Breve (y necesaria) historia de la patata
Jiménez de Quesada, explorador y conquistador español, acompañado de sus fuerzas armadas, recorrió parte de América del Sur entre 1536 y 1537 buscando oro y esmeraldas. Durante una de sus expediciones halló un pueblo abandonado en Colombia. Allí había un tubérculo desconocido al que inicialmente denominaron trufa. La descripción más conocida de la patata de esta época es la de Pedro Cieza de León, a quien se le suele atribuir el mérito de su descubrimiento.
20 años después se trajeron a España grandes cantidades de plantones de esta hortaliza. El objetivo era estudiarlos y producirlos. Pero el tubérculo original era demasiado pequeño, amargo. Se especula que eso sucedía por falta de sistemas de riego adecuados. Los agricultores de diferentes países europeos consiguieron producir diferentes versiones, esto hizo que su cultivo se volviera económicamente atractivo. Paralelamente, la patata adquirió el apreciable sabor que hoy conocemos.
Parmentier y las patatas
En Francia (y en gran parte de Europa), la patata debe su popularidad a un médico del ejército francés llamado Antoine-Augustin Parmentier. Durante la Guerra de los Siete Años, Parmentier fue hecho prisionero. Y en Prusia recibió patatas para comer (algo impensable, ya que se empleaban para engordar a los cerdos). Además, se creía que causaba varias enfermedades. Pero Parmentier se vio obligado a cultivar, pelar y comer patatas.
A su regreso a Francia, Parmentier comenzó a defender la patata como fuente potencial de alimento. Pero recién en 1722, la Facultad de Medicina de París proclamó que el alimento sí era comestible para los humanos. Pero no se valoró este tubérculo hasta 1785. La hambruna de esa época obligó a los franceses a consumir lo que hubiera. Y en 1795 comenzó el cultivo a gran escala de patatas en toda Francia. Una costumbre que se expandió por el resto de Europa.
Las patatas fritas son belgas
Bélgica considera a las patatas fritas como su plato nacional. Algo que esté plenamente justificado, dado que esta preparación nació en el valle del Mosa. Dice la tradición que los aldeanos pobres solían comer pequeños pescados fritos que capturaban en el río. Pero en invierno este se congelaba, por lo que recurrían a las raíces paliar el hambre. La patata se adaptaba bien a sus necesidades, por lo que la sumaron a sus cultivos. Luego las pelaron, las cortaron en tiras para que parecieran peces y las frieron.
Si bien esta es la historia, hay un error cultural que achaca a los franceses la creación de este platillo. Ello se debe a la popular forma de denominarlas: patatas francesas. Durante la Primera Guerra Mundial, los soldados estadounidenses que paraban en Flandes Occidental, probaron esta preparación. Y se las llevaron a su tierra, denominándolas: french fries.
Caseras y con moderación
En caso de querer degustar estas deliciosas patatas fritas, lo mejor es prepararlas en casa. Comprar patatas ecológicas, pelarlas, cortarlas según nuestro gusto y freírlas en aceite vegetal de buena calidad. Solo hasta que estén ligeramente doradas. De esa forma evitamos consumir aditivos, conservantes, colorantes y una larga lista de productos químicos.
Las patatas fritas contienen acrilamida. Un compuesto que potencialmente podría ser cancerígeno. Por lo que se recomienda no dorarlas en demasía. Otro de los problemas asociados a las patatas fritas es el exceso de sal que suele agregárseles. Para que sean más saludables, lo mejor es condimentarlas con hierbas naturales, especias, ajo, cebolla, limón, etc. Y, en lo posible, tomarlas solo una vez por semana.