Los grupos y cooperativas de consumo agroecológico son una realidad cada día más presente a nivel local. Aunque se trata de experiencias que, en cifras totales, suman a un número reducido de personas, demuestran que es posible llevar a cabo otro modelo de consumo que tenga en cuenta criterios sociales y medioambientales.
Estos colectivos agrupan a gente de un mismo territorio (barrio, ciudad…) con el objetivo de llevar a cabo un consumo alternativo, ecológico, solidario con el mundo rural, relocalizando la alimentación y estableciendo unas relaciones directas entre el consumidor y el productor a partir de unos circuitos cortos de comercialización. Estos núcleos se constituyen mayoritariamente en las grandes ciudades donde hay una mayor distancia entre consumidores y productores/campesinos y su formato acostumbra a ser el de asociación o cooperativa.
En el presente artículo llamaremos a estos colectivos: “grupos y cooperativas de consumo agroecológico”. A pesar de que muchos de ellos se auto-definen a favor del consumo de productos ecológicos, consideramos que su práctica cotidiana se inserta más en los principios de la agroecología, con una carga no sólo ecológica sino también social y política.
Algunos modelos
En el Estado español, encontramos principalmente dos grandes tipologías de grupos y cooperativas de consumo agroecológico: aquellos que integran en su seno a consumidores y a productores y otros que sólo están formados por consumidores.
En el primer grupo destacarían experiencias como la cooperativa de producción y consumo Bajo el Asfalto está la Huerta! (BAH!) en Madrid, que se inspira en modelos europeos de larga trayectoria como las AMAP (Association pour le Maintien de l’Agriculture Paysanne) francesas, o muchas de las asociaciones históricas andaluzas como La Ortiga de Sevilla, La Breva de Málaga, El Encinar de Granada. Éstas buscan integrar en un mismo marco a productores y a consumidores consiguiendo un compromiso estable de solidaridad mutua, en la que los consumidores garantizan la compra total de la producción del campesino anticipadamente, solidarizándose tanto en los beneficios como en las pérdidas. En determinados proyectos, sus miembros trabajan algunos días al año en la finca apoyando a los productores.
En el segundo grupo encontramos a la mayoría de experiencias catalanas y otras cooperativas de referencia como Landare en Pamplona, Bio Alai en Vitoria, La Llavoreta en Valencia o Arbore en Vigo. En éstas, la relación consumidor y campesino es más laxa, basándose en una relación de confianza y conocimiento mutuo (con visitas periódicas a las fincas) pero donde cada uno trabaja en marcos separados. Algunos grupos y cooperativas mantienen una relación más estrecha con los campesinos con quienes trabajan y otras menos.
A pesar de compartir unos criterios ideológicos comunes existe, como vemos, una gran variedad de modelos organizativos, de relación con el productor/campesino, de formato de compra, etc. Por ejemplo, algunos grupos y cooperativas con el paso del tiempo han ido aumentando y adecuando la oferta a las necesidades de consumo de sus miembros. En la actualidad, muchos de éstos ofrecen lo que se llaman “cestas abiertas”, donde cada consumidor puede pedir periódicamente (en general cada semana) aquellos productos que necesita y pagar por los mismos, pero existen también otros formatos de “cestas cerradas” en las que el consumidor recibe periódicamente una cesta con productos del campesino con quien trabaja pagando siempre la misma cantidad (con el objetivo de garantizar anualmente la compra del producto que el campesino elabora).
Otro elemento que distingue a unos grupos y cooperativas de consumo agroecológico de otros es el grado de profesionalización de los mismos. Muchas de estas experiencias cuentan con personas contratadas que llevan a cabo tareas de gestión. Éste es el caso de muchas de las iniciativas históricas en Andalucía, Valencia, algunas en Catalunya u otras más nuevas en Galicia. A menudo, estos grupos y cooperativas cuentan con una tienda abierta al público, accesible tanto a socios como a no socios. Otras experiencias, en cambio, revindican u optan por un modelo sin personas liberadas, como es el caso de varias iniciativas catalanas.
