Director del Programa de Análisis y Atribución del Cambio Climático de la AEMET (Agencia Estatal de Meteorología), Luís Balairón nos ha respondido a muchas de estas cuestiones. Físico y meteorólogo del Estado, ha colaborado con los grupos de trabajo del IPCC (“Grupo Intergubernamental de Expertos sobre Cambio Climático” de Naciones Unidas), como experto en unos casos y como delegado español en otros. Balairón, cuya especialidad es el estudio de los modelos que proponen escenarios sobre climas futuros, comprende a la perfección nuestra dificultad de esclarecer qué tiempo hará mañana.
Científicos que no creen que la Tierra esté experimentando un proceso de calentamiento insólito, científicos que sí lo creen pero que dudan que la causa sea la emisión de gases de efecto invernadero y apuntan a causas naturales, como las radiaciones solares; científicos que divergen en los escenarios posibles y que dudan que las consecuencias sean tan nefastas, y que se sienten acosados si opinan contra corriente; periodistas que desinforman y confunden conceptos esenciales en una ciencia, la del clima, tan compleja de divulgar; ecologistas o políticos convencidos, acusados de anticientíficos por tomar del conjunto de lo que se sabe sólo la parte que les interesa para sus teorías profundamente alarmistas o apocalípticas; críticas al IPCC, por su sesgo político, críticas a los acuerdos de Kyoto por su ineficacia, sospechas de intereses ocultos que favorecen a las grandes potencias e impiden el desarrollo de las emergentes. Ante tal disparidad de criterios y opiniones en un tema tan fundamental que afecta a la vida futura en el planeta Tierra, hemos buscado a alguien de la Administración con conocimiento suficiente para que nos ayude a poner en orden este complejo escenario del cambio climático.
¿A qué nos referimos cuando hablamos de cambio climático global?
Inicialmente nos referíamos con esa expresión al cambio que afectaría al clima del planeta Tierra durante el siglo XXI, si la concentración del gas de invernadero dióxido de carbono (CO2) duplicase los valores naturales preindustriales, que eran de unas 275 ppmv (partes por millón en volumen) hacia 1750.
En la actualidad el término se refiere, de forma más compleja, al conjunto de posibles respuestas del clima de nuestro planeta ante diversas situaciones previsibles de emisiones de gases de invernadero con origen humano. Conocemos estas situaciones posibles y previsibles como “escenarios de emisiones” y representan “mundos posibles” en cuanto a energía, desarrollo y evolución de la población mundial. Las respuestas son “escenarios” de cambio climático, pero no son exactamente predicciones, porque dependen de las acciones preventivas que podamos realizar. Y si podemos influir, ahora y a lo largo de este siglo, en el clima global futuro es porque podemos intervenir o dejar de intervenir en cada uno de esos factores.
¿En qué consiste el calentamiento global?
En un aumento de la temperatura media de la atmósfera en superficie, es decir de la parte baja de la atmósfera, cercana al suelo y a la superficie de los mares y océanos. El calentamiento global medio observado desde 1900 es del orden de 0,7º C. Para mares y océanos, se utiliza también la temperatura del agua marina en superficie, que es unas décimas menor que la de la atmósfera.
¿Qué relación existiría entre calentamiento global y cambio climático?
El calentamiento global es un indicador del cambio climático, pero por sí mismo no es capaz de explicar la causa del cambio que indica. Como la fiebre en el cuerpo humano, es un síntoma común a muchas enfermedades. Para determinar su origen y para saber si es transitorio o es el inicio de un cambio de rumbo, necesitamos otros indicadores y otro conocimiento teórico del sistema. De la misma forma que para diagnosticar enfermedades necesitamos diversos análisis y ciertos conocimientos sobre las enfermedades posibles.
Además no es el único indicador, ni siquiera el mejor: por ejemplo, el enfriamiento de las capas altas de la atmósfera, necesario para que ésta se mantenga en conjunto a temperatura constante, es, en principio, preferible. Sin embargo, dadas las circunstancias, es más útil el conocimiento del calentamiento global en superficie porque tenemos datos desde hace millones de años que nos permiten hacer comparaciones; pero para estar seguros de que está habiendo un cambio climático global, la temperatura en altura es un dato más fiable, porque está menos influida por los cambios directos de la acción humana en la superficie y, en consecuencia, oscila mucho menos. Se ve claramente cómo la temperatura en altura ha ido disminuyendo. El problema es que, aunque sea un mejor indicador, no tenemos datos desde hace millones de años, sino solamente desde 1950.
