En su libro de 2001, Science, Truth and Democracy, el filósofo norteamericano Philip Kitcher se pregunta cómo podemos proteger a la ciencia de la sociedad, y también a la sociedad de la ciencia.
La Fundación Areces junto con la Unidad de Investigación de Cultura Científica de CIEMAT organizan el próximo 28 de octubre la jornada «Culturas científicas e innovadoras: progreso social», que se celebrará en el salón de actos de la fundación.
Es un hecho reconocido casi universalmente que el desarrollo científico-tecnológico ha contribuido de modo decisivo a la transformación de los modos de la vida económica, del ejercicio del poder y de la experiencia personal. Un efecto de esas profundas transformaciones ha sido la necesidad de investigar las relaciones entre ciencia, tecnología y sociedad.
En su libro de 2001, Science, Truth and Democracy, el filósofo norteamericano Philip Kitcher se pregunta cómo podemos proteger a la ciencia de la sociedad, y también a la sociedad de la ciencia. Son dos preguntas antitéticas que plantean cuestiones bien distintas respecto a las relaciones entre ciencia y sociedad y evocan diferentes momentos históricos: la defensa de la autonomía de la ciencia en los orígenes de las modernas políticas científicas tras la segunda guerra mundial, y la crítica anticientifista del movimiento contracultural en los años de la guerra de Vietnam. Sin embargo, tanto los años 40 de Vannevar Bush, como los años 60 y 70 de Paul Feyerabend, han quedado muy atrás aunque no es infrecuente que las relaciones entre ciencia y sociedad sigan planteándose en los términos anteriores como un asunto de protección o delimitación de fronteras. Ciertamente, no es esta la posición a adoptar: en el siglo XXI no son lindes protectoras lo que necesitamos sino vías de comunicación y espacios de intercambio.
En la moderna sociedad del conocimiento, donde la creciente importancia política y económica de la ciencia se ve acompañada por la constante intensificación del activismo civil y las instituciones democráticas, la cuestión clave no es la protección sino la apropiación social y económica, así como la rendición de cuentas. Parafraseando una célebre frase atribuida a Einstein, reconocer el problema y formularlo correctamente es más importante que tratar de encontrar la solución. Plantear adecuadamente las preguntas es también enfocar correctamente los retos y establecer las prioridades de un modo realista, es dar un gran salto hacia las respuestas, aun cuando estas, en un espíritu popperiano, no sean más que estaciones provisionales para la formulación de nuevas preguntas.
Las cuestiones hoy relevantes plantean interrogantes sobre los protagonistas de la regulación y control del cambio tecnológico, sobre la propiedad del conocimiento científico (¿bien público ocommodity?), sobre las oportunidades y riesgos de la innovación tecnológica y la industrialización, o sobre la función del conocimiento experto en los procesos de gobernanza. Son aspectos que definen ejes para la reflexión sobre el papel que pueden jugar, en el progreso social, las culturas científicas e innovadoras.
De este modo, el coloquio «Culturas científicas e innovadoras: progreso social» pretende ofrecer un espacio para la duda en el sentido socrático de ignorancia cultivada y abierta; es decir, un espacio de reflexión y discusión crítica orientado a la formulación de preguntas y al intercambio de ideas. El foco temático es la apropiación social de la ciencia, el estímulo de una cultura de la innovación y el papel que juegan hoy la ciencia y la innovación, en interacción con individuos e instituciones, respecto al progreso social. Con este propósito, el coloquio reúne destacados pensadores y académicos, tanto nacionales como extranjeros, procedentes de diversas disciplinas pero con una inquietud común sobre la comprensión pública de la ciencia, la comunicación de las culturas científicas e innovadoras y las consecuencias sociales de dichos procesos. El coloquio se estructura en tres bloques: en el primero se abordan cuestiones conceptuales y metodológicas; en el segundo los retos y oportunidades en difusión y comunicación; y en el tercero los temas relativos a los efectos y usos sociales. Son tres espacios, no para la exposición de certidumbres, sino para el debate y la pregunta inteligente sobre cómo situar las relaciones entre ciencia y sociedad al servicio del progreso social.