Los robos de innovaciones son algo que sucede y lamentablemente en este mundo globalizado hay veces en las que no valen ni los acuerdos de confidencialidad, ni los registros, ni las patentes de diseño, cuando un producto es “copiado” por otra persona o empresa en el último confín del planeta, respecto de dónde surgió la idea.
Robos de ideas
El denominado “espionaje industrial” es una realidad que existe desde que las industria son tales. El tema ha dado lugar a la confección de libros, sistemas de protección y hasta películas; pero este tipo de competencia desleal se está popularizando, debido a que, gracias a las comunicaciones, es posible enterarse en segundos de qué se inventó en cualquier sitio del mundo.
Uno de los mayores problemas lo tienen las pequeñas empresas, cuyos productos son replicados a veces tal cual se los ideó o en otras ocasiones con pequeñas modificaciones y este acto innoble lo realizan grandes corporaciones a las que luego es prácticamente imposible demandar por plagio.
Otro de los problemas que acarrea la innovación es que entre los participantes del emprendimiento no haya una buena relación. Se han dado casos de empresas que a punto de sacar el mercado una nueva producción, se encuentran con que su “socio” ha puesto en circulación un elemento similar y se ha “robado” los créditos.
Anatomía del plagio
Así es como por lo general se desarrolla la “copia”: una gran empresa a través de su amplia red de investigación (por ejemplo, online) tropieza con una innovación, que calcula que sería redituable incorporar a su negocio.
A veces hasta se molestan en viajar hasta el sitio donde surgió la idea original y demuestran interés en negociar, pero luego se limitan a lanzar un producto muy similar en su propio mercado, sin ningún atisbo de preocupación.
Y los propietarios de las pequeñas empresas se ven frustrados, ya que obviamente no cuentan con las estructuras jurídicas adecuadas, ni con el apoyo económico que tiene una gran corporación. Sin gastar una pequeña fortuna en honorarios legales, los pequeños empresarios creen que son incapaces de luchar y de evitar que esto suceda.
Este es un ejemplo clásico del llamado “pirateo”: a principios de 2011 una empresa italiana muy famosa había anunciado la presentación de su nueva colección de accesorios de Primavera Verano, en el transcurso de una fiesta.
Tres días antes del evento salieron de las fábricas clandestinas de una tristemente célebre ciudad paraguaya, exactamente los mismos productos con destino a las principales capitales del mundo. Las pérdidas fueron millonarias y jamás se encontró a los culpables.
Sí se puede luchar
Sin embargo, hay algunas empresas que sí han logrado que se reconozca su autoría en cuanto a una innovación. Esta es una buena noticia, ya que existen antecedentes que demuestran que sí se puede luchar por defender sus productos y evitar el plagio.
Melbourne Knog el fabricante de accesorios luminosos para bicicletas es un ejemplo clásico. La pequeña empresa había pasado años desarrollando un determinado tipo de luces de bicicleta, que se han convertido en una leyenda en todo el mundo.
Knog tenía un registro del diseño y una patente sobre el producto en Australia, pero ello no detuvo a un fabricante chino que copió el producto y lo patentó en su propio país sin ningún tipo de complejos.
El problema es que todo se sabe tarde o temprano, por lo que los distribuidores de la marca australiana alertaron de inmediato a la compañía Knog, que había una empresa china que estaba vendiendo el mismo producto.
Pero el desparpajo de los plagiadores fue tal, que se presentaron en una Feria comercial que se realizó en Europa. El problema fue que los creadores originales del producto también estaban allí. El encuentro fue muy conflictivo.
Algunos días después y tras un intercambio frenético de llamadas, los funcionarios de aduanas tomaron por asalto el stand chino y retiraron todos los artículos relacionados con luces de bicicleta, además de confiscar el pasaporte de los representantes de la empresa.
Finalmente, el fabricante chino fue obligado a retirar sus productos del mercado, retractarse públicamente y encima tuvo que pagar a los creadores de las luces, por las pérdidas que sus propias ventas le habían ocasionado.
Ayudas de los gobiernos
Este punto es fundamental. Los gobiernos deberían promover leyes de protección a la innovación más estrictas e implementar métodos de ayuda a las empresas nacionales, en caso de que éstas sean plagiadas.
En España está sucediendo en estos momentos: varias empresas nacionales han visto cómo sus innovaciones son plagiadas por otras compañías, pero entre la falta de medios y de apoyo gubernamental, se encuentran atadas de pies y manos para luchar por defenderlas.
NO a la fuga de cerebros
De igual forma se debería velar por que las ideas que han surgido en el seno de las Universidades españolas no terminen en otros países, solo porque aquí no se les ofrecen las facilidades económicas para investigar en su propia tierra.
La “fuga de cerebros” es un mal que se está convirtiendo en endémico y que debe cesar de inmediato, si no queremos que años de estudios, brillantes ideas y productos innovadores, acaben en manos de quienes sí son capaces de valorar las enormes capacidades de nuestros científicos e investigadores.