¿Tienes todavía un televisor de tubo ocupando sitio en el trastero o en casa de tus padres y no sabes qué hacer con él? No eres la única persona. En un momento en el que Europa genera más de diez millones de toneladas de residuos electrónicos al año, guardar aparatos apagados se ha convertido en un hábito muy extendido, lo que algunos informes llaman directamente efecto tesoro.
Detrás de ese aparato viejo hay algo más que recuerdos de dibujos animados. Es un residuo electrónico, con metales valiosos y también con sustancias peligrosas. En el caso de los televisores de tubo, buena parte del peso es vidrio con plomo, y distintos estudios sitúan ese contenido entre uno y uno coma cinco kilos por unidad. Por eso no puede acabar en el contenedor de resto ni abandonado en la calle. Y aquí es donde entran en juego la creatividad y la economía circular.
Por qué un televisor viejo no es un residuo cualquiera
Los residuos de aparatos eléctricos y electrónicos se consideran un flujo prioritario en la normativa europea y española. El motivo es doble. Por un lado concentran metales y plásticos que pueden reutilizarse si se gestionan bien. Por otro, contienen sustancias que pueden ser peligrosas si se rompen o se tratan sin control, desde retardantes de llama hasta vidrio con plomo en el caso de los antiguos CRT.
A escala europea, los datos muestran que compramos muchos más aparatos de los que llegan oficialmente a los canales de reciclaje. En 2023 se comercializaron más de treinta kilos por persona de nuevos equipos eléctricos y electrónicos, mientras que solo se recogieron once coma seis kilos de residuos, una diferencia de más de veinte kilos que suele quedarse en cajones, trasteros o circuitos informales.
La consecuencia es clara. Si ese televisor acaba en un vertedero o se manipula sin protección, el vidrio plomado y otros componentes pueden suponer un problema ambiental y de salud. Si se canaliza bien, en cambio, se convierte en materia prima y en empleo verde. Solo el reciclaje de residuos electrónicos generó en España un valor añadido superior a mil cuatrocientos millones de euros y miles de puestos de trabajo en 2024.
De la tele al objeto decorativo
¿Qué está haciendo mucha gente con esos televisores que ya no usa? Una opción en auge es vaciar el interior del aparato de tubo y quedarse solo con la carcasa para darle un uso completamente distinto. Lámparas ambientales con tiras LED en el hueco de la pantalla, minibaress discretos en el salón o incluso casitas para gatos y perros pequeños que aprovechan la estructura resistente del mueble.
La clave, desde el punto de vista ambiental, es separar bien los dos mundos. El interior electrónico, incluido el tubo de imagen, debe ir a un gestor autorizado de residuos electrónicos o a un punto limpio municipal. La carcasa de plástico y madera, una vez limpia, se convierte en soporte para el nuevo proyecto. Así se minimiza el riesgo de exposición a altas tensiones y a fragmentos de vidrio, algo que los especialistas en reparación recuerdan como uno de los peligros de los CRT incluso apagados.
El resultado puede ser muy vistoso. Una lámpara retro encendida en el rincón del salón o un refugio para el gato dentro de una tele antigua no solo evita que el aparato acabe en la basura. También abre la puerta a hablar en casa de residuos, reciclaje y consumo responsable. Y eso se nota.
Cuando la pantalla sigue funcionando
No todos los televisores viejos son de tubo. En muchas viviendas hay pantallas de plasma o LCD que todavía funcionan, aunque hayan sido sustituidas por modelos más modernos. En estos casos, la opción más sostenible suele ser alargar su vida útil.
Con los cables adecuados, una tele plana puede convertirse en segundo monitor para el ordenador, muy útil en teletrabajo para tener las ventanas de correo o videollamada separadas, o en pantalla dedicada a consolas antiguas. Los aficionados a los videojuegos clásicos valoran especialmente los CRT porque reproducen la imagen de consolas como NES o Mega Drive tal y como se diseñó en su momento, con baja latencia y sin procesados añadidos.
Si en casa nadie le va a dar uso, una alternativa sencilla es la donación. Muchas asociaciones, colegios o centros sociales aceptan televisores en buen estado, siempre que cumplan ciertos requisitos de tamaño y funcionamiento. Es una forma directa de alargar la vida del equipo y evitar que se convierta antes de tiempo en residuo.
Y si ya no sirve, reciclaje responsable
Cuando el televisor está averiado y la reparación no compensa, la ruta correcta pasa por los canales de residuos electrónicos. En España, la ley obliga a los comercios a recoger el aparato viejo cuando se compra uno nuevo, y la red de puntos limpios municipales y contenedores específicos se ha ido ampliando gracias a los sistemas colectivos de responsabilidad ampliada del productor. Entidades como Recyclia recuerdan que ya han gestionado cientos de miles de toneladas de residuos electrónicos con esta red.
Para el usuario, el mensaje es simple. No tirar la tele a la basura normal, no abandonarla en la calle y aprovechar los canales gratuitos que ya existen. Detrás hay toda una industria que recupera metales, plásticos y vidrio, y que está empezando incluso a reutilizar el vidrio de los CRT en nuevos productos de construcción y pavimentos, siempre con tratamientos específicos para inmovilizar el plomo.
En un mundo en el que los residuos electrónicos crecen mucho más deprisa que el reciclaje documentado, dar una segunda vida creativa a un televisor o llevarlo a reciclar correctamente puede parecer un gesto pequeño, pero suma. Primero pensar si se puede reutilizar, después donar y, cuando ya no haya opción, recurrir al reciclaje. Esa es la brújula que convierte un aparato olvidado en parte de la solución y no del problema.




















