- Así se desprende de un estudio elaborado por investigadores de la Cátedra UNESCO de ESCI-UPF, la Universidad de Cantabria, el Centro Tecnológico EnergyLab y la Pontificia Universidad Católica de Perú.
- Si se comparan los resultados con el mismo período del año anterior, se concluiría que hemos comido peor y hemos desperdiciado más alimentos.
- Asimismo, el contenido nutricional bajó entre un 6% y un 8%, el impacto económico ha sido del 11% y las emisiones de gases de efecto invernadero han crecido un 10%.
Un estudio elaborado por investigadores de la Cátedra UNESCO de ESCI-UPF, la Universidad de Cantabria, el Centro Tecnológico EnergyLab y la Pontificia Universidad Católica de Perú ha analizado el impacto que el COVID-19 ha tenido sobre la pérdida y desperdicio de comida.
El estudio se basa en el análisis de ciclo de vida, que permite evaluar las emisiones de gases de efecto invernadero a toda la cadena de suministro (desde la producción del alimento hasta el consumo y la gestión del residuo), habiéndose contemplado 57 tipos de comidas y bebidas para poder indagar en los cambios en la dieta, el aporte nutricional y el impacto en la economía familiar.
Si se comparan los resultados con el mismo período del año anterior, se concluiría que hemos comido peor y hemos desperdiciado más alimentos que en 2019. Se ha observado un aumento del 12% en la generación de residuos alimentarios, el contenido nutricional bajó entre un 6% y un 8%, el impacto económico ha sido del 11% y las emisiones de gases de efecto invernadero han crecido un 10%.
Se concluye así la necesidad de apoyar más al sector primario para acortar la cadena de suministro y reducir la presión sobre los recursos naturales.
Asimismo, se indica que la reducción de residuos de alimentación y los impactos ambientales y económicos negativos se resuelven con el consumo de productos locales, frescos y de temporada, circunstancia que también se traduce en una mejor atención nutricional sobre la población.
Igualmente, se alude a la conveniencia de habilitar ayudas al sector primario para adaptarse a nuevos escenarios mediante la digitalización, la planificación de la economía o la adaptación del etiquetado.
Fuente: Sogama