Todo ello se desarrolla en un contexto general marcado por la crisis financiera internacional, iniciada hacia el segundo semestre de 2007 e inducida principalmente por la crisis de las hipotecas subprime. En España, esta crisis se constata a través de una cierta desaceleración, entonces ya evidente, en el sector de la construcción. Este sector presenta una contribución importante al PIB, aunque se espera que esta aportación disminuya en lo sucesivo, tal y como se desprende de la disminución en las inversiones asociadas a la construcción, especialmente en el subsector de la vivienda.
En la actualidad, de acuerdo a la última información disponible del INE, la economía española, si bien mantiene su diferencial positivo respecto a la media europea, acusa de una desaceleración en su ritmo de crecimiento, que en el segundo trimestre del 2009 asciende a un 4,2% respecto al mismo periodo del 2008.
Evolución del Consumo e Intensidad Energética
En el año 2008, el consumo de energía primaria en España ascendió a 142.075 ktep, un 3,1% inferior al del año anterior. Este descenso consolida la tendencia a la baja iniciada en el año 2005. El incremento en el consumo de energía primaria estuvo acompañado de un crecimiento económico del 1,16%, lo que dio como resultado una reducción de la intensidad de energía primaria del 4,21%, manteniendo este indicador el cambio de tendencia que se aprecia a partir del año 2005. La favorable evolución registrada en el citado indicador, sitúa a España en convergencia con la situación media de la UE así como de países vecinos en cuanto a las tendencias registradas en la mejora de la eficiencia energética.
En lo que se refiere a la energía final en el año 2008, excluyendo los usos no energéticos, el consumo registró un descenso del 2,9% respecto al año previo, alcanzándose los 98.737 ktep. Esta evolución del consumo final acompañada del crecimiento económico registrado ha supuesto una mejora del 3,99% de la intensidad de energía final, que consolida el cambio positivo registrado en la evolución de este indicador a partir del año 2004. Ello se traduce en un mayor acercamiento a la tendencia mostrada por la media del conjunto de países de la UE, así como de los países próximos geográficamente.
De lo anterior se deduce un cambio de tendencia a partir del 2004-2005 de lo que han sido las pautas de consumo energético representativas de la situación española desde comienzos de los noventa. Este punto de inflexión denota un cierto desacoplamiento del ritmo de crecimiento económico respecto a la evolución de la demanda energética, como se desprende de la diferencia en el ritmo de crecimiento de dichos indicadores, tanto en cuanto a la direccionalidad como en valor absoluto. Así, la expansión generalizada de la economía, caracterizada por el crecimiento del PIB, contrasta con la tendencia a la baja del consumo energético necesario para el mantenimiento de la actividad económica. Esto se traduce en una reducción acumulada del 11,25% en el consumo energético necesario para producir una unidad de Producto Interior Bruto. Esta circunstancia ocurre con anterioridad al inicio de la actual crisis económica y financiera de carácter internacional.
La crisis indudablemente está teniendo impacto en la riqueza y actividad económica nacional, como se evidencia del menor ritmo de crecimiento del PIB en el 2008 respecto al 2007, esto es un 1,16% frente al 3,66% del año anterior. No obstante, el descenso más acusado del 3,1% en la demanda energética, en términos de energía primaria, parece indicar la existencia de factores ajenos a la crisis, que repercuten en la mejora de la intensidad energética, y con ello, en el desacoplamiento de la actividad económica y demanda energética, tal y como se viene registrando desde el año 2005. La divergencia mostrada a partir del 2005 en la evolución del PIB y de los consumos energéticos necesarios para el sostenimiento de la actividad económica, es lo que nos permite hablar de un indicio de desacoplamiento entre la actividad económica y demanda energética, que tiene su reflejo en el descenso de las intensidades energéticas.
Las crisis económicas de 1973, 1979, 1993 y la actual -iniciada en el segundo semestre de 2007-, en su mayoría caracterizadas por fuertes subidas del precio del petróleo, han representado una ralentización y crecimiento negativo del PIB. Por otro lado, se puede apreciar una cierta influencia de las crisis en los consumos energéticos e intensidades.