Orígenes y evolución
Los primeros grupos en el Estado español surgieron a finales de los años 80 y principios de los 90. En Andalucía, a raíz de la constitución del Instituto de Sociología y Estudios Campesinos (ISEC) en la Universidad de Córdoba se introdujeron los principios de la agroecología dando lugar a experiencias como la cooperativa Almocafre en Córdoba (1994). Otras iniciativas andaluzas fueron La Ortiga en Sevilla (1993), El Encinar en Granada (1993), La Breva en Malága (1995) o El Zoco en Jaén (1995). En Catalunya, se constituyó El Brot en Reus (1987), El Rebost en Girona (1988) y Germinal en Barcelona (1993). En Pamplona se creó Landare (1992), en Valencia La Llavoreta (1993), en Euskadi Bio Alai (1993), entre otros.
La mayor parte de estas experiencias surgieron de núcleos militantes en movimientos sociales de la época, aunque hay distintas trayectorias y motivaciones tras cada una de ellas. En Andalucía, por ejemplo, se desarrollaron creando vínculos con el Sindicato de Obreros del Campo (SOC). En esta primera oleada, varias iniciativas se constituyeron formalmente como sociedad cooperativa mientras que otras optaron por el formato de asociación. Aunque es interesante observar como, con el tiempo, varias de estas últimas se legalizaron como cooperativa al considerar que era un modelo más adecuado a sus principios.
Una segunda oleada se produjo en los años 2000. En Catalunya se pasó de menos de diez cooperativas en el 2000 a más de noventa en la actualidad, sumando hoy en día a un total de 2880 unidades de consumo. De éstas, un 86% se encuentran en la provincia de Barcelona y un 46% en la capital catalana.
En Madrid, a finales de los años 90 se impulsaron los Grupos Autogestionados de Konsumo (GAKs) por parte de varias personas que venían de movimientos sociales y que buscaban consumir de otra manera en base los principios de la soberanía alimentaria y la agroecología, y en poco tiempo sumaron a unos seis colectivos. Poco después, en el 2000, se creó Bajo el Asfalto está la Huerta! que dio lugar a diez grupos de consumo en diferentes barrios de Madrid, sumando un total de 130 unidades de consumo, y a un grupo de producción (encargado de trabajar los terrenos del colectivo), y que inspiró otras iniciativas madrileñas como Surco a Surco.
En otros territorios donde no existían experiencias de este tipo, como en Galicia, surgieron de nuevas. En Vigo, en el 2001, se creó la cooperativa Arbore, que hoy suma 290 unidades de consumo y que ha multiplicado por diez su número de socios inicial, a la vez que ha acompañado la creación de otras iniciativas gallegas como la cooperativa A Xoaninha en Ferrol.
A lo largo de los años 2000, aquellos grupos y cooperativas históricas vieron multiplicar sus miembros y aumentar sus socios, a la vez que fueron capaces de ofrecer una mayor variedad de productos. Germinal paso de tener un grupo a contar con cinco, principalmente en Barcelona, que suman un total de 200 unidades de consumo. Bio Alai en Vitoria tiene, según datos del 2008, 650 unidades. Landare en Pamplona vio multiplicar por cuarenta el número de socios en diecisiete años y hoy cuenta con 800 unidades familiares y calcula que unas cuatro mil personas se alimentan con productos de su tienda. Y en este período han surgido nuevos grupos en Madrid, Murcia, Cataluña, Euskadi, País Valencià, Andalucía, Illes Balears, entre muchos otros territorios.
Es importante tener en cuenta como, en este período, organizaciones de comercio justo con una visión global y transformadora de esta práctica empezaron a incluir en sus tiendas productos agroecológicos o a promover en sus locales grupos de consumo. Éste ha sido el caso de muchas de las organizaciones de la red del Espacio por un Comercio Justo, como laXarxa de Consum Solidari en Barcelona que hoy cuenta con seis grupos de consumo agroecológico, Sodepaz en Madrid, A Cova da Terra en Lugo, Gira por el Desarrollo en Santander, Picu Rabicu en Xixón, entre otras. Poniendo de relieve la necesidad de “actualizar” el concepto de comercio justo Norte-Sur con una perspectiva más global de solidaridad y de justicia comercial y campesina “Norte-Norte” y “Sur-Sur” vinculada a la defensa de la soberanía alimentaria.
También debemos señalar la iniciativa ARCO (Agricultura de Responsabilidad Compartida) del sindicato campesino COAG, presentada públicamente en el 2009 pero en la que ya se venía trabajando desde el 2006, con el objetivo de promover los circuitos de cortos de comercialización (mercados de productores, grupos de consumo, cajas a domicilio, venta en explotaciones, comedores colectivos, etc.) y evitar intermediarios. La crisis en la que se encuentra el sector y las dificultades para acceder directamente a los consumidores ha llevado a los agricultores a buscar alternativas. Una experiencia que desde hace algún tiempo viene funcionando en Andalucía, Murcia, Madrid… adaptándose a la realidad de cada territorio y poniendo en contacto a campesinos con consumidores.
