Hoy 23 de mayo es una fecha triste a nivel medioambiental ya que hoy España ha agotado todos los recursos que el Planeta es capaz de generar en un año y ha llegado a su sobrecapacidad. Esto es, si todos los millones de personas que viven en el mundo tuviera la misma ratio de producción y consumo que se tiene en España se necesitarían más de dos planetas y medio en generación de recursos.
Todo ello viene refrendado con la información que lleva recogiendo durante años la Global Footprint Network, una organización internacional de investigación acerca de la huella ecológica y biocapacidad.
Frente a lo que muchos pueden creer, a la hora de llevar a cabo ese consumo absoluto sin responsabilidad, el mundo tiene unos límites biofísicos y unos recursos que no son infinitos y que, además, se agotan más rápido de lo que pueden renovarse.
España ya ha llegado a su sobrecapacidad
El 23 de mayo de 2025 es la fecha en la que España ha llegado a su día de sobrecapacidad. Esto quiere decir que, si todos los habitantes del mundo tuvieran los índices de producción y consumo que se tiene por aquí, en este día se habrían agotado todos los recursos que el planeta es capaz de disponer y regenerar en un año. O dicho de otro modo más sencillo: para mantener el “Spanish way of life” se necesitarían algo más de dos planetas y medio.
Estos cálculos provienen de la Global Footprint Network, una organización internacional de investigación que lleva años recopilando las cuentas nacionales de huella ecológica y biocapacidad. La efeméride recuerda que la economía no es un sistema aislado que flota en el éter, sino que se depende de un mundo con límites biofísicos y recursos finitos que se agotan más rápido de lo que pueden renovarse, generando injusticias presentes y futuras.
La ciencia señala que se está entrando en “territorio desconocido”, con 6 de los 9 límites planetarios, subsistemas o procesos biofísicos de los que depende la vida, fuera de la zona de seguridad. Por eso es urgente reorientar el modelo económico hacia el bienestar colectivo, eliminar o transformar sus prácticas más dañinas e insostenibles, promover un uso racional y con visión de largo plazo de los recursos naturales, poner las bases de la revolución de la regeneración y exigir mayor responsabilidad a gobiernos, grandes corporaciones y élites económicas.
Crece el PIB, pero se vive en déficit (ecológico)
Cuesta entender la miopía de seguir pregonando el crecimiento del PIB a cualquier coste si en el primer semestre del año ya se ha hecho todo lo posible para lapidar la capacidad del planeta para regenerarse. La respuesta es que se vive en déficit, endeudados con la Tierra y se mantiene este déficit liquidando las reservas de recursos ecológicos – la biocapacidad -, acaparando recursos de otros países – deuda ecológica – y acumulando residuos, principalmente dióxido de carbono en la atmósfera.
La biocapacidad o reservas naturales se pueden y deben regenerar, pero no es algo ilimitado y mucho menos es algo que la naturaleza pueda hacer en los límites temporales, cortoplacistas, del sistema económico actual. A la capacidad de reducir, reciclar y almacenar residuos, ya sean sólidos, líquidos o gaseosos, le pasa igual. En definitiva, es un problema enorme vivir por encima de nuestras posibilidades a costa de otros países y de las futuras generaciones.
2,8 planetas para vivir como en la UE por esa sobrecapacidad
La UE sigue siendo responsable de aproximadamente el 16% de la deforestación global y el consumo de plaguicidas que acaba con la biodiversidad no ha parado de crecer en los últimos 20 años.
A nivel mundial, con la media de todos los países, el último cálculo disponible, el de 2024, marcó el 5 de junio como día de sobrecapacidad global, es decir, 1,75 planetas consumidos. Aunque la mayoría de los países que tienen baja huella ecológica son países empobrecidos, sí hay algunos ejemplos de países con alto desarrollo humano y bajo impacto ambiental, como es el caso de Uruguay. Este país combina uno de los niveles más bajos de desigualdad de ingresos en América Latina, una ausencia casi total de pobreza extrema y un 98% de producción de electricidad de fuente renovable.
La clave, años de inversión en energías renovables, salario mínimo e inversión suficiente en educación y sanidad gracias a un sistema fiscal redistributivo que ha ayudado a conducir su sociedad hacia el denominado espacio de seguridad, en el que los derechos básicos y límites del planeta son garantizados.