Cualquier cambio de clima con independencia de que conozcamos o no su causa inmediata, deriva siempre de un desequilibrio entre la energía que entra desde fuera, que es básicamente la del Sol, y la que el planeta devuelve. A veces pudiera ocurrir que no sepamos por qué se produce ese desequilibrio, pero en general la investigación tiende a determinar las causas del desequilibrio. Las consecuencias posteriores pueden ser el calentamiento en superficie u otro tipo de cosas.
¿La tesis que asocia el incremento de gases de efecto invernadero con el calentamiento global es una idea aceptada?
Sí, sin duda alguna, si nos ceñimos al calentamiento “reciente”, al de los últimos treinta años. Si nos referimos a otros períodos de calentamiento, nos encontraremos con otras causas y en todos los casos sabemos que hay varias causas que actúan simultáneamente.
Los cálculos teóricos actuales indican que tres cuartas partes del calentamiento observado en los últimos treinta años se deben a las emisiones antropogénicas de gases de efecto invernadero (es decir originadas por actividades industriales, agrícolas, ganaderas y de transporte).
Sin duda, usted conoce la teoría del científico Harry van Loom sobre las tormentas solares, que habrían sido la causa de que la Tierra haya pasado por una especie de montaña rusa de ciclos climáticos. Dice Van Loom que, durante los últimos 250 años, las variaciones en el clima global se han ajustado a las variaciones de la actividad solar. “Estamos ahora –dice él– en el camino de salida del último ciclo [cálido], y vamos en dirección a nuevo ciclo de [baja] actividad solar, que producirá un período de enfriamiento global” ¿Qué piensa usted de esta teoría? ¿Contradice a la del CO2 o ambas son complementarias? ¿Frío, calor…?
Ésa es una “parte” de la propia teoría de cambio climático, que dice, en esencia, que los cambios del clima, cualesquiera que sean, se deben a cambios en el balan- ce entre la radiación recibida del Sol y la devuelta al espacio por la Tierra.
Los estudios solares, como el de Van Loom, indican que el Sol ha tenido un protagonismo determinante en los cambios observados en los siglos pasados, ante la irrelevancia de otros factores. Han sido cambios debidos a variaciones de unas décimas de watio por metro cuadrado en los flujos netos de radiación. Al decir “netos” se quiere decir lo mismo que en una cuenta corriente bancaria: es la diferencia final entre flujos entrantes y salientes. Si el desequilibrio es grande y constante, el cambio de clima es rápido e intenso; si es pequeño y variable, el cambio es pequeño e incierto.
Los cambios que introduce ahora la acción humana alcanzan ya valores 10 veces superiores a los cambios solares en los últimos 250 años, y son de aproximadamente 1,6 w/m2; los escenarios futuros que se han construido, previstos para el 2050 en adelante, reflejan cambios de clima intensos porque responden a cambios superiores a los 4 w/m2 en el balance neto de radiaciones entrantes y salientes.
¿Y cuál sería ahora la incidencia del Sol en el cambio climático? Pues si la causa realmente determinante es el Sol, ¿qué puede hacer el hombre ante el astro rey?
El desequilibrio que produce el Sol en el equilibrio planetario de radiaciones es determinante cuando no existen otras causas; igual que si nosotros no tenemos una enfermedad de fondo, como un cáncer, nuestras enfermedades serán las gripes, u otras que no serán tan importantes; pero en la actualidad, si hay problema de cambio climático es porque el desequilibrio lo produce un factor que actúa –dentro de la escala humana– a largo plazo, es decir, dos o tres siglos, mientras que las oscilaciones del Sol están relacionadas con ciclos de 11 años y son pequeñas; en consecuencia, si no hubiera actividad humana, esas oscilaciones serían el factor más determinante y provocarían unos veranos más frescos o más calurosos, pero siempre en el orden de ±1º C, no en el orden de ±4 o 5º C, que es lo que ahora nos preocupa como problema de cambio climático. De manera que ambas cosas son ciertas; lo que sí puede hacer este debilitamiento de la emisión solar que se prevé para los dos próximos ciclos, es decir, para los próximos 25 años, es que se suavice ligeramente el calentamiento climático, que éste se vea ligeramente contrarrestado. Estoy hablando de unas décimas de grado, como promedio, de forma de que si fuéramos a un escenario muy caluroso, en el que la temperatura aumentara 3º C hacia el año 2080, esa influencia solar significaría que esos 3º C se convertirían en 2,7, pero estamos hablando de dos órdenes de magnitud muy diferentes.
