Islandia está desarrollando rocas en la atmósfera. Se habla de 4.000 toneladas que la ciencia todavía no puede explicar. La atmósfera se encuentra en una situación complicada que nos afecta a todos. El clima ha cambiado en varias zonas del mundo y, con él, varios aspectos que inciden en la vida de las plantas, los animales y los seres humanos. Hay paisajes completamente transformados que nunca volverán a ser lo que eran.
Este contexto desolador ha llevado al hombre a darse cuenta de la importancia de la descarbonización. Luchar contra el calentamiento global es una búsqueda real en la que están comprometidas las naciones del mundo, corporaciones internacionales y expertos. Mecanismos innovadores están llegando de la mano de medidas drásticas tomadas por diferentes países.
Después de años abusando de los combustibles fósiles, el reto ahora es desentendernos de ellos o al menos paliar la dependencia a su efecto.
Esto es lo que hará Islandia con la atmósfera
Islandia convertirá 4.000 toneladas de CO2 al año en roca. La planta, abastecida de energía geotérmica, se sitúa en un volcán durmiente y se dedica a capturar dióxido de carbono y enviarlo a las profundidades de la Tierra. El país insular europeo se encuentra liderando la producción sostenible de energía a nivel mundial, dado que el 85% de sus necesidades energéticas básicas son satisfechas con recursos renovables propios.
Concretamente, un 73% de la electricidad se produce a través de plantas de energía hidráulica y un 26,8% proviene de energía geotérmica, una energía a la que se le adjudica más del 99% de todo el consumo eléctrico de Islandia. Pese a estos buenos datos, el territorio desea dar un paso más con la captura de dióxido de carbono (CO2), una actividad necesaria para disminuir las emisiones de gases de efecto invernadero a la atmósfera.
Tiene una planta ubicada a ‘orillas’ de un volcán durmiente dedicada a la captura de CO2. Después, lo inyecta en el subsuelo, lugar en el que lo transforma en roca porosa y se solidifica. Esta técnica acelera un proceso que, en condiciones normales, dura millones de años. El dióxido de carbono se transporta desde la central geotérmica de Hellisheiði.
El medio de transporte utilizado son las tuberías, que lo movilizan hasta el macizo volcánico de Hengill. Allí, se sitúan tres estructuras abovedadas donde el agua es disuelta para después ser inyectada a alta presión en la roca basáltica, a 1.000 metros de profundidad.
Su disolución ‘baña’ las cavidades de la roca y se solidifica por medio de la reacción química del gas con calcio, magnesio y hierro atesorados en el basalto, que hace la labor de esponja. El dióxido de carbono toma así forma de cristales calcáreos blancos al acoplarse a la roca porosa. Según los científicos, este procedimiento tarda más o menos un año en generarse.
La atmósfera tendría solución
La empresa suiza ClimeWorks, propietaria de la planta, captura alrededor de 4.000 toneladas de CO2 al año, un número equivalente a las emisiones de 900 coches de gasolina. No obstante, en el que punto en el que se encuentra la tecnología, todavía hablamos de un proceso costoso. Transformar cada tonelada en piedra cuesta unos 2.500 euros. Con el tiempo, se espera que la situación mejore para ampliar el proyecto.
Esta es una de las formas de almacenar CO2 más segura que existe. Casi nada puede revertir el proceso y, si se produjera una erupción volcánica y la roca llegara a temperaturas elevadas, una parte del mineral se descompondría.
El deseo de Islandia es compensar los gases de efecto invernadero emitidos a la atmósfera. Un objetivo que también contempla el monstruo que absorbe la atmósfera.



















