Hoy pocos dudan –al menos en voz alta- de que las energías renovables deben formar parte activa del presente y del futuro, y que deben contribuir con el mayor porcentaje posible al ‘mix’ energético mundial. Cuando, hace unos años (antes de que llegáramos a registrar en una hora más de un 40% de eólica en la producción eléctrica (1)) hablábamos de los grandes beneficios de las energías renovables, se solía subrayar su carácter distribuido: podíamos producir energía no contaminante en el lugar en el que la necesitáramos, en especial en zonas y países mal electrificados, permitiendo su autonomía energética.
Hoy esta ventaja es vista más bien como un inconveniente… Y es que el desarrollo de las energías renovables no ha ido por el camino de la autonomía, sino que se ha ido amoldando a un sistema eléctrico totalmente centralizado. Nuestro régimen especial prefiere grandes centrales que produzcan cuantos más megavatios mejor antes que pequeños sistemas que permitan la autonomía energética de una fábrica, una población o un bloque de edificios.
Puede darse la paradoja de que, en caso de corte de suministro eléctrico, una granja que había invertido en paneles fotovoltaicos se quede sin electricidad. Pues el sistema está previsto para vender toda la producción y comprar la electricidad que se necesita, y no para vender únicamente el excedente tras el autoconsumo, lo que solo se puede hacer en sistemas aislados.
Parafraseando a Pedro Prieto (crisisenergetica.org), lo que estamos desarrollando son “sistemas no renovables que toman energía de fuentes renovables”. Dicho de otra manera, el modelo que estamos tomando como base para el tan declamado “nuevo modelo energético” no puede considerarse renovable, ya que ¡solo puede funcionar si el sistema se basa en las energías fósiles!
Sin embargo, algo parece estar cambiando ya que últimamente empezamos a oír hablar cada vez más de «generación distribuida» y de «autoconsumo», como una evolución necesaria de nuestro sistema que se acerca a un tope en el crecimiento de la eficiencia (es decir, que las economías de escala no son capaces de seguir aumentando la eficiencia de las redes, por lo tanto de bajar mucho más los costes (2)). Por ejemplo, hace poco leíamos un informe de la Asociación de la Industria Fotovoltaica (3) en el que se afirmaba que el autoconsumo será la clave para que la industria fotovoltaica pueda seguir expandiéndose en los próximos años sin que suponga un coste inasumible para el consumidor, por lo que consideran necesario legalizar y promover el autoconsumo. Por otro lado, resulta especialmente interesante la presencia de los principales actores de nuestro sistema centralizado en el I Congreso de Generación Distribuida, celebrado en Madrid hace unos meses. Aún así, resultó curioso y, a la vez, esclarecedor escuchar una definición de «generación distribuida» totalmente diferente para unos y para otros. Para Red Eléctrica, por ejemplo, es ya una incipiente realidad, puesto que se trata únicamente de la conexión directa de las centrales de producción a redes de distribución en lugar de las de transporte (lo que ocurre para casi todas las energías renovables). Para otros, sin embargo, es necesaria una auténtica revolución del sistema de la que aún estamos lejos y que deberá pasar por el desarrollo de microrredes locales.
Las mismas ventajas de la generación distribuida pueden aparecer como graves inconvenientes en un sistema diseñado de manera centralizada y pensado para el carbón. Por ejemplo, el aumento de la penetración de las energías renovables (consideradas “no gestionables” e intermitentes) en las redes actuales, exigiría una mayor potencia de reserva que con las centrales convencionales. Sin embargo, la creación de numerosas microrredes que operen de manera autónoma como “módulos independientes” haría innecesaria esa gran potencia de reserva a la vez que aumentaría la fiabilidad del sistema, puesto que la pérdida de una unidad de producción no tendría consecuencias tan graves sobre todo el sistema como la parada brusca de, por ejemplo, una central nuclear.
La generación distribuida tiene grandes ventajas: menores pérdidas (que actualmente pueden alcanzar un 14% en baja tensión), autonomía energética de los consumidores, mayor fiabilidad del sistema, mayor garantía de suministro, ahorros energéticos y económicos… En definitiva, un sistema más eficiente y que permitirá la introducción masiva de las energías renovables. Pero solo podremos alcanzarlas si el sistema se revoluciona mediante la creación de microrredes interconectadas, la gestión activa de la demanda, nuevas tecnologías de control, almacenamiento de la energía renovable, planificación distribuida… Al mismo tiempo, no tenemos que olvidar lo más importante: cesar radicalmente el despilfarro energético de una sociedad basada en el consumo exacerbado. Sin hablar del uso irracional del automóvil que, actualmente, no tiene influencia en la red eléctrica pero que lo tendrá en el futuro según los planes de desarrollo del coche eléctrico.
Si tratamos de mantener nuestro actual sistema basado en las energías fósiles y la nuclear, tendremos que conformarnos con tener energías renovables a pequeñas dosis. Pero debemos introducir cambios radicales si realmente nos creemos aquello de que “una nueva era energética ha de nacer en nuestro tiempo histórico, tras la del carbón y el petróleo. Una era basada en la eficiencia energética y la apuesta por las renovables (4). Además de que el presidente del gobierno en su discurso se “olvidó” del ahorro energético y la disminución del consumo, debemos preguntarnos: ¿buscamos realmente un nuevo modelo energético o más de lo mismo?
(1) http://www.greenpeace.org/espana/news/100225_02
(2) Abbas Akhil, “Avances Tecnológicos del Concepto de Microrred CERTS”, Congreso GENEDIS 2009
(3) “Acercándonos a la paridad de red”. ASIF, 2009: http://www.asif.org/files/2010_KPMG_Fotovoltaico_Conclusiones_Definitivo_15Ene.pdf
(4) Extracto del discurso de José Luis Rodríguez Zapatero en el plenario de la COP15: http://www.energias-renovables.com/paginas/Contenidosecciones.asp?ID=13&Cod=19063&Nombre=Noticia
Por Lara Pérez Dueñas, ingeniera de Energía y Medio Ambiente; miembro de Berdeak-Los Verdes (http://berdeak.org/) y de la Coordinadora Verde del proceso de Hondarribia, espacio de convergencia por la refundación del espacio verde en el Estado español (http://hondarribiaverde.org/)




















