Calambres, fatiga, irritabilidad, náuseas o agotamiento son efectos directos que unas veces se presentan aislados y otras en progresión. Por eso, los expertos recomiendan prestarles mucha atención y poner especial cuidado cuando se detecten en grupos de riesgo, como las personas mayores de 65 años, los lactantes y los niños menores de 4 años, ya que no tienen mermados o poco desarrollados mecanismos de protección como la sed.
Pero el golpe de calor no solo afecta a los más vulnerables y puede sobrevenir a personas sanas. Hay otros grupos muy expuestos, como las personas que trabajan en la construcción y otros trabajos al aire libre, como limpieza o jardinería.
Golpe de calor
El efecto más grave y llamativo de la exposición a temperaturas extremas es el golpe de calor. Solo representa en torno a un 2% de las muertes atribuibles a las olas de calor con origen en el calentamiento global, pero los expertos advierten de que puede afectar a población completamente sana.
El cuerpo humano suele estar a una temperatura de unos 37 ºC que debe mantenerse estable para que el organismo funcione con normalidad. Se logra con varios mecanismos: llevando el calor desde zonas más calientes a otras más frías mediante radiación, evaporando agua a través del sudor y transfiriendo el exceso de calor a otros elementos del entorno.
Cuando el organismo intenta disipar el calor en lugares húmedos, la evaporación de agua a través del sudor disminuye. Por eso, los expertos recomiendan usar ropa que tenga buena transpiración y prestar una atención especial a las personas con trastornos de la piel.
Si la temperatura sigue subiendo y el cuerpo no consigue regularla, el corazón bombea más rápido para aumentar la circulación de la sangre en la piel, pudiendo producirse una taquicardia. Al mismo tiempo, el volumen sanguíneo disminuye (hipovolemia) por la sudoración y la dilatación de los vasos sanguíneos.
Cuando este sistema falla y la temperatura rebasa los 40 ºC, puede producirse una situación potencialmente mortal conocida como golpe de calor.
Otro de los síntomas del golpe de calor es la taquicardia, ya que el corazón bombea más rápido para aumentar la circulación de la sangre en la piel. Al mismo tiempo, se produce una disminución del volumen sanguíneo (hipovolemia) por la sudoración y una dilatación de los vasos sanguíneos.
Además de al corazón, el golpe de calor afecta a otros órganos como el intestino, que sufre una respuesta inflamatoria por las altas temperaturas; los riñones, con daños a las células tubulares y una disminución de la filtración; o el cerebro, donde se produce un Síndrome de respuesta inflamatoria sistémica (SRIS) por hipertermia.
El golpe de calor produce confusión, desequilibrio, inestabilidad y alteraciones neurológicas que no aparecen en el agotamiento por calor. Este trastorno precede a veces al golpe y se identifica por la pérdida excesiva de sales minerales y de líquidos que da lugar a deshidratación, mareo leve, debilidad, fatiga, dolor de cabeza, visión borrosa, dolores musculares, náuseas y vómitos.
Cuando se detectan los síntomas del golpe de calor hay que intentar amortiguar sus causas, deteniendo la actividad física y buscando un lugar fresco. También es importante retirar la ropa para favorecer la pérdida de temperatura y favorecer la sudoración, humedecer la piel o ponerse ropa húmeda, que favorece el enfriamiento.
Otras medidas antitérmicas son los baños de agua templada y fría de forma gradual, la aplicación de compresas frías y, sobre todo, la hidratación con líquidos y sales, ya sea por vía oral o por vía intravenosa. Si el paciente está desorientado o tiene convulsiones, hay que acudir a un hospital o llamar al 112.
Aparte de los efectos más adversos, el calor causa otro tipo de trastornos en el organismo. Son más comunes, pero menos llamativos: calambres, deshidratación, fatiga, irritabilidad, náuseas o vómitos como síntomas del agotamiento por calor.
Solo en los dos últimos años, los informes de exceso de mortalidad registran casi 7.800 muertes atribuibles al calor, y Sanidad apunta que el riesgo aumenta entre un 9,1 y un 10,7% por cada grado que la temperatura asciende por encima del umbral de impacto a la salud.
El calor también influye en la toma de medicamentos como diuréticos, neurolépticos, anticolinérgicos y tranquilizantes, bien por una alteración de la conciencia y de la percepción de la realidad bien por desajustes en la dilatación y vasoconstricción arterial y venosa. Además, se conocen efectos sobre la piel y la vista, por la exposición excesiva a rayos UV del sol; el sistema digestivo, por la ingesta excesiva de líquidos o la proliferación de intoxicaciones alimentarias favorecidas por el calor; o la salud mental.
Protégete, hidrátate, refréscate y recuérdales
Así ha resumido Sanidad las precauciones y acciones que hay que adoptar cuando se produce un episodio de temperaturas extremas.
Los expertos recuerdan que la evidencia disponible dice que para prevenir y protegerse del calor hay que mantenerse fresco, beber agua aunque no se tenga sed y evitar el consumo de alcohol y bebidas con cafeína. También es aconsejable evitar actividades en las horas centrales del día y usar ropa fresca.
Falta una mayor concienciación de la realidad, de lo que significa [el riesgo sanitario por calor], porque son efectos directos sobre la salud de las personas y todavía somos poco conscientes de ello.
Se produce un deterioro y agravamiento de enfermedades en personas vulnerables y con patologías previas cuando sufren una exposición prolongada a temperaturas extremas. Por eso, insiste en la necesidad de que los protocolos y los planes de actuación sean claros y coordinados: desde las recomendaciones en la consulta de atención primaria hasta la actuación de protección civil.