a los tanques del mencionado reactor, afectó no solo a Ucrania, sino que la nube radiactiva fue movida por el viento y llegó a Europa, con consecuencias nefastas especialmente para los países más cercanos: Bielorrusia, Checoslovaquia y Polonia.
Dado que en aquellos momentos Ucrania pertenecía a la URSS (Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas), que se caracterizaba por ser poco comunicativa con los sucesos que acaecían dentro de sus fronteras, hay muchos datos que se han perdido y las versiones resultan como poco controvertidas. 35 años después, aún continúan las especulaciones de qué es lo que realmente pasó en Chernóbil.
El número de fallecidos directos fue de 31, pero no se sabe realmente cuántas personas murieron a causa de las heridas, las consecuencias de la contaminación radiactiva o las secuelas posteriores provocadas por la exposición al material liberado en la explosión. Las estimaciones son muy dispares y los científicos no se ponen de acuerdo, por lo que no existen cifras oficiales.
Tras la explosión se evacuó a la población y se procedió al desmantelamiento de la central y al cierre de una zona de exclusión alrededor del lugar del desastre, puesto que los niveles de contaminación por Cesio 137 eran enormes e incompatibles con la vida. Con el tiempo, la naturaleza ha hecho su labor y la zona es actualmente el hábitat de innumerables especies.
¿Errare humanum est?
No hay dudas de que errar es humano, pero lo que no es concebible es que no se aprenda de los errores cometidos y se justifique que “tropecemos dos veces con la misma piedra”. La tragedia de Chernóbil costó innumerables vidas, directa e indirectamente y por cada uno de los afectados es necesario que se sepa exactamente qué es lo que pasó, para que no vuelva a repetirse una situación así nunca más.
No solo se perdieron vidas humanas, sino que la contaminación radiactiva persiste aún hoy, tanto que en Bielorrusia y en Ucrania medir el nivel de Cesio 137 en los alimentos sigue siendo una obligación. Por los muertos de Chernóbil, por el bienestar del medio ambiente y por un futuro sostenible, habría que replantearse la utilidad de la energía nuclear.
Por Sandra MG para ‘El Periódico Verde’