Así, en la crisis del 79 se aprecia un efecto positivo, que parece haber repercutido en la reestructuración de la industria iniciada hacia los 80. La crisis del 93 tiene un efecto inmediato, caracterizado por la fuerte caída del PIB y de los consumos energéticos, lo cual sin embargo no se traslada a una mejora de las intensidades. A ello le sigue una recuperación económica y un empeoramiento de la intensidad energética, lo cual permite caracterizar la década de los 90 por un acoplamiento de la actividad económica y energética, que se mantiene hasta inicios del nuevo milenio. Es aquí donde se inicia una nueva etapa en la se distingue un cambio de tendencia, que continúa una vez iniciada la crisis a mediados del 2007. Solo la evolución de estos indicadores a corto y medio plazo permitirá obtener conclusiones más acertadas acerca de la influencia de la crisis económica en la eficiencia energética.
A pesar de la incertidumbre, se puede vaticinar que la crisis constituye en sí un elemento catalizador para acometer cambios necesarios orientados a mejoras potenciales en la eficiencia y ahorro energético, lo cual a largo plazo supondrán un ahorro económico y mejora de competitividad. Por ello, es de esperar un impacto favorable de la crisis en la eficiencia energética a nivel nacional.
Se puede hacer un análisis adicional del desacoplamiento antes comentado entre las actividades económica y energética a partir de la evolución del indicador de intensidad final en España con las correcciones climática y a estructura constante del 2000. Estos ajustes permiten diferenciar la mejora imputable a efectos estructurales de la debida a otras causas como el efecto combinado de posibles mejoras tecnológicas y políticas de eficiencia energética. Así, en el periodo 2000-2007 se produce una mejora acumulada del 2,4% debida a cambios estructurales de nuestra economía, presumiblemente en el sector industria.
Lo anterior se confirma a partir de la observación de la evolución de las intensidades final del conjunto de la economía y de los distintos sectores que la integran. Como balance, se puede comprobar que en términos globales, desde comienzos del nuevo milenio, es la industria el sector que mantiene menores tasas de crecimiento, lo que ha contribuido en mayor medida a la mejora acumulada de la intensidad final.
Análisis de los Sectores más Relevantes
Se puede obtener un análisis más detallado ateniéndonos a la información disponible de consumos sectorizados de energía final correspondiente al año 2007. Para ello, procede basar este análisis en el sector Industria, dada su relevancia en la actividad económica en cuanto al binomio consumo energético-contribución al PIB. Este sector incrementó su demanda de energía final en 2007 en un 5,4%, ascendiendo a 30.038 ktep, lo que equivale al 30% del consumo de energía final. El aumento de este consumo unido al menor crecimiento económico en el año 2007 de este sector (2,87%), ha supuesto un incremento del 2,46% en el valor de la intensidad energética industrial. No obstante, desde comienzos de siglo, se aprecia cierta mejora en la intensidad de la industria en general, lo cual resulta evidente a partir del 2004-2005.
Un análisis detallado permite concluir que la causa del mayor valor de la intensidad industrial española apunta a la rama de Minerales no Metálicos, con elevada representatividad en el consumo energético del sector, y en contraste, reducida aportación al Valor Añadido Bruto de dicho sector ( inferior al 5%). Esta rama de la industria, y en concreto la producción de cemento, se encuentra ligada al sector de la construcción, que a diferencia de otros países de nuestro entorno, presenta gran importancia en la estructura productiva de la industria española, con un 34% del valor añadido de este sector. La expansión de la construcción, especialmente desde los 90, y la demanda asociada de productos como los citados con anterioridad, de producción muy intensiva en energía, es lo que en definitiva explica la evolución del indicador de intensidad frente a la de la media europea, donde predominan más otras ramas menos intensivas de la industria como las ligadas a los bienes de equipo. En la actualidad, es previsible que el contexto de crisis coyuntural que afecta especialmente la construcción, tenga impacto en su demanda energética, y con ello en el indicador de la intensidad de la industria. La siguiente rama con influencia decisiva en la intensidad energética del sector industria es la química, dada la escasa contribución al Valor Añadido de la industria así como el elevado consumo energético (19%) que asciende al 27% si se considera los usos no energéticos.
Un análisis de la evolución reciente de la intensidad energética de la industria manufacturera en España evidencia el efecto positivo de mejoras tecnológicas así como de cambios estructurales y/o de procesos productivos en el conjunto de las ramas que integran este sector de la industria. Asimismo, algunas de las ramas más intensivas, como las ligadas a los sectores del cemento, siderurgia, y pasta y papel, han evidenciado una reducción notable del consumo unitario asociado a su producción, lo cual, entre otras causas, puede obedecer a la introducción de cambios en sus procesos productivos así como a la incorporación de mejoras tecnológicas.
