“No nos damos cuenta, pero la mayoría de las cosas que están destrozando el medio ambiente son legales”. Es el testimonio de uno de los protagonistas del documental “Cambio permanente”, que ve como productos tan cotidianos en la vida de las personas como la pasa de envases, el aceite de palma o incluso, la base de las típicas velas de cera de parafina que resultan estar hechas de petróleo.
La permacultura nace en Australia a principios de los años 70 como un sistema agrosilvopastoril que intenta establecer un método de observación prolongada y reflexiva del suelo, en contra de la generalizada manera de conrear que es el monocultivo. Se trata de un fuerte movimiento social.
“No nos damos cuenta, pero la mayoría de las cosas que están destrozando el medio ambiente son legales”. Es el testimonio de uno de los protagonistas del documental “Cambio permanente”, que ve como productos tan cotidianos en la vida de las personas como la pasa de envases, el aceite de palma o incluso, la base de las típicas velas de cera de parafina que resultan estar hechas de petróleo.
En pleno de un debate mundial sobre el cambio climático, (algunos lo niegan) nace este film centrado en la permacultura, una posible salida para evitar un hipotético final del planeta azul que algunos científicos como Stephen Hawking declaran que está cada vez más próximo: “La Tierra se convertirá en «un infierno» dentro de 200 años”. Los datos y las estimaciones invitan a un nefasto futuro, desde luego.
El documental se trata de en primer lugar, una producción audiovisual que invita a la reflexión. Mediante una mezcla de colores vivos y una melodía agradable de fondo nos introducimos en un mundo totalmente distinto para la gente que vivimos en ciudad, que recordemos, es el 95% de la población mundial. Se trata del mundo agrario, de la fuerza de naturaleza.
De priorizar el cooperativismo en frente al egoísmo que impera en las urbes. Con diferentes testimonios de personas que han estado ayudando al medio ambiente en España, nos relatan datos y experiencias suyas imperdibles; aunque no solo el documental habla del ecologismo. También nos da lecciones de vida y una interesante propuesta filosófica de cómo buscar un nuevo paradigma, que nos permita soñar despiertos frente a tiempos complejos en los que a veces parece que no hay salida, y desde luego no hay respuestas fáciles a los inmensos problemas que nos asolan.
Lucho Iglesias aparece junto a su compañera Matricia Lana al frente de la finca Caña Dulce, situada en la población malagueña de Coín, así como personajes colaboradores con este movimiento como son el doctor higienista Karmelo Bizcarra o la ex presidenta de Greenpeace, Sonia Rubio y otros representantes de la organización.
Nos conciencian mediante declaraciones que existen otras opciones para “poder elegir entre un modo u otro de vida”: “Hay que cambiar la manera de vivir de nosotros mismos para que no les afecte a otros seres vivos. No puede ser que haya amenazas a la biodiversidad tan graves como la que está pasando en Londres, donde se aprecian cada vez menos gorriones”.
De igual manera, hablaron sobre la industria alimenticia y agroalimentaria: “La gente no se imagina cual es el proceso desde que plantas una semilla de tomate hasta que te lo comes. Se necesita un acercamiento para hacer reflexionar a las personas sobre sus hábitos”. Existe el fenómeno de la cuenta regresiva que trata de que cada año nacen más personas y cada año hay menos suelo fértil. Es la principal causa de refugiados”.
Al final vemos datos como que de la carne de vaca de 16 partes de proteína 15 se han perdido por el camino, cosa que hace que la crianza del ganado contamine más que todos los vehículos del planeta Tierra. O que en países como Estados Unidos haya más presidarios que gente que cuida el campo. También explicaron la experiencia personal suya, concretamente las de Lucho y Matricia: “Hace 18 años que llegamos a una tierra que estaba abandonada y donde pudimos desarrollar la permacultura y el bosque de los alimentos, la fitodepuración, las energías renovables y el cuidado a las personas.
Estamos en un punto donde tenemos más biodiversidad y el suelo más esponjoso. Al final lo que nos gusta a los seres humanos es crear. Desde hace tiempo que sentía que la zona urbana no me sentaba bien, trabajaba en una ONG haciendo tareas a favor de la ecología. Entonces dejé la ciudad y me fui al campo a aprender.
“Hace falta un mundo donde vayamos a la cooperatividad, tiene que haber un profundo cambio espiritual de la falta contacto contigo mismo, el egoísmo. El sentir me llega a sentir lo mucho que tengo. Tengo mucho más de lo que me falta, primero hay que sanar nuestras almas. Las cosas no son por causalidad, hay unas leyes de la naturaleza.
Al final es como una mágia que te da los elementos suficientes para seguir adelante. No tenemos ni juventud porque el tiempo lo rompe todo y la naturaleza”. Este párrafo fue el colofón de un documental que nos enseña mucho más de lo que parece. El arte de vivir.
Juan Carlos Ayala Solé