Un equipo de investigación del Proyecto INMA (Infancia y Medio Ambiente) ha examinado cómo la tenencia de mascotas durante los primeros años de vida puede influir en el bienestar emocional y conductual de los niños.
Los resultados, publicados en la revista World Journal of Pediatrics, aportan numerosas evidencias sobre el papel que juegan los animales en la salud mental infantil.
El estudio recopiló información de casi 1900 familias españolas procedentes de Valencia, Sabadell, Asturias y Gipuzkoa, analizando la presencia de distintos tipos de mascotas y su posible relación con problemas emocionales conductuales.
El proyecto INMA: infancia, medio ambiente y salud emocional
Un equipo de investigación del proyecto INMA (Infancia y Medio Ambiente), en el que participan, entre otros, la Universitat de València (UV) y la Fundación Fisabio de la Generalitat, ha analizado cómo la tenencia de mascotas durante los primeros años de vida puede relacionarse con aspectos del bienestar emocional y conductual en la infancia.
Los resultados, basados en datos de 1.893 familias de Valencia, Sabadell, Asturias y Gipuzkoa, sugieren que el tipo de animal y momento de convivencia pueden influir de forma diferente en el desarrollo emocional infantil, según informa la UV.
El Proyecto INMA, coordinado por el Centro de Investigación Biomédica en Red de Epidemiología y Salud Pública (CIBERESP), es una cohorte multicéntrica española creada para estudiar los efectos ambientales y de la naturaleza (aire, agua, dieta, entorno) sobre el desarrollo infantil.
En el estudio, publicado en la revista «World Journal of Pediatrics», se examinó la presencia de distintos tipos de animales como perros, gatos, pájaros y «otros» como roedores, peces o reptiles en los hogares cuando los niños y niñas tenían 1 y entre 4 y 5 años.
Qué mascotas se estudiaron y en qué etapas de la infancia
Se evaluó la posible relación de la presencia animal con problemas emocionales o «internalizantes» (como ansiedad, depresión o somatización) y conductuales o «externalizantes» (como ruptura de normas o hiperactividad) a los 7 u 8 años de edad.
Los análisis revelaron que la tenencia continuada de «otros animales» (como peces, tortugas o hámsteres) se asoció con un efecto protector frente a los problemas emocionales, mientras que tener gatos solamente a los 4 ó 5 años mostró una asociación leve con más síntomas emocionales o conductuales.
No se observaron diferencias significativas para perros o pájaros, así como para la variable conjunta de tener cualquier tipo de mascota.
La relación entre tener un gato a los 4 ó 5 años y mayor riesgo de síntomas emocionales o conductuales en la niñez intermedia es una asociación que debe interpretarse «con cautela», según el equipo investigador.
Factores familiares, apego y entorno: más allá de la convivencia con mascotas
«Podrían existir sesgos por selección familiar (familias con ciertas características podrían ser más propensas a tener gatos, por ejemplo), cambios en la convivencia o en el cuidado de la mascota, o diferencias en cómo los padres perciben el comportamiento infantil», según la investigadora del Departamento de Enfermería de la UV, coautora del trabajo e investigadora de Fisabio y del CIBERESP, Marisa Estarlich.
Para la investigadora del CIBERESP en Fisabio y primera firmante del artículo, Llúcia González, «hay que tener en cuenta que estos hallazgos no implican necesariamente causalidad y que también hay factores no medidos como el apego real a la mascota, el posible fallecimiento de animales (y el duelo que implicaría), las condiciones del entorno de convivencia o las diferencias en la crianza, que podrían influir».
En el estudio también han participado el Centro de Investigación Biomédica en Red de Epidemiología y Salud Pública (CIBERESP), la Universidad de Oviedo, la Universidad del País Vasco (EHU), la Universitat Jaume I de Castelló, el Instituto de Salud Global de Barcelona (ISGlobal) y el IIS Biogipuzkoa.
Por otro lado, el efecto aparentemente protector de «otros animales» (roedores, peces, reptiles..) sugiere que estos animales, menos demandantes en cuanto a interacción humana, podrían favorecer una relación estable, lo que podría incrementar el bienestar psicológico infantil.
Por qué hacen falta más estudios sobre mascotas y bienestar infantil
«Incorporar animales de este tipo a las rutinas diarias infantiles podría contribuir a la adquisición de responsabilidades en un entorno en el que el afecto y la empatía se ponen en marcha», afirma Ainara Andiarena, investigadora del Grupo BEHRG de la EHU.
Otra autora del trabajo e investigadora CIBERESP, Blanca Sarzo, concluye: «De todos modos, para poder reforzar estos hallazgos, sería interesante replicar el estudio con mayor muestra y rango de edad y así poder valorar estos efectos a más largo plazo».
Tras ajustar los datos por factores socio demográficos y familiares, los resultados indicaron que la tenencia continuada de mascotas se asoció con un efecto protector frente a problemas emocionales.
Convivir con mascotas podría ser muy beneficioso no solo para la salud de los niños, sino que también les podría ayudar a despertar su sentido de la responsabilidad y la empatía. Seguir leyendo en EFE / ECOticias.com
















