Esta situación de riesgo hace que la migración aumente de forma exponencial, siendo fundamentalmente las mujeres el colectivo que se queda para dirigir las granjas, pero con poco acceso al crédito, a la formación y a los derechos de tenencia de la tierra, con la particularidad de que el abandono de estas zonas cercena la prestación de servicios ecosistémicos y mengua la preservación de la diversidad cultural y agrobiológica.
“Montañas bajo presión: clima, hambre, migración”. Así reza el lema con el que se conmemora este año el Día Mundial de las Montañas, llamando la atención sobre su fragilidad ante una serie de agentes que amenazan su integridad y beneficios para la humanidad.
El cambio climático, la degradación de las tierras, la sobreexplotación y los desastres naturales constituyen, entre otros, fenómenos que amenazan unos recursos esenciales para el planeta, toda vez que casi mil millones de personas viven en zonas montañosas y más de la mitad de la población mundial depende de éstas para abastecerse de agua, alimentos y energía limpia. Se estima que en torno al 39% de los habitantes de montaña en los países en desarrollo (329 millones de personas) es vulnerable a la inseguridad alimentaria, así como al aislamiento y a la pobreza.
Esta situación de riesgo hace que la migración aumente de forma exponencial, siendo fundamentalmente las mujeres el colectivo que se queda para dirigir las granjas, pero con poco acceso al crédito, a la formación y a los derechos de tenencia de la tierra, con la particularidad de que el abandono de estas zonas cercena la prestación de servicios ecosistémicos y mengua la preservación de la diversidad cultural y agrobiológica.
En este escenario, voces autorizadas se alzan para demandar mayores inversiones y políticas orientadas a aliviar las duras condiciones de vida de las comunidades de montaña, intentando revertir con ello la emigración.
Se insta así a la comunidad internacional a gestionar en mayor medida los riesgos en las zonas de montaña a través de la prevención, la mitigación de los desastres naturales y la rehabilitación de los servicios públicos, implementando igualmente infraestructuras de transporte y comunicaciones, y posibilitando la participación activa de los pueblos en los procesos de toma de decisiones, con especial énfasis en el papel de la mujer.
Por su parte, también se proponen los pagos por servicios ambientales, contribuyendo de esta forma a mejorar las condiciones económicas de las comunidades de regiones montañosas, así como la promoción de productos y servicios de alta calidad, facilitando el acceso a los mercados internacionales.
La gestión eficiente de los recursos naturales y la adopción de medidas específicas para la adaptación al cambio climático resultan igualmente esenciales, como también lo es la cooperación transfronteriza en aras de un desarrollo sostenible.