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jueves, noviembre 30, 2023

En busca de la contraseña definitiva

Investigadores han estado explorando la posibilidad de que sean las ondas cerebrales de los usuarios las que actúen de clave de acceso.

La búsqueda de nuevos formatos de credenciales de seguridad online continúa. Las contraseñas alfanuméricas llevan tiempo demostrando su vulnerabilidad, tanto por la facilidad que a veces presentan para que otros las descubran como por la dificultad que muchas veces entraña recordarlas, y ni siquiera avances recientes como las huellas dactilares parecen blindar por completo la seguridad de los usuarios.

El último y sorprendente paso que se ha dado en la búsqueda de un mecanismo imbatible para proteger nuestras cuentas lo ha llevado a cabo un grupo de investigadores de la Universidad de Binghamton, en Nueva York, que han estado explorando la posibilidad de que sean las ondas cerebrales de los usuarios las que actúen de clave de acceso.

Según informa la publicación científica EurekAlert!, estos científicos han realizado una serie de experimentos en los que han comprobado que el cerebro de cada persona reacciona de forma diferente a una misma palabra. Y ahí podría estar la clave para crear contraseñas que nadie sea capaz de adivinar ni usurpar.

El equipo responsable de la investigación analizó la actividad cerebral de 45 voluntarios, a los que se les leyó una lista de 75 acrónimos como FBI y DVD. Al registrarlas, comprobaron que las ondas cerebrales reaccionaron, durante la lectura de estas siglas, de manera diferente en cada individuo. Después, fueron capaces de “entrenar” a un sistema informático para que reconociera a cada voluntario por su señal cerebral, registrando un porcentaje de acierto del 94%. Así, los sistemas de seguridad, piensan estos científicos, podrían “aprender” a reconocernos monitorizando la actividad de nuestros cerebros, para brindarnos un acceso personal e intransferible a servicios y cuentas online.

Una profesora de la Universidad de Binghamton, Sarah Laszlo, ha explicado que las huellas cerebrales presentan ventajas frente a las dactilares. “Si la huella dactilar de un usuario es usurpada, la víctima no puede crear una nueva porque seguirá teniendo el mismo dedo. Sin embargo, en el improbable caso de que una huella cerebral fuese copiada, el usuario podría reiniciarla con gran facilidad”, ha asegurado.

Uno de sus compañeros, Zhanpeng Jin, descarta que este sistema llegue a ser utilizado algún día de forma masiva, pero sí cree que podría obtener resultados satisfactorios en algunas aplicaciones para sistemas que requieran de gran seguridad.

 

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