Por hogares sin tóxicos. Una investigación realizada por científicos suecos y publicada en la revista “Nature” ha revelado que lo que más parece influir en que una sustancia química se incluya en los listados oficiales de la UE de sustancias extremadamente preocupantes “no es su peligrosidad”. Si no que no se vean afectados los intereses mercantiles de algunas empresas europeas porque tal sustancia “no se produzca ni se importe en el Espacio Económico Europeo”.
La inclusión en la lista de sustancias extremadamente preocupantes es el paso previo a que dicha sustancia pueda ser eventualmente restringida. Por lo que este criterio de clasificación puede influir negativamente en la protección de la salud de los ciudadanos.
La ‘todopoderosa’ industria química
Como apunta Carlos de Prada, responsable de la iniciativa Hogar sin Tóxicos, centrada en reducir la exposición humana a sustancias contaminantes, “obviamente es más fácil adoptar medidas sobre una sustancia tóxica que no se usa en Europa. Evitando con ello enfrentarse a unas empresas europeas que tantas veces se resisten con uñas y dientes a la evidencia científica objetiva que alerta sobre los riesgos de muchas sustancias”.
Luego añade: “Así se puede aparentar que se regulan muchas sustancias tóxicas sin tener que enfrentarse a la poderosa industria química europea”. Para este experto, “resulta descorazonador ver cómo instituciones oficiales parecen dedicarse a hacer trampas a la hora de clasificar sustancias tóxicas preocupantes”.
Y comenta finalmente que: “en muchos casos, en lugar de poner el foco sobre sustancias en función de sus riesgos objetivos para la salud de millones de personas, ese foco se ha puesto sobre sustancias a las que es muy difícil que nos expongamos. Y que por ello representan un riesgo mucho menor”.
La investigación publicada en la mentada revista plantea dudas importantes sobre si la normativa europea ha sido debidamente eficaz a la hora de conseguir que las empresas retiren del mercado sustancias tóxicas. “Cuando la producción/importación de casi la mitad de las sustancias incluidas en la lista de sustancias extremadamente preocupantes (144 de 303) había ya cesado antes de la inclusión en la lista. O nunca se habían producido ni importado en absoluto en el Espacio Económico Europeo”.
¿Qué son las sustancias extremadamente preocupantes?
Las sustancias extremadamente preocupantes (SVHC, por sus siglas en inglés) son sustancias cancerígenas, mutagénicas o tóxicas para la reproducción (CMR); persistentes, bioacumulativas y tóxicas (PBT), muy persistentes y muy bioacumulativas (vPvB). O que plantean niveles equivalentes de preocupación. Por hogares sin tóxicos.
Sin embargo, como revela la investigación sueca, el número de sustancias que llegan a ser catalogadas así es muy escaso en proporción a las decenas de miles de sustancias que se emplean en la UE. Hablamos de unas 303 sustancias, que son solo una quinta parte de las al menos 1.500 que deberían haberse clasificado así. Según una estimación bastante moderada que realizó la Agencia Europea de Productos Químicos (ECHA) en 2013.
Los científicos advierten, por otro lado, que la toxicidad de buena parte de las decenas de miles de sustancias en circulación no ha sido estudiada. Por lo que probablemente sean muchas más las que puedan entrañar algún riesgo. Sin que este haya sido identificado hasta ahora.
La principal normativa sobre sustancias tóxicas en la UE es el Reglamento REACH. Este, teóricamente, está destinado a proteger la salud pública y el medio ambiente de los daños de estos compuestos químicos. Para ello, un primer paso es la identificación de aquellas que pueden ser extremadamente preocupantes. Y su inclusión en la llamada Lista de Sustancias Candidatas.
Tras de lo cual, algunas de ellas podrían acabar siendo más o menos restringidas si se decide incluirlas en otro listado denominado Lista de Autorización. Son ya estas últimas las que podrían no ser comercializadas más allá de una fecha sin una autorización. Pero hasta 2020, solo 86 sustancias habían ingresado en esta última categoría.
¿Salud o intereses económicos?
