En mi último viaje a México he tenido la gran oportunidad de conocer zonas que, en otros casos y sin la compañía de mis amigos Humberto, Giovanna y Eduardo, me hubiese sido imposible. Dicen que la mejor forma de viajar es hacerlo en compañía de alguien de la zona y no se equivocan.
México es un país de grandes contrastes, complejo, con una historia peculiar y difícil de comprender. La primera noche me fue complicada por el jet lag, ocho horas de diferencia se notan. Me hospedaba a dos cuadras del Paseo Reforma, una zona considerada como segura. Por eso me extrañó escuchar ruidos de motores no localizados por mí hasta la mañana siguiente. Eran los ruidos de los helicópteros que aterrizaban en los helipuertos de las azoteas de los edificios cercanos. Comprobé el primer contraste del país, una gran parte de la población residiendo la pobreza mientras otros se desplazan por el aire como si del metro o el bus se tratase. Antes de seguir contando mis experiencias en México debo dar cuatro apuntes sobre el país.
Carlos Slim Helú es mexicano y también el hombre más rico del mundo con una fortuna que supera los 53.500 millones de dólares. Su riqueza le permite colmar todos sus deseos mientras el resto de mexicanos no pueden hacer frente a necesidades básicas y de estos, diez millones padecen hambre. El cesto de la compra de los productos básicos como el maíz, arroz, harina, azúcar, aceite, papel higiénico o la sal ha aumentado un 20 por ciento sus precios durante los dos últimos meses. Uno de cada cuatro hogares reconoce haber reducido su consumo de comida mientras en un 10 por ciento de las casas se destina un 40 por ciento de los ingresos a la compra de comida. Todo esto en un país con más de 107 millones de habitantes de los cuales casi una quinta parte viven en la zona metropolitana de la ciudad de México.
Conociendo todos estos datos comprenderéis que se me hacia complicado entender algunas cosas y por eso me dedique a hacer decenas de preguntas a mis amigos. Empiezo mi caminata por el Paseo donde, al igual que en la Ramblas de Barcelona, hay estatuas móviles y elementos emblemáticos. En México existe aún un personaje que defiende a capa y espada el comunismo y que vende el periódico del partido. Al verlo me hizo mucha gracia y me vinieron recuerdos de hace 30 años sobre todo cuando leí en la cabecera la frase “¡Proletarios de todos los países, uníos!“. Por un instante, se me paró el tiempo.
Sigo andando y me encuentro unos indios que se ganan la vida limpiando las malas vibraciones a todo aquel que se les cruce. Tengo la oportunidad de visitar zonas como Polanco o Masaryk donde todo es riqueza convertida en tiendas de marcas famosas con autos del lujo aparcados a sus puertas.
Es un nuevo contraste y me pregunto por qué existe esta diferencia entre la pobreza y la riqueza. Me responden que cuando México se independizó en 1810, esa independencia fue solo para la población criolla pero no para el grueso del pueblo mexicano y tampoco para los indígenas. Además, parte de la culpa del poco desarrollo del país se debe a la larguísima dictadura, más de 70 años, dirigida por el PRI, el Partido Revolucionario Institucional. Esto ha comportado que actualmente aun no exista la democracia y que las instituciones creadas no sean respetadas por la ciudadanía. La aplicación de los derechos es solo para la clase alta, se destinan altos presupuestos para aumentar el ejército y se reducen las partidas de educación. El ejemplo más claro es la desaparición de la embajada de México en la Unesco, dicen que por falta de presupuesto, que coincide con la ampliación de la embajada en el Vaticano. No existe un concepto de país ni una ruta y para rematar la mala situación, el gobierno actual crea una regresión de dos siglos porque el poder lo tienen la iglesia y el ejército.
Sigo intrigado y me permito seguir preguntando. Esta vez quiero saber cuáles son las posibles alternativas para mejorar esta situación pero me encuentro de nuevo con respuestas negativas. Las alternativas existen y se basan en logros individuales pero estos logros se disuelven entre la impunidad y la corrupción. Realmente kafkiano.
Paseo por las calles del centro y me topo con artilugios antiguos y usados en venta. Me sorprendo al ver entre ellos un ataúd. Le hago una foto y lo miro de nuevo con asombro. Le pregunto al vendedor y me dice que es una donación de la iglesia de la zona para sacarse unos pesos. El precio son 200 pesos (17 euros) y con regateo aun costará menos.
Sigo con mi viaje. Dejo atrás México DF y me dirijo a San Luis de Potosí. En esta zona han salido las mejores minas de plata del país. Desde aquí ascenderemos por las montañas hasta llegar al Real de Catorce, a 3.000 metros de altura, donde Mediterrània Fundació Mare Terra, organismo que presido, lleva a cabo tres proyectos con los indios Huicholes, desde la Sierra de Jalisco hasta Real de 14, que intentan recuperar las tradiciones locales y crear un programa que permita el desarrollo del turismo ecológico y cultural.
Hacemos una parada en el camino para comer un cabrito en el Mezquite. Humberto me asegura que es uno de los mejores que probaré en mi vida y efectivamente no se equivoca porque está muy exquisito. Allí mismo tenemos la oportunidad de contemplar una lluvia torrencial que solo cae dos o tres veces por año y que crea una luz mística que te conduce a las puertas de Huiricuta donde la lluvia ha destapado los peyotes, colgados bajo tierra antes de la caída de la lluvia. Esta carne sagrada es tan sagrada como peligrosa y por eso dejo los peyotes en su lugar. Circulando por la carretera a Matehuala, también llamada Panamericana, nos encontramos con los traficantes de animales que venden perritos de pradera, águilas reales, serpientes de cascabel o mapaches, todo ellos disecados, y ante la pasividad de la policía. Una anécdota la protagoniza el propietario de nuestro hotel del Real porque es todo un personaje. Ha sido actor en películas como “Piratas del Caribe” o “La mexicana” de Brad Pitt y Julia Roberts. El, como muchos otros, optó por el misticismo y por vivir cerca de la montaña sagrada llamada El Quemado. Me enamoro del pueblo porque es de este tipo de lugares que te da respeto calificarlo por el gran poder de seducción y sensaciones que te provoca. No hay que morirse sin ir a Real de Catorce una vez en la vida por lo que ofrece el lugar y te hace sentir.
Mi viaje finaliza aquí. Me voy con la seguridad y el convencimiento que es fácil aprovecharse de los mexicanos porque son buena gente pero demasiado sumisa y sin espíritu de lucha. Un país se levanta gracias a todos aquellos que lo habitan y no debe dejarse en manos de unos pocos. Si sucede así, las naciones se estancan, sus gentes no evolucionan y los pocos que lo hacen acaban mandando.