Elon Musk vs Pepe Mujica
Tampoco todas las personas consumen recursos de la misma manera. Según organizaciones de lucha contra la pobreza, 50 de los multimillonarios más ricos del mundo, dueños de las mayores corporaciones, produjeron la misma cantidad de dióxido de carbono en sus vuelos en jet privado en un solo año como lo haría una persona promedio durante 300 años. Y sus yates emitieron el equivalente de 860 años de emisiones de carbono de una persona de media.
Además de la vida de derroche, los ultrarricos poseen una buena parte del capital de las empresas más contaminantes que les proveen de enormes riquezas a costa del planeta. Recordemos que apenas 180 empresas han sido responsables de casi el 70% de las emisiones desde el inicio de la era industrial.
Además, algunos multimillonarios invierten masivamente en el negacionismo climático, se compran democracias y sueñan con huir a Marte en una nave espacial.
Más valdría seguir el ejemplo del recién fallecido Pepe Mujica que decía: “La felicidad no es una cuestión material. Necesitar poco es el camino más corto para tener libertad, para tener tiempo disponible para gastarlo en lo que a uno le gusta o le apasiona. A veces pueden ser los afectos, la relación con la familia, con los hijos… A veces, dedicar tiempo a un arte, una artesanía, un deporte”.
Ante una gran oportunidad para revertir esa sobrecapacidad
España ha mejorado en los últimos años y se aleja unos pasos del “catapún”. En la época de la burbuja del ladrillo de la primera década de siglo, con las cementeras a todo gas y las centrales térmicas operativas, se llegó a requerir 3,2 planetas. Ahora son 2,7. En todo caso, se está aún lejos de asumir la responsabilidad colectiva. Sobrepasar la capacidad de regeneración en el mes de mayo indica que hay mucho por hacer y que hay que hacerlo ya. La buena noticia es que cambiar el “chip” supone una oportunidad para el bienestar y el sentido común.
¿Por dónde empezar? Hay que poner el foco principalmente en tres sectores clave: agricultura, energía en los hogares y transporte. Estos sectores generan el 50 % de las emisiones en todo el país. Impulsar soluciones que ya existen, son buenas para el bolsillo de las personas y reducen nuestra huella en el planeta. Además se podrían afrontar económicamente solo con un poco de coherencia presupuestaria y de justicia fiscal – y menos armas -.
Recientemente se ha demostrado que con lo que se gasta de dinero público en subvenciones tóxicas se podría doblar la acción climática y cumplir el Acuerdo de París con una inversión responsable de 23.000 millones de euros en áreas clave como la movilidad, energía en vivienda, agricultura y la restauración de ecosistemas. Todo ello en beneficio de la mayoría social.
Otra forma de avanzar es cambiar la forma en la que uno se mueve: ahora mismo, más del 30% de las emisiones de GEI de España provienen del sector del transporte. Es urgente apostar por el transporte público para revertir esta situación, por ejemplo, aumentando la disponibilidad de transporte público de calidad a la mayor parte de la población o con un abono único asequible, que facilite la intermodalidad y elimine las barreras tarifarias y administrativas entre regiones y comunidades.
Por otro lado, un cambio de las prácticas agrícolas y ganaderas es clave para aumentar la biocapacidad, regenerar suelos, el ciclo del agua y la biodiversidad. También lo es el cambio de dietas, pues la ganadería concentra el 63% de las emisiones agrícolas, con una enorme huella internacional, como es el caso de la importación de soja vinculada a la deforestación amazónica.
Hay que recordar, que la economía española es la segunda mayor importadora de soja brasileña en la UE que abastece, principalmente, las macrogranjas de cerdos que se exportan en gran parte a China. La pequeña y mediana producción y los consumidores de América del Sur y de España son los mayores perjudicados.
Además, se cuenta con recursos para restaurar ecosistemas clave para la sociedad como Doñana, el Mar Menor, la Albufera, etc. Los estudios señalan que más de la mitad del PIB mundial depende de la naturaleza y que por cada euro invertido en restaurar hay un retorno que oscila entre 8€ y 38€. Sin naturaleza no hay clima seguro, alimentos saludables y agua disponible y el patrimonio natural es un activo esencial que hay que cuidar en favor de las generaciones futuras.