Pronto los océanos podrían experimentar una nueva realidad marcada por el fin de los motores de combustión. Se avecina un cambio inesperado en las aguas marcado por la búsqueda constante de la descarbonización. Este proceso corresponde a una forma óptima de combatir el cambio climático y está cada vez más presente en las agendas ambientales.
Sugiere sustituir las energías fósiles por energías limpias y, para hacerlo, existen un gran número de circunstancias sociales y económicos que deben considerarse. El objetivo final de los organismos ambientales, empresas energéticas y autoridades es que el formato de la descarbonización deje de ser un proceso puntual para consolidarse.
De hecho, se trata de un concepto que a menudo se asocia con la transición energética, ya que tiene varios puntos en común. En ambos casos se trata de disminuir la cantidad de carbono en la atmósfera. No obstante, la descarbonización busca la sustitución de una energía por otra, mientras que la transición represente un concepto más amplio, el de un cambio de paradigma.
Para múltiples expertos, la descarbonización es la mejor estrategia posible para reducir las emisiones de carbono. En este contexto, se ha tomado una decisión impactante que afecta de lleno a los océanos y contribuye el proceso de descarbonización actual.
La OMI acepta un sistema para gravar las emisiones de los océanos
La Organización Marítima Internacional (OMI), una agencia dependiente de la ONU compuesta por más de 170 países, aprobó recientemente la conformación de un sistema global para gravar las emisiones de efecto invernadero del sector.
Este nuevo sistema ha salido adelante sin el acuerdo de todos los Estados, por lo que se tuvo que utilizar la votación para aprobarlo. Sea como fuere, lo estipulado señala que, a partir de 2028, todos los buques tendrán que usar una mezcla de combustibles que difundan menos gases o pagar según las emisiones difundidas a la atmósfera.
En cambio, aquellos que utilicen formas de propulsión más acotadas obtendrán derechos de emisión con los que comerciar. La aplicación de este mecanismo se ha generado después de unas negociaciones efectuadas en Londres.
La meta que ansiaban lograr los delegados era definir cómo lograr que el sector marítimo global llegue a las emisiones netas cero para 2050, buscando aminorarlas entre un 20 y un 30% en 2030, y entre un 70 y 80% para 2040.
Involucrar a este sector en la lucha climática es sumamente importante, puesto que las emisiones desprendidas por barcos y buques no se encuentran limitadas por ningún otro tratado internacional y, según registra El País, suponen el 3% de los gases de efecto invernadero.
La decisión de la OMI sobre los océanos es especial dado el contexto
En paralelo a esta decisión que ya tiene al mundo en vilo, ha salido a la luz el invento más importante de la historia humana. Planea salvar los océanos y billones de animales.
Según difundieron varios medios y agencias de noticias, Estados Unidos advirtió a las delegaciones presentes en la reunión con tomar “medidas recíprocas” aquellos territorios que apoyaran la imposición de gravar las emisiones del sector marítimo. Aún con esta advertencia y sin un consenso total, se llegó al acuerdo mencionado.
El acuerdo de la OMI para los océanos tiene matices
El arreglo que se alcanzó bajo estas circunstancias contempla varios niveles. Dependiendo de la intensidad del combustible que utilice cada barco y las emisiones que genere, este podría incurrir en tres diferentes categorías.
La primera es la más contaminante; la segunda relacionada con los vehículos que están haciendo un esfuerzo por pasarse a las energías limpias y la última los que producen pocas o cero emisiones. Desde el año 2028, aquellos encuadrados en la primera categoría tendrán que pagar 380 dólares por cada tonelada de CO2 expulsada.
Los que pertenezcan al segundo grupo pagarán 100 dólares y los del tercero nada. Además, el último grupo tendrá la posibilidad de venderles a los del primero las emisiones que no están generando para compensar.
Con esta nueva medida, se busca mitigar el uso de los motores de combustión en los océanos. Mientras esto sucede, España ratifica el ‘Tratado Global de los Océanos’.