Es innegable que las Bicicletas eléctricas son una gran ayuda a la movilidad sostenible. Una bicicleta eléctrica es en realidad una bicicleta común a la que se le ha colocado un motor eléctrico, para ayudar a que el avance del vehículo sea más fluido. Sobre todo en cuestas, con viento en contra o en terrenos escabrosos. La autonomía puede variar según las circunstancias entre los 30 y los 155 kilómetros.
Si el vehículo tiene un acelerador estamos ante un ciclomotor eléctrico (se necesita tener un seguro para circular y un permiso de conducción en regla). En cambio, si funcionan por “pedaleo asistido”, hablamos de bicicletas eléctricas propiamente dichas.
Características y tipos de bicicletas eléctricas
Estas tienen una potencia máxima de unos 250 W y cuando circulan con asistencia lo hacen por debajo de los 25 Km/h. En las bicicletas eléctricas, en cuanto se comienza a pedalear, el motor se activa. Y hay dos tipos de sistemas dependiendo del sensor: los hay de par o de movimiento (con regulador).
Bicicletas eléctricas con sistema con sensor de par
El tipo de sensor que usan estas bicicletas eléctricas mide el grado de fuerza que el usuario aplica sobre los pedales y de esa manera calcula el aporte proporcional necesario que debe brindar el motor. No es el sistema más habitual, porque el costo de sus reparaciones es alto, debido a que resultan algo complicadas y a que, para que la asistencia sea integral, el pedaleo debe ser constante y tenaz.
Bicicletas eléctricas con sistema con sensor de movimiento (con regulador)
Este suele ser el sistema que se encuentra en la mayoría de las bicicletas eléctricas del mercado. Funciona de esta manera: en los pedales existe un pequeño sensor que controla el movimiento de los mismos, cuando disminuye el ritmo se activa un controlador que se encargará de proporcionar la energía necesaria de forma progresiva, para que la circulación sea fluida y cómoda.
Para que el control lo tenga siempre el usuario, las bicicletas eléctricas poseen una pantalla o display. En donde se aprecian los cambios y con un interruptor que funciona casi como un acelerador, es factible darle más potencia al vehículo.
¿Por qué las bicicletas eléctricas no terminan de popularizarse en España?
Se las ha llegado a considerar el medio motorizado de transporte más eficiente y menos contaminante jamás construido. Han bajado de precio, en algunas ciudades se las alquila, en otras se subsidia su adquisición. Pero no en todos lados tiene la misma aceptación.
Los países escandinavos, Bélgica, Países Bajos y China sí han apostado por las bicicletas eléctricas. De hecho, son el método habitual de movilidad sostenible de muchísimas ciudades. En las que miles de personas las emplean para ir a trabajar, salir de paseo individualmente o en familia o para hacer recados y compras.
Los estudios han demostrado que la perspectiva de llegar al trabajo sudoroso es uno de los mayores impedimentos, para conseguir que la gente cambie sus coches por bicicletas. Eso es especialmente cierto en ciudades donde los ciclistas pueden enfrentar largas rutas, colinas o calles sin sombra.
Los expertos dicen que las bicicletas eléctricas podrían aportar mucho a la movilidad eléctrica, pero uno de los inconvenientes que enfrentan en nuestro país, es que aún se percibe a las bicicletas como una actividad deportiva y/o recreativa en lugar de considerarlas seriamente (como sucede ya en miles de ciudades), como una opción práctica y limpia de transporte.
En un momento en que las grandes metrópolis del mundo entero están luchando por combatir el tráfico excesivo y reducir las emisiones climáticas, las bicicletas eléctricas tienen el potencial de aliviar ambos problemas. Pero salvo en algunas ciudades europeas y en China, sus ventas no terminan de despegar. Y España es buen ejemplo de ello.
Si no hay un cambio real de mentalidad, la bicicleta eléctrica seguirá luchando en condiciones desiguales. Infinidad de ciudades de todo el mundo han puesto este tipo de vehículos en alquiler, a disposición de sus ciudadanos y de los turistas. Y el plan ha dado muy buenos resultados.
En las principales metrópolis de los países que apuestan por la movilidad eléctrica, ya sea porque sus calles son empinadas, los trayectos son muy largos o el clima es demasiado caluroso, los ayuntamientos dan ayudas específicas para que sus ciudadanos puedan adquirir bicicletas eléctricas.
En España el inconveniente principal para la adopción generalizada de las bicicletas eléctricas parece el más fácil de remediar. Ya que consiste en la aceptación cultural de las mismas, especialmente por parte de dos grupos que desde hace tiempo las miran con desconfianza: algunos ciclistas y muchos conductores.
Estos ciclistas sostienen que impulsarse con un motor eléctrico equivale a “hacer trampas”. Los conductores no llegan a convencerse de su seguridad y las incluyen en el mismo paquete que a las demás: el de “objetos peligrosos en ruta”. Definitivamente, este problema se combate de una forma muy sencilla: con educación, información y voluntad de entendimiento.