Precisamente en Andalucía, tras un importante cambio normativo realizado el curso pasado, se han creado en los institutos de enseñanza secundaria unos «departamentos de formación, evaluación e innovación»
Frente a una imagen, tan extendida como errónea, de la escuela como un entorno que sigue «patrones tradicionales de trabajo», la escuela hoy se caracteriza por tres conceptos fundamentales: formación, innovación y evaluación. La incorporación de las TIC al aula no sólo depende de estos tres conceptos sino que, si las TIC han servido para provocar cambios en la escuela, ha sido gracias a estos tres conceptos: no se pueden entender las TIC sin formación, innovación y evaluación; tampoco se pueden entender la formación, la innovación y la evaluación hoy en la escuela sin las TIC.
Precisamente en Andalucía, tras un importante cambio normativo realizado el curso pasado, se han creado en los institutos de enseñanza secundaria unos «departamentos de formación, evaluación e innovación» que ahora están dando sus primeros pasos. Los responsables de los departamentos están participando en distintas experiencias de formación en sus respectivos centros del profesorado al mismo tiempo que se celebran las primeras reuniones y se toman las primeras decisiones. Es un momento importante: comenzar con buen pie en una novedad tan importante para la educación (andaluza) es fundamental y acertar con el ritmo de trabajo es una de las claves fundamentales.
En estos departamentos la presencia de las TIC en el aula es una preocupación constante. En distintos encuentros con los responsables de estos departamentos se constata el interés por diseñar secuencias didácticas con un importante componente TIC así como por el manejo de herramientas vinculadas con la red o dispositivos como la PDI u otros. Así pues, motivada por esta novedad en los IES andaluces surge esta reflexión: ¿Cuál debería ser la secuencia de trabajo en relación con estos tres conceptos? ¿Cuáles son los riesgos posibles y las expectativas que despiertan? ¿Cuáles son sus posibilidades reales? Pensémoslo juntos.
La secuencia ideal es … idiosincrásica
Sería razonable decir que la secuencia ideal es evaluar para formarnos y poder innovar de tal forma que podamos evaluar los resultados y así mejorar nuestra siguiente experiencia: ese es, en teoría, el ciclo de la innovación educativa. Sin embargo, la realidad de los centros nos demuestra que no es este siempre el caso, ni tiene por qué serlo.
No hay un camino correcto a priori sino que es la particular idiosincrasia del centro quien determina cual debe ser la secuencia de trabajo. En muchas ocasiones una experiencia formativa es el detonante para un proceso de innovación educativa que posteriormente se evalúa para reflexionar y tomar decisiones: la formación en competencias básicas ha sido – en la mayor parte de los casos – un ejemplo de este tipo; en otras ocasiones es el diseño de una actividad educativa innovadora – como el diseño de secuencias didácticas la que hace ver la necesidad de evaluar (el centro, al profesorado, al alumnado o la propia actividad) o de adquirir una formación determinada.
Por otro lado, pensar en estos tres conceptos en términos de secuencia puede también limitar sus posibilidades: innovación, formación y evaluación son en realidad un único «paquete de trabajo» tanto desde la perspectiva personal como desde la perspectiva colectiva. Gracias a las TIC hoy sería factible comenzar una experiencia de innovación (pongamos por caso, una experiencia de enseñanza compartida entre dos docentes en una misma aula) que integre formación (construcción compartida de un repositorio de lecturas en la red mediante diigo, visionado dialógico de vídeos, elaboración colaborativa de documentos a través de Google Docs o Evernote o gestión de tareas a lo Víctor Cuevas) y evaluación (observación en el aula y análisis de grabaciones en vídeo, portafolio digital del docente, etc.) en tiempo real. De esta forma no «desintegramos» la experiencia, desnaturalizando la relación entre estos tres conceptos, sino que hacemos de la innovación, la formación y la evaluación un auténtico motor de desarrollo profesional.
Un primer riesgo: el exceso evaluador
En los encuentros con estos departamentos de formación, evaluación e innovación andaluces se comentaron algunos de los riesgos posibles para estos departamentos. El más importante de todos ellos es que se asuma que este departamento es una representación en el centro de la inspección educativa o de la agencia de evaluación de la calidad correspondiente: ni debe ni puede ser así. Tanto la inspección educativa como las agencias de evaluación de la calidad tienen unas funciones y unos ámbitos de actuación determinados y no deben ser los referentes fundamentales para estos departamentos ni para la evaluación interna en los centros.
En este sentido, una relación equilibrada entre estos tres conceptos es absolutamente fundamental para que formación, innovación y evaluación sean bien recibidas (y asumidas) por el profesorado. Un peso excesivo e injustificado de la evaluación en el centro provocará el rechazo entre los compañeros y compañeras, además de aumentar la carga burocrática a realizar sin que esta conlleve innovación o, incluso, mejora; este es, precisamente, el problema de muchas propuestas de «sistemas de calidad» en los centros educativos: aumentan la carga documental pero no necesariamente la calidad educativa.
Así pues, encontrar un nivel justo de carga evaluadora así como una variedad de estrategias de evaluación (más o menos «invasivas», tomando diferentes tipos de evidencias, favoreciendo el debate en torno a las evidencias, etc.) es decisivo para no generar un rechazo (explícito o tácito) por parte del profesorado.