La revista Science ha publicado las investigaciones llevadas a cabo en el Centro Hadley de predicción climática, de Exeter. En ellas se plantea un nuevo modelo de predicción sobre el clima que podría poner en evidencia los métodos utilizados hasta ahora para anticipar el comportamiento de las temperaturas terrestres, ya que sólo se centran en las influencias externas al sistema ambiental (naturales o antropogénicas) y “obvian predecir las variabilidades naturales”. ¿Conoce ese trabajo?
Primero quiero decir que la revista Science, que tiene una gran capacidad de difusión y de la que se dice que es la mejor revista científica, no es ni de lejos la mejor revista especializada; puede ser una gran revista en el sentido de que trata una amplia variedad de temas y ha establecido una manera de conectar con la sociedad que combina el rigor científico con la divulgación. En cuanto a los trabajos de fondo, las revistas especializadas se han adelantado, al menos en diez años, a lo que se publica en Science, aunque, sin duda, es una suerte que al fin se le dé publicidad. Lo que se quiere decir es que cuando hablamos de valores climáticos estamos hablando de valores promedio y a largo plazo, y de alguna manera cuesta mucho trabajo convencer tanto al público como a los responsables políticos de que sobre esos valores medios va actuar la variabilidad natural, la del Sol, la del propio sistema, porque se trata de un sistema caótico y complejo, y, por tanto, hay que tener en cuenta que en un plazo de 20 a 30 años podemos tener perfectamente cuatro o cinco años muy fríos, podemos tener olas de frío, sin que la tendencia general deje de seguir al alza; pues no sube como lo hacen los peldaños de una escalera: podemos llegar a alcanzar esos 2 o 3º C, pero en el trayecto podemos tener retrocesos, años de nieves. Fijamos tendencias, pero nos podemos equivocar en el ritmo y en los plazos en que esas tendencias se manifiestan. Es decir, no se trata de predicciones, como cuando se dice que mañana vamos a tener 18º C; es, más bien, como cuando se dice que un niño tenderá a crecer y a ser cada vez mas fuerte; eso es así, pero en ese trayecto pueden pasar muchísimas cosas. Hay que tener en cuenta que esa variabilidad a corto plazo siempre va a estar presente, y no debemos creer que el calentamiento es inmediato, que cada año va a ser superior al del año anterior, que no puede haber retrocesos; porque eso no va a ser así, ya que nunca ha sido así con unas causas o con otras.
Supongo que conoce el documental de Martin Durkin titulado La otra cara del cambio climático, en el que científicos, economistas, políticos, escritores e incluso ecologistas disidentes, discrepan abiertamente de las tesis más catastrofistas sobre el cambio climático, y señalan que no existe nada anormal en las temperaturas actuales del planeta, ya que el clima de la Tierra siempre está fluctuando. El documental explica que “hubo períodos en la historia de la Tierra en que hubo tres veces más de CO2 del que tenemos en la actualidad; si el CO2 tuviera un impacto tan drástico sobre el clima como defienden los teóricos catastrofistas, se debería poder apreciar este impacto en las reconstrucciones climáticas; sin embargo, esto no es así; por tanto, no existen evidencias científicas incontestables que permitan sostener que el clima actual depende de las emisiones de dióxido de carbono”. ¿Qué puede decir para ayudarnos a entender la polémica que suscitan estos “científicos escépticos”?
Creo que con lo dicho en las preguntas anteriores pueden entenderse estas objeciones y al tiempo rechazarlas. El cambio “observado” actual es un cambio de clima, pero no responde realmente a lo que entendemos por “cambio climático” como riesgo y como respuesta a escenarios de cambios intensos en el balance de radiación.