La investigación publicada por “Nature” señala que los productos químicos producidos o utilizados en grandes cantidades, o por muchos países de la UE, pueden ser más difíciles de regular. Y que esto sucede porque afectan los intereses económicos de muchos actores. Por hogares sin tóxicos.
Los autores del estudio quedaron impactados al comprobar que, a la hora de incluir una sustancia en el listado de sustancias extremadamente preocupantes, pesaba casi tres veces más el número de países europeos que la producen o importan. Antes que sus efectos cancerígenos, mutagénicos o tóxicos para la reproducción (CMR).
Algo que, en opinión de los investigadores, “pone en duda la eficacia a la hora de eliminar realmente las sustancias extremadamente preocupantes del mercado”. Como se dice textualmente en el estudio. “Los reguladores han enumerado sustancias químicas de importancia secundaria que conducen a reducciones de riesgos menores a las debidas. Ya sea porque la producción y las importaciones ya habían cesado antes de la inclusión en la lista. O porque el compuesto nunca se produjo ni importó en el Espacio Económico Europeo”.
Una trampa tóxica
En definitiva, muchas de las sustancias que se proponen lo son porque se sabe que se encontrará poca oposición industrial. Esto implica que la lista de sustancias extremadamente preocupantes está siendo moldeada por ciertos grupos de presión. Que, como los de la industria química, por ejemplo, tienen más capacidad de influir en las decisiones políticas.
Se apunta que “las pruebas científicas disponibles sobre los efectos nocivos de los productos químicos podrían ser cuestionadas por las empresas. Logrando así desviar la atención de sus propios productos”. Por hogares sin tóxicos.
Estos científicos sugieren la necesidad de un rediseño fundamental del proceso. Para garantizar que la peligrosidad se convierta en el factor más importante de inclusión en la lista de sustancias candidatas. Es decir, que se prioricen sustancias por sus efectos tóxicos, a las que serán expuestos muchos ciudadanos, por ser empleadas en Europa. Aunque se afecten intereses económicos de empresas europeas que los producen.
Ausencia total de objetividad
La investigación compara las sustancias consideradas SVHC por las autoridades europeas con otros dos listados. En concreto, lista SIN de sustancias peligrosas desarrollada por la Secretaría Química Internacional (ChemSec). Y la lista PRIO desarrollada por la Agencia Sueca de Sustancias Químicas (KEMI).
Dos listas que, según apuntan los autores del estudio, son elaboradas por expertos. Y, por lo tanto, menos propensas a verse influidas por otros factores ajenos a la ciencia. En contraste con las 303 sustancias del listado de la ECHA, en febrero de 2020, la lista SIN incluía 999 sustancias químicas preocupantes. Y la lista PRIO 1938 sustancias. Globalmente, más de 2.000 sustancias incluidas en las listas SIN o PRIO no figuran en la lista de SVHC de la ECHA.
El estudio también desvela que los intereses económicos juegan un papel aún más determinante en el caso de las sustancias que pasan desde la lista de sustancias candidatas a la siguiente fase en el camino de una posible restricción de las mismas. Que es la llamada Lista de Autorización.
Si es de UE, ¿es sano?
Es tan grave el tema, que según los científicos suecos, el que una sustancia se fabrique o importe en la UE influye con una fuerza 50 veces mayor para que no sea incluida en la lista de autorización. Que cuando se sopesa su entrada en la de sustancias candidatas. Como se dice en el estudio, “no es sorprendente, dado que el objetivo de los grupos interesados es evitar la implementación de restricciones vinculantes que puedan afectar sus intereses económicos”. Y poner una sustancia en la lista de autorización es una amenaza mayor para esos intereses.
Los autores se preguntan: “¿Por qué este proceso regulatorio se centra en productos químicos que no se producen ni importan en el espacio económico europeo?” Según los investigadores suecos, datos de la Agencia Ambiental Europea sugieren que el 62% del volumen de productos químicos consumidos en Europa en 2016 eran peligrosos para la salud humana. Por hogares sin tóxicos.