El 11 de diciembre de 2024, celebramos el Día Internacional de las Montañas, con el tema ‘Soluciones basadas en las montañas para un futuro sostenible: innovación, adaptación y juventud’. Este día busca resaltar cómo las comunidades de montaña, a lo largo de los siglos, han desarrollado soluciones para enfrentar retos como el cambio climático y la pérdida de biodiversidad.
La tecnología y las soluciones creativas, como la agricultura climáticamente inteligente (ecológica) y el monitoreo digital, son clave para proteger estos ecosistemas vulnerables. La resiliencia frente al cambio climático es vital, y las estrategias basadas en ecosistemas y conocimientos indígenas son fundamentales para reducir riesgos y mejorar la vida en las montañas.
El aumento de las temperaturas alcanzó récords en las montañas durante los últimos años. Olas de calor, fuertes lluvias, disminución de las nevadas, erosión, deslizamientos de tierra. Las zonas montañosas son las primeras en sufrir los efectos del calentamiento global. El impacto sobre la naturaleza y las actividades humanas se está acelerando.
Las cadenas montañosas representan un gran porcentaje de la superficie del Planeta. Comprenden diversos territorios con fuertes particularidades debidas principalmente a la altitud, el relieve y el clima. Una gran cantidad de personas viven en zonas montañosas, que tienen una baja densidad de población.
Más allá de las imágenes de picos nevados, la montaña implica mucho más:
- bosques protegidos, espacios naturales, parques nacionales, regionales y reservas naturales.
- una biodiversidad muy rica y variada.
- sitios turísticos (ecoturismo).
- explotaciones ganaderas sostenibles.
Territorios de montaña frente al cambio climático
Las montañas se calientan dos veces más rápido que otros ecosistemas. El cambio climático tiene importantes consecuencias sobre la capa de nieve de las montañas. En declive desde los años 1970, es realmente nefasto. Y se prevé que por cada grado de calentamiento podrían desaparecer metros y metros de nieve y hielo.
Las estimaciones predicen que la capa de nieve se “reducirá a una presencia efímera” en las montañas medias y se “reducirá” en altitudes más altas. En las altas montañas, la capa media de nieve en invierno a bajas altitudes probablemente disminuirá entre un 10 y un 40% entre 2030 y 2050.
- Derretimiento de los glaciares y aumento de la temperatura del permafrost. Estos dos fenómenos tienen consecuencias sobre la estabilidad de las laderas. Pero también sobre la extensión de los glaciares (posibilidad de inundaciones, corrimientos de tierra y avalanchas en sectores hasta ahora salvados);
- Ataques a la biodiversidad. Aumento del riesgo de extinción de especies adaptadas al frío y aparición de especies procedentes de climas más cálidos. En la alta montaña se encuentran amenazadas 44 especies animales y 186 especies de flora.
- Cambiar la gestión del agua. Con la reducción de la capa de nieve (la nieve almacena agua durante el invierno, el agua queda disponible en primavera cuando se derrite), surge la cuestión de la disponibilidad de recursos hídricos.
- Mortalidad forestal. Con desecación de árboles y suelos, aumento de incendios, aumento de plagas y hongos.
Perturbaciones por actividades humanas
Estos fenómenos perturban directamente las actividades humanas. Además de la modificación de las fechas y rutas de la trashumancia, el cambio climático, a través de la reducción de la capa de nieve, provoca una congelación más frecuente de los pastos de montaña (ya no están protegidos por una capa de nieve).
Como resultado, existe el riesgo de una reducción de los recursos de pastos, lo que pone en duda la práctica del pastoreo. El cambio climático también afecta a las infraestructuras de montaña, en particular a la red de carreteras (movimientos del suelo, desprendimientos de rocas, deslizamientos de tierra, etc.). Por esta y otras razones las montañas deben ser un ecosistema protegido.