Tenemos un problema porque las concentraciones de dióxido de carbono han aumentado un 40% respecto a la época preindustrial, lo que aún no es mucho, pero no queremos llegar a la duplicación de esa cantidad porque eso supondría un desequilibrio superior a 4 w/m2 en pocas décadas. En el pasado se han producido ciertamente cambios de ese tipo, que conocemos como cambios en el “forzamiento radiativo”, pero se han producido lentamente, no de forma tan brusca. Si nos preguntan si nos podemos comer varios kilos de alimentos, la respuesta no es sí o no, sino ¿en cuánto tiempo? La respuesta del clima a un cambio en la concentración de gases de efecto invernadero no es la misma si ese cambio tiene lugar lentamente a lo largo de milenios que si se produce en unos decenios. Unas décadas para nuestro sistema es muy poco tiempo. El océano es uno de los mecanismos capaces de contrarrestar algo así; es verdad que es un termostato planetario, pero necesita entre siglos y milenios, y no décadas, para desarrollar esa función.
Si alguien contrae una enfermedad tropical tras un viaje, no se le ocurre ver cómo era su salud antes del viaje, porque no tiene nada que ver con la actual. No “conocer” la enfermedad, el mosquito, la incubación y su capacidad de resistencia. Y si no la ha contraído, pero corre ese riesgo, toma medidas de precaución. En los primeros días de incubación no tendrá evidencias de enfermedad.
En resumen, creo que es un falso debate, originado por el interés de escépticos, divulgadores y líderes de algunas ONGs ecologistas, para simplificar y organizar los mensajes en torno a “evidencias” y comportamientos aparentes del clima en el pasado. Si sabemos algo no es a partir de evidencias. De hecho el clima a largo plazo, en los próximos milenios, seguirá probablemente su curso, como siempre. Nuestro riesgo, nuestra preocupación, nuestra responsabilidad en cuanto al clima, se ciñe a un período de unas cuantas décadas: digamos de un siglo hacia atrás y uno o dos hacia delante.
En este documental, entre los que discrepan están: el profesor Tim Ball, del Departamento de Climatología de Universidad de Winnipeg; el profesor Nir Shaviv, del Instituto de Física de la Universidad de Jerusalén; el doctor Piers Corbyn, meteorólogo climático, el profesor John Christy, autor principal del IPCC. También aparecen el profesor Paul Reiter, del IPCC y el Instituto Pasteur, el Profesor Richard Lindzen, del IPCC y el Instituto Tecnológico de Massachussets… Ante este elenco de científicos, ¿qué puede hacer el lector no versado en la materia para distinguir la verdad entre autoridades científicas enfrentadas y no entrar en un proceso de desconcierto informativo?
Al crear el IPCC, las Naciones Unidas han intentado contestar a esta pregunta y a otra complementaria: ¿cómo debe rendir cuentas la ciencia ante la sociedad que la financia en asuntos que la afectan directamente como enfermedades contagiosas, transgénicos, embriones, genoma y otros? El lector debe saber que en los informes del IPCC tienen cabida opiniones discrepantes basadas en una investigación científica, pero no opiniones personales no demostradas. También debe saber que no existen varias teorías del clima en este momento. La mayor parte de los expertos citados no mantienen otras teorías del clima, sino que, partiendo de esas mismas teorías, creen que el “enfermo” evolucionará de otra forma. Los que sin embargo niegan la enfermedad, es decir, niegan que valores altos de forzamientos radiativos cambian el clima gravemente, no pueden ser considerados expertos. De hecho los cambios que ellos presentan en el clima medieval y posteriormente en la pequeña edad del hielo, se produjeron con cambios radiativos muy pequeños y confirman la alta sensibilidad del clima terrestre a este tipo de alteraciones, sean o no naturales.
Yo no creo que se trate de dos cuerpos de doctrina enfrentada, como ha ocurrido con la ciencia en otros casos; está la ciencia que trabaja en el clima, y luego los escépticos en general; salvo uno de los que usted ha citado, Lindzen, que es además una persona excepcional y que trabaja el aspecto de los forzamientos, el resto no son, en general, expertos en clima; el mundo de los escépticos se nutre de allegados a la problemática del clima. Es como si en una polémica de cirujanos del corazón, en una parte estuviesen los cirujanos y en la otra estuviesen médicos de cabecera, de riñón, etc. Eso no es un debate de cirujanos con distintas opiniones. Otra cosa distinta es que una gran cantidad de gente que tampoco son cirujanos del corazón pretendan opinar por su cuenta y que, en muchísimas ocasiones, digan cosas que no tienen ningún sentido; hacen así un flaco favor a lo que constituye el origen del problema, porque explican mal el efecto invernadero, confunden unas causas con otras, o las causas con los efectos, y esto da pie a los escépticos para construir sus argumentos. Hay algunos planteamientos de divulgadores de la posición oficial que son inaceptables.