Causas y porqués
Pero, ¿cuáles han sido las causas de este aumento tan importante tras el año 2000 de los grupos de consumo agroecológico? Se podrían señalar dos grandes porqués. En primer lugar, el auge del movimiento “antiglobalización” dejó un sustrato de relaciones fértiles y de complicidades en lo local que facilitaron la creación de estos espacios, a la vez que se hizo evidente para muchos activistas la necesidad de vincular la lucha global con la práctica cotidiana. Esto explicaría que una nueva generación militante, muy activa en el movimiento “antiglobalización”, participara a posteriori en estas experiencias de consumo alternativo, ya fuese como usuarios o como promotores.
Un segundo elemento sería la creciente toma de conciencia del impacto negativo del actual modelo agroalimentario y sus efectos en la salud. La multiplicación de casos como las vacas locas, los pollos con dioxinas, la gripe aviar… ha hecho que cada vez más personas se preocupen acerca de cómo se ha elaborado o de dónde proviene aquello que comemos. De este modo, aunque sea a partir de una preocupación individual, más personas optan por consumir productos ecológicos.
Este aumento de los grupos y las cooperativas de consumo planteó la necesidad de establecer marcos de coordinación y de apoyo mutuo. En Andalucía se creó en 1995 la Federación Andaluza de Consumidores y Productores Ecológicos y Artesanales (FACPE), que agrupa a las asociaciones y cooperativas agroecológicas históricas andaluzas (El Encinar, La Breva, La Ortiga, El Zoco, Almocafre) y algunas de más jóvenes (Serranía Ecológica en Ronda, La Borraja en Cádiz, etc). La FACPE cuenta con una junta directiva, un equipo técnico y varias comisiones de trabajo y su objetivo es apoyar a las organizaciones miembros, disponer de criterios de distribución y producción propios y llevar a cabo acciones de sensibilización. Hay que tener en cuenta que la mayoría de sus miembros son asociaciones o cooperativas compuestas por productores y consumidores.
En Cataluña, en el 2005 se legalizó la Coordinadora Catalana de Organizaciones de Consumidores de Productos Ecológicos Ecoconsum, que ya venía trabajando desde hacía años, y que en la actualidad agrupa a unos veinte grupos, principalmente aquellos que llevan más tiempo funcionando y con estructuras más consolidadas mientras que resulta difícil integrar aquellos más jóvenes y pequeños. Hay que tener en cuenta que en Cataluña existen unos noventa colectivos. Ecoconsum no cuenta con personas contratadas sino que se basa en el trabajo voluntario de sus miembros a través de comisiones y tan solo reúne a consumidores, ya que en Catalunya prácticamente no existen asociaciones que integren consumo y producción. Posteriormente, surgió un nuevo espacio, con el nombre de La Repera, que tenía por objetivo ser un marco de encuentro entre grupos de consumo y productores. En su primer jornada, en 2008, participaron unas 110 personas, aunque con el tiempo se ha evidenciado la dificultad por mantener este espacio como un mecanismo estable de coordinación entre consumidores y campesinos, más allá de encuentros anuales y de una buena sistematización de datos y experiencias.
En Madrid existió, antes del 2005, la Coordinadora de Grupos de Consumo Agroecológico que agrupaba a una decena de colectivos, pero tensiones internas hicieron fracasar esta iniciativa. A posteriori, se constituyó la Coordinadora de Grupos de Consumo Ecológico de Madrid formada por algunos de los grupos más consolidados, unos nueve, con el objetivo de resolver asuntos logísticos y gestionar pedidos mayores, aunque muchos no participan en este espacio como los GAKs, el BAH! u otros que tienen, cada uno, marcos propios de coordinación para sus grupos miembros. También en Madrid, desde hace poco, se han intentado promover espacios de encuentro entre consumidores y productores como los encuentros de La Rehuerta.
Otras experiencias de coordinación se han llevado a cabo en Galicia, Illes Balears, Murcia… A nivel estatal, aunque han habido intentos para impulsar una red o una coordinadora estatal, éstos no han acabado de prosperar.