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domingo, abril 2, 2023

25 familias de Guapán se adaptan al cambio climático

Desde que se acuerda, Elsa se dedica a cultivar la tierra, y es a lo largo de 10 años que ha perdido, más de una vez, sus productos. «A veces no llovía y se secaba todo, y cuando llovía
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Desde que se acuerda, Elsa se dedica a cultivar la tierra, y es a lo largo de 10 años que ha perdido, más de una vez, sus productos. «A veces no llovía y se secaba todo
 
 

Para llegar a la casa de Elsa Lojano es necesario cruzar un espeso huerto de alfalfa, pasar por un tronco flojo para no caer al río y avanzar por un estrecho camino empinado. En el medio del cerro, en Guapán, Azogues, vive esta agricultora con su padre Segundo. Desde que se acuerda, Elsa se dedica a cultivar la tierra, y es a lo largo de 10 años que ha perdido, más de una vez, sus productos.

 

 «A veces no llovía y se secaba todo, y cuando llovía, era muy fuerte y los cultivos se perdían, se caían por la pendiente y ensuciaban el río». Todavía el clima se comporta así, irregular, pero ella, junto a su padre, han cambiado la manera de manejar esta actividad productiva.

 

Ya no tienen un monocultivo, sino que siembran varias hortalizas y frutales. Cuentan con un minireservorio que almacena las aguas lluvias para cuando necesitan regar y no llueve, y han cambiado la dirección y forma de la siembra para evitar que se desprendan por las fuertes precipitaciones.

 

Todos estos cambios los han adoptado por recomendación de Xavier Yépez y Diego Quishpe, técnico del Ministerio de Ambiente (MAE) y Coordinador del Proyecto de Adaptación al Cambio Climático, respectivamente. Entre el 2008 y 2009, el Instituto de Ciencias de Estocolmo realizó un análisis de los recursos hídricos y los registros del clima de Ecuador.

 

De esta manera se determinaron los sectores más vulnerables frente al cambio climático. La zona sierra centro resultó la más propensa debido al aumento de sequías y disminución de precipitaciones que se detectaron.

 

Al comienzo, cuenta Quishpe, se aplicaron medidas de adaptación que se manejan a nivel mundial, pero se determinó que no eran las adecuadas para esa zona. La adaptación, recalca, siempre debe ser local dependiendo de las características del sitio.

 

En el caso específico de ese proyecto en Guapán, Quishpe recibió propuestas de la Emapal -Empresa Municipal de Agua Potable de Azogues- quienes ya habían conversado previamente con las comunidades.

 

En la zona, explica, se identificó sedimentación de suelo que afectaba al río, y también la erosión se presentaba como un problema. Caminando entre las parcelas de tierra, cuidando de no pisar ninguna planta, Elsa se agacha para arrancar una hoja de lechuga que está seca, y cuenta: «Antes sembraba de arriba para abajo, pero llovía y se caía todo. Nos quedábamos sin un solo choclo.

 

Ahora es así, horizontal, y la lluvia no afecta y las plantas no se mueren porque les pongo un insecticida de ají». A su alrededor hay lechuga, col, zanahoria y otros alimentos, y Yépez, quien la acompaña, dice que la diversificación de productos no solo fortalece el suelo con nutrientes, sino que evita que el suelo se desprenda y llegue hasta el río.

 

Quishpe explica que el proyecto de ‘Fincas agroecológicas en la cuenca del Río Tabacay’ es importante para el sustento económico de las 25 familias que forman parte de él, así como para mantener el ecosistema y recuperar lo que se había perdido.

 

 Al trabajar las tierras cerca de cuencas hidrográficas se protege el suelo para que no haya desertificación. Sobre los cultivos, Elsa muestra un sistema de riego por aspersión -un tubo delgado que termina con un aparato con huecos diminutos- que instaló hace tres años y que ayuda a optimizar el uso del agua.

 

«Procuramos no gastar mucha agua y que los alimentos salgan bien para venderlos, algo que tampoco hacíamos antes porque lo que sacábamos lo consumíamos». Ni Elsa ni Zoila Romero, que vive a 10 minutos, consideraban a la agricultura como una fuente de ingreso.

 

Hace dos años que Zoila cambió su monocultivo de maíz por más de 20 variedades de hortalizas y aprendió a preparar compost como fertilizante y biol -a base de cal orgánica, ceniza, melaza y alfalfa- como insecticida.

 

Con una falda fucsia de terciopelo, la señora de 58 años se pasea por el huerto, orgullosa, y dice que sabe cómo hacer para que las plantas no se pierdan por la falta de lluvia o por las plagas. De las 25 familias que pertenecen a la asociación, 17 están representadas por mujeres.

 

Darwin Ortega, presidente de la Asociación de Productores agroecológicos de la microcuenca del Tabacay, cuenta que las fincas que tienen ahora son el resultado de varios procesos.

 

«Tuvimos capacitaciones para entender cómo podíamos mejorar nuestra producción para beneficiarnos a nosotros y al medio ambiente, y ahora nos seguimos reuniendo una vez al mes para ver las cosas que se pueden mejorar». En la primera etapa del proyecto, además de los talleres de capacitación, los miembros de la asociación recibieron semillas, carretillas, picos, rastrillos y otros implementos para trabajar la tierra. Ortega confiesa que está consciente de que el trabajo que hace ayudará a las próximas generaciones.

 

Desde su oficina en Quito, la directora nacional de Cambio Climático del MAE, Carola Borja, comenta que la adaptación al cambio climático se trata de buscar formas para que las modificaciones en el clima no afecten a la población tan negativamente, y que sean las mismas comunidades las que identifiquen cuáles son los problemas que tienen ahora a causa del clima, para prepararse. «Cuando hablamos de cambio climático nos referimos al incremento de temperatura y la mayor evapotranspiración que disminuye la disponibilidad al agua.

 

Para las comunidades rurales es mucho más palpable porque por su condición socioeconómica les es más difícil encontrar otra fuente de ingresos». En resumen, dice Borja, la idea es que con acciones concretas la población empiece a darse cuenta de cómo puede cambiar sus hábitos para ser menos vulnerables al cambio climático.

 

 El proyecto En el estudio que se realizó hace cinco años se determinó que hay seis cuencas hidrográficas en el país que se inundan frecuentemente. Por eso es necesario trabajar ahí para disminuir el impacto del cambio climático. Hasta el próximo año el proyecto estará en fase piloto. En el 2015 se elaborará uno nuevo que recoja todas las experiencias exitosas que se encuentren en la fase actual.

http://www.elcomercio.com/ – PNUMA – ECOticias.com

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