“La producción de salmón de las piscifactorías chilenas podría caer casi un 25 % debido a regulaciones más estrictas encaminadas a hacer frente a las crisis ambientales que están acabando con las poblaciones de peces en los últimos años, según manifiestan fuentes gubernamentales e industriales.”
Muchos problemas
Las granjas de salmón que se encuentran en el sur del país han sufrido una escalada de producción durante los “años buenos” y luego unas estrepitosas caídas, debidas sobre todo a los brotes bacterianos, virales y de algas, que se han vuelto cada vez más comunes.
Una floración masiva de algas mató hasta un 20 % de salmón chileno este año, con un costo millonario y es probable que la industria se enfrente a una reducción de la producción anual de alrededor de 650.000 toneladas, un nivel visto por última vez en 2011, cuando la industria se estaba recuperando de un brote de virus de anemia infecciosa del salmón.
El “fantasma” de una caída permanente de la producción chilena, donde se encuentra el segundo mayor sector de la cría de salmón después de la de Noruega, pone de relieve cómo los productores todavía están luchando para alcanzar por fin un modelo de negocio sostenible.
Oscuros pronósticos
Las empresas y los analistas han pronosticado que la oferta mundial de salmón caerá entre un 5 y 9 por ciento en 2016 debido a la disminución de la producción en Noruega y Chile, lo que probablemente daría lugar a un aumento de los precios para los consumidores finales.
Algunas compañías sostienen que las normas de densidad reducida que afectan a las granjas de salmón, podrían terminar perjudicando la competitividad de la industria, que tiene como prioridad resolver sus problemas sanitarios más acuciantes.
Muchos de los involucrados sostienen que simplemente controlar las densidades de peces no es suficiente para hacer que la industria sea más sostenible, sino que hay que poner cotas más estrictas a la hora de la producción, con el fin de proteger a los peces (aumentando y potenciando las medidas sanitarias), al mismo tiempo que se vela por no causar daños medioambientales.
Las grandes empresas pretenden que el gobierno permita que, en las zonas de producción más extensas, haya más flexibilidad en la aplicación de las normativas y una mayor separación entre las áreas de producción, todo lo cual podría proteger a los productores de los posibles malos hábitos ambientales de sus vecinos.
Aun así, hay un consenso de que los problemas de salud de la industria deben ser abordados y solventados con la mayor premura, para asegurar la longevidad de la salmonicultura en Chile, pero se teme que esto dependa de las empresas y no de que el gobierno se involucre en una solución eficaz.