Un segundo riesgo: el ritmo trepidante
La formación, la evaluación y la innovación pretenden, en la escuela, una auténtica transformación cultural: el paso del docente transmisivo al docente reflexivo y crítico.
Toda transformación cultural no solo lleva su tiempo sino que tiene su propio ritmo, y en el caso de la educación este ritmo suele ser lento. No es posible (ni probablemente justo) decirle sin más al profesorado que no está trabajando bien. Es necesario tomar conciencia de la efectividad de la propia práctica mediante la reflexión y el diálogo; es a partir de aquí cuando podemos tomar decisiones de cambio que incidan realmente en nuestras aulas.
Por el contrario, un ritmo excesivamente rápido puede provocar rechazo por parte de quienes tienen que realizar los cambios: es frecuente la «tecnofobia» entre compañeros y compañeras que se han sentido abrumados por la presencia repentina de una PDI o el exceso de correos electrónicos en su buzón sin saber que existen filtros o carpetas para organizar la correspondencia.
Además, el cambio cultural no se puede importar ni imponer: es parte de un proceso de desarrollo profesional y tiene que ser asumido a partir del cambio de la «cultura subjetiva» (tomando la expresión de José Gimeno Sacristán). En este sentido ya hemos presentado otras entradas que apuntan a este cambio de la cultura subjetiva en relación con las TIC a través de espacios de afinidad apasionada, el de-teching o el bautizo 2.0. No es simplemente adoptar una nueva herramienta de hardware o de software. Es vivir la experiencia de cambiar en profundidad, dentro y fuera de la escuela.
Acertar con los ritmos: propuestas
Así pues, acertar con los ritmos y las propuestas es fundamental. Por ello, proponemos para el debate algunas ideas en relación con estos conceptos:
1. El año cero: En Andalucía los centros bilingües se tomaron un «año cero» (que no es lo mismo que un sabático) para la formación y diseño de materiales en inglés, francés o alemán; pues bien, este planteamiento no es descabellado para estos departamentos o para cualquier experiencia de innovación. Los equipos de trabajo necesitan un tiempo para reflexionar, para negociar y para diseñar un plan de actuación al mismo tiempo claramente realista y suficientemente ambicioso. Sin embargo, esto requiere tiempo, formación y diálogo en el seno del equipo. Un «año cero» es el tiempo en el cual todo esto transcurre.
2. La necesidad de tener éxito: Tenemos necesidad de que tener éxito: nuestra confianza y nuestra autoestima dependen de ello. Pero para tener éxito, es necesario diseñar planes de trabajo que incorporen «hitos» con una complejidad bien graduada. Puede ser complicado convencer a los compañeros y compañeras de los beneficios de una evaluación larga y complicada así que quizás en esta primera etapa sea importante comenzar con un mecanismo de evaluación de bajo impacto (un buzón de sugerencias, por ejemplo) que conduzca a un diálogo y una toma de decisiones fructíferos. Puede ser complejo diseñar un proyecto de innovación que implique a todo el claustro así que quizás sea conveniente comenzar con experiencias de trabajo del profesorado por parejas. Puede ser difícil encontrar una línea de formación que satisfaga a todos los compañeros y compañeras, pero quizás sea más reconfortante comenzar una experiencia de lectura dialógica con quienes tengan interés en participar. Es preferible un comienzo humilde pero exitoso antes que un estrepitoso fracaso.
3. La planificación plurianual: El centro educativo no tiene porque seguir el ritmo de los cursos escolares, en los cuales todo acaba en junio para comenzar de nuevo en septiembre. En este sentido, la planificación de la formación, la innovación y la evaluación se puede plantear como un documento plurianual para poder así, gradualmente, ir transformando la cultura del centro en la búsqueda de una mayor eficacia en todos los planos.
El objetivo: la «institucionalización»
La investigación educativa nos dice que en nuestro país es tan importante el esfuerzo innovador como débil es el nivel de institucionalización de estas innovaciones; es decir, los cambios no se asientan ni perduran. Así, por ejemplo, son muchos los compañeros y compañeras que en los últimos años han abierto su blog de aula y en pocos meses se ha quedado varado en alguna orilla del ciberespacio.
Sin embargo, no tienen por qué ser así, podemos evitarlo: para que las mejoras se institucionalicen son importantes, entre otras cosas,
- una evaluación que demuestre las ventajas de la novedad frente a lo tradicional: ¿por qué usar la PDI frente a la pizarra tradicional? ¿Qué función pueden jugar los podcast en clase?
- una red de compañeros y compañeras con quienes compartir la experiencia, tanto su desarrollo como sus conclusiones;
- un equipo directivo y otros agentes como la inspección educativa y la administración que apoyen la innovación y creen el contexto adecuado para que se pueda desarrollar y mantener;
- una implicación sustancial del alumnado y sus familias en la experiencia innovadora;
- un importante nivel de decisión y perseverancia.
En resumen, la institucionalización no es un fenómeno casual sino que podemos detectar las causas que garantizan el mantenimiento de una innovación o su desaparición.
Así pues, ¿qué te parece? ¿Por qué no lo intentamos?