Noruega está siendo la receptora de buques cargados con millones de toneladas del “veneno” que enferma el planeta. Es de público conocimiento que el avance del calentamiento global y el cambio climático están obligando a la humanidad a tomar acción para aminorar los efectos de los gases de efecto invernadero que los generan. El problema de la presencia exacerbada de estos gases es que atrapan el calor en la atmósfera terrestres, ocasionando el efecto invernadero. En la lista de los gases que provocan esta situación, destacan el dióxido de carbono (CO2), el metano (CH4), el óxido nitroso (N2O) y los gases fluorados.
Noruega pone su “grano de arena” para bajar los niveles de contaminación
Las organizaciones ecologistas y los Verdes celebran que la Unión Europea mantenga el objetivo de recorte de CO2 para 2040 del 90%. Es un momento de júbilo porque el dióxido de carbono es el gas de efecto invernadero más significativo desprendido en diferentes actividades humanas.
Por ejemplo, la quema de combustibles fósiles y la deforestación. Su concentración en la atmósfera ha subido de forma constante desde la Revolución Industrial, intensificando el calentamiento global. Por otra parte, el metano se torna como un gas con potencial de calentamiento global mucho más elevado que el CO2 a corto plazo.
Es liberado durante la producción y el transporte de carbón, petróleo y gas natural, además de la crianza de ganado y la descomposición de residuos orgánicos en vertederos. Asimismo, el óxido nitroso llega en su mayoría de prácticas agrícolas, como el uso de fertilizantes nitrogenados y determinados procedimientos industriales.
Dicho gas atesora una vida atmosférica más larga y un impacto mayor en el calentamiento global comparado con el metano. Contribuye también a la destrucción de la capa de ozono, agrandando todavía más los problemas ambientales.
Los gases fluorados se generan a raíz de múltiples aplicaciones industriales, acaparando la elaboración de equipos electrónicos y de refrigeración. La acumulación de estos gases de efectos invernadero en la atmósfera tiene severas consecuencias para el planeta.
En este contexto, Noruega está siendo el foco de recepción de buques cargados de CO2. Se encarga de enterrar ese veneno que tanto daño le está haciendo a la Tierra.
Almacén de dióxido de carbono en Noruega
Noruega ya se ha convertido en un país pionero en el almacenaje de CO2 a gran escala, con un reservorio submarino. Europa tiene en funcionamiento su primer gran almacén submarino de dióxido de carbono.
El proyecto Northern Lights, impulsado por Equinor, Shell y TotalEnergies, inyectó hace unos meses las primeras toneladas de CO2 en un reservorio ubicado a 2600 metros bajo el fondo marino de la costa occidental de Noruega.
Este procedimiento de captura y almacenamiento de carbono (CCS, por sus siglas en inglés) se postula como una de las pocas alternativas para disminuir las emisiones contaminantes en sectores complejos de descarbonizar. Es el caso del segmento de producción de cemento, acero o energía a partir de residuos.
Hace un tiempo atrás, este tipo de tecnologías se concebían como proyectos experimentales o algo demasiado costoso. Con esta iniciativa europea, el Viejo Continente ha procedido a la apertura de un sistema comercial de transporte y almacenamiento de CO2.
Solo resta esperar
Aunque lo que está sucediendo en Noruega es un auténtico punto de inflexión, queda un interrogante en el aire. Es si este sistema conseguirá escalar lo suficiente como para contribuir de manera real a las metas climáticas planteadas por Europa.
Solo resta esperar para ver hasta dónde llega el proyecto iniciado en Noruega, ubicación en la que ya entierran el “veneno” que enferma al planeta. Mientras tanto, Francia y España se mantienen firmes en el veto a los coches con CO2 en 2035.
 
			 
			