Lo que está claramente establecido por la ciencia actual es que un desequilibrio energético como el que causan los gases de efecto invernadero tiene que provocar, en principio, un aumento de temperaturas; la duda surge en cuanto a si ese calentamiento inicial, que desequilibra todo el sistema, podrá ser finalmente contrarrestado o aumentará; ahí es donde aparecen las discrepancias, pero digamos que la respuesta inicial del sistema es el calentamiento, de la misma forma que si te empujo por las escaleras la primera consecuencia es que ruedas escaleras abajo, pero pueden pasar distintas cosas: que te rompas un brazo, la cabeza, te mates o no pase nada.
Frederick Seitz, expresidente de la Academia Nacional de Ciencias de los EEUU reveló que funcionarios del IPPCC censuraban los comentarios de los científicos divergentes…
En esta última etapa, yo conozco un solo caso, que no me ha gustado, que es el de los ciclones tropicales; gente muy experta en el tema se oponía justamente, y también yo me opongo, a que se presente el Katrina y el aumento de ciclones tropicales como una consecuencia del cambio climático. Este sería un ejemplo de controversia en el que verdaderamente no ha sido razonable la posición hacia la prensa, como tampoco la posición de los que estaban muy convencidos de la relación entre ambas cosas; y, sin embargo, el informe del IPCC sí que aceptó esa controversia. No sé lo que ha pasado en la trasmisión al público y a la prensa; Al Gore, o el ministerio en nuestro caso, dicen que los huracanes son una consecuencia del cambio climático, y eso no tiene aval ninguno. El informe del IPCC de hace cuatro años planteaba claramente que incluso los huracanes, sobre todos los ciclones tropicales del Caribe, deberían tender a reducirse ligeramente con el cambio climático por razones de coherencia. Casos como éste se pueden dar, pero siempre se refieren al nivel de las consecuencias del cambio climático, nunca a las causas, donde, realmente, hay muy poca controversia.
Para otros científicos, en cambio, el calentamiento global es un hecho real, en gran parte provocado por el hombre, y son los medios de información los que están destrozando esa teoría científica generando la desinformación; por ejemplo, al hablar del calentamiento en la península antártica, sin decir que el resto del continente se ha enfriado, y ocultando el hecho de que en los últimos seis años la temperatura media viene bajando. Todo este tema es muy confuso. ¿Cuál es la responsabilidad de los medios de comunicación? ¿Pueden ser objetivos y rigurosos en un tema tan complejo?
Efectivamente, la complejidad del sistema terrestre y climático dificulta la divulgación. La responsabilidad de los medios de comunicación, desde mi punto de vista, se pone a prueba en el momento de seleccionar a las personas consultadas, como en cualquier otro debate difícil. Si al cubrir informativamente acontecimientos mundiales (IPCC, Convención Marco, etc) se invita preferentemente a escépticos y alarmistas, por decirlo así, o si la proporción de especialistas es muy escasa, la opinión pública tenderá a polarizarse, a ignorar el problema o a angustiarse, que son las tres tendencias que reflejan las encuestas en cuanto a la percepción pública.
El ejemplo del calentamiento anual es perfecto: en los últimos años la temperatura media ha presentado dos años récord, 2005 y 2007, con los valores más altos registrados, junto a 1998, y otros que no lo han sido. Esto es lo esperable. Transmitir la idea de que cada año será más cálido que el anterior, aunque sea de forma involuntaria, crea el riesgo de descrédito, porque en un proceso a largo plazo pueden existir períodos más o menos cálidos o lluviosos, debidos a otros factores que actúan de forma localizada.
Otros opinan que el calentamiento global provocado por las emisiones de CO2 causadas por el ser humano ha dejado de ser una simple teoría sobre el clima, para convertirse en uno de los principios morales y políticos de nuestra era con los que juegan distintos intereses económicos. ¿Es el calentamiento global un gran negocio de intereses variados?
El cambio climático ha entrado en la economía en diversas formas y grados: ha entrado a formar parte del mundo de los negocios, Y afecta a casi todos los sectores productivos y sociales, y, por tanto, a casi todos los intereses, en sentido general. Pero no es un negocio en sí mismo, o lo es sólo en la pequeña parte del comercio de emisiones; y, en todo caso, no es el resultado de un mundo de intereses, sino que, al afectar a todos, ha puesto en marcha, en pie de guerra o de paz, también a todos.
El crecimiento de la población, el uso de la energía y de otros recursos naturales y el modelo de desarrollo económico son los factores directos del cambio climático y justifican que se convierta en un referente de “lo público”. Un referente, por tanto, político, social, económico y ético. En estos años se ha reclamado que la economía interiorice los costes ambientales o, alternativamente, que pague los daños causados. Este es el elemento clave y novedoso que se ha puesto en marcha y cuya importancia todavía no se ve de forma suficiente, pero es imparable. Otra crítica a Kyoto, partiendo esta vez de la conformidad con el informe del IPCC, es que, si se llevase a cabo en los próximos años la reducción original pactada, con ello sólo se evitaría –según estiman los modelos climáticos– una subida inferior a una décima de grado con respecto a la prevista si no se tomase ninguna medida.¿Salvaremos al planeta reduciendo las emisiones de CO2, aunque una parte de la humanidad pueda resultar perjudicada al recortar su desarrollo?
Éste es uno de los debates emergentes más serios de la actualidad, pero que apenas llega al público. Por una parte, Kyoto supone un cambio de rumbo, y su mayor logro no es la reducción en sí, aunque eso no sea despreciable, sino haber conseguido que las empresas se involucren en el problema y que dispongamos por primera vez de inventarios de emisiones, de responsabilidades cuantificadas por sectores y de la posibilidad de actuar con arreglo a principios de responsabilidad proporcional a la conducta de cada sector. Por otra parte, no se puede frenar el desarrollo en un momento en que el reto es precisamente aumentarlo. El debate más serio es hoy el que intenta lograr acuerdos futuros basados en la transferencia tecnológica, el desarrollo local de las economías y el control bien entendido de la población. Un control mediante la reducción de la pobreza y el aumento de las oportunidades culturales y la igualdad. Y, en el otro extremo, el impulso de una nueva revolución energética, basada en la tecnología y en nuevos conceptos de consumo.
Con todas estas dificultades, ¿se atrevería a predecir cuál será el escenario que nos podemos encontrar próximamente y a señalar plazos?
El esfuerzo que ha hecho el IPCC, en el que yo he participado mucho hace unos años, y con el que, hasta cierto punto, llegué a desmoralizarme un poco, pretendía trasmitir algo que era muy complicado. En el marco del cambio climático la palabra “escenario” significa que no estamos ante una predicción; lo que se está expresando con ese término es, más bien, que el cambio va a ser de dos grados si las políticas de energía, población y economía son de un tipo, y que será de otro orden –por ejemplo, de cuatro grados– si el escenario es de otro tipo, es decir, si la población mundial supera los dos mil millones, la economía mundial sigue las pautas de los últimos treinta años y la política energética mundial no se modifica. Es una previsión condicionada, un escenario siempre condicionado; y lo importante es precisamente eso: que la ciencia haya avisado a la sociedad de que tiene que modificar sus pautas de población, energía y economía, si no quiere verse en un escenario con un aumento –aun cuando haya posibilidad de error– que puede estar entre los 3 y los 5º C: eso sí que es una incertidumbre científica, y no porque haya dos grupos de científicos, sino porque no vamos a ser capaces de ajustar más esa horquilla; por ejemplo, para un escenario tendencial como el actual nos encontraríamos entre 3 y 5º C de aumento casi inexorablemente, y podemos tener buena suerte y que finalmente sean 3º C, o tener mala suerte y que sean 5º C. Esto no pretende ser una predicción, sino la base de unos consejos en cuanto al comportamiento, a fin de tomar decisiones sobre las causas últimas que hagan que las cosas vayan por caminos diferentes de los actuales.