El sector transporte, que aunque no contribuye directamente al PIB sí ejerce un impacto considerable en la intensidad energética global, absorbe el 40% de la energía final, siendo, por tanto, el sector más consumidor. El consumo global de este sector, basado preferentemente en productos derivados del petróleo, siguió mostrando durante el año 2007 la misma tendencia a la estabilización que se viene manifestando desde el año 2005, incrementándose en un 2,84%. A nivel general, la razón del continuo incremento en el consumo energético total del sector transporte responde al aumento de movilidad así como a los niveles de motorización en carretera, que sigue siendo el modo de transporte más intensivo en consumo energético.
A nivel europeo, el indicador de intensidad de este sector es un 40% superior al valor medio de la UE. Son varias las causas que contribuyen a explicar este comportamiento: la causa principal de la divergencia se encuentra en el elevado consumo energético que este sector presenta a nivel nacional, debido a factores como el aumento de movilidad y niveles de motorización. Respecto a lo último, una particularidad del parque nacional de turismos es su creciente dieselización, especialmente desde finales de los noventa, y a un ritmo superior al del conjunto de la UE. Es posible que este factor haya contribuido si no a la mejora de la eficiencia energética del sector al menos a paliar un empeoramiento que, de otro modo, se habría producido considerando las características propias del sector transporte a nivel nacional. Otros aspectos que afectan negativamente a la intensidad de este sector con la posición geográfica española, que convierte a nuestro país en zona de paso para el tráfico de mercancías, y personas por carretera, la antigüedad del parque nacional de vehículos y el uso del vehículo privado. No obstante, son varios los factores que se espera que contribuyan a corto-medio plazo a una mejora del indicador en nuestro país, entre los que cabe citar las mejoras tecnológicas de los motores, así como nuevos diseños de los vehículos.
Valoración de la Eficiencia Energética mediante el índice ODEX: Total y sectorial
En el punto anterior se ha realizado un breve análisis en el que se da muestras del inicio de un desacoplamiento entre la actividad económica y energética a partir del seguimiento de las tendencias de los indicadores de intensidad energética. Esto se puede complementar a partir del estudio del indicador ODEX, basado en métodos bottom-up. Este nuevo indicador permite observar el progreso de la eficiencia energética, así como diferenciar este progreso en los distintos sectores integrantes de la economía. Considerando un amplio periodo de observación, desde inicios de los 90, se puede apreciar un efecto neto positivo derivado de la aplicación conjunta de políticas y medidas de eficiencia energética, de desarrollos tecnológicos, así como de cambios estructurares en la estructura productiva de España. Si bien, a lo largo de un periodo tan dilatado, las contribuciones de los distintos sectores han influido de distinta manera en la mejora neta de la eficiencia total.
Progreso de Eficiencia Energética en España
Por otra parte, el progreso de la eficiencia evaluado con el indicador ODEX, muestra una evolución acorde a la de la intensidad, con un empeoramiento de la intensidad a comienzos de los 90, y una posterior mejora, evidente en los últimos 4 años.
Centrando el análisis en los últimos años, se puede apreciar que es el sector industrial quien parece presentar una mayor contribución a la mejora global de la eficiencia. A ello pueden haber contribuido mejoras de proceso y cambios estructurales entre distintas ramas de la industria, que de manera conjunta conducen a una mejora global de este sector, y con ello a la mejora de la eficiencia a nivel global. En cuanto a los sectores transporte y residencial, en los últimos años éstos muestran una estabilización en el progreso de su eficiencia, y por tanto, una menor contribución a la mejora de la eficiencia global.
En particular, en el sector residencial se espera un impacto a más largo plazo como resultado de los cambios legislativos que afectan a la edificación, existente y de nueva construcción. Con relación a los nuevos edificios, actualmente en construcción, cabe esperar una mayor continuidad en el tiempo de las mejoras derivadas de la eficiencia, en relación a la vida útil de los mismos. Por su parte, en el sector transporte, en términos globales, la situación se caracteriza por una cierta estabilidad. En el periodo 2000-2007 se observa una mejora asociada a los modos de transporte en carretera, marítimo y aéreo, y en cambio un cierto empeoramiento en el ferrocarril, con aún una presencia escasa en el transporte de pasajeros (5%) y de mercancías (3%).
El efecto combinado de las tendencias observadas en los distintos modos de transporte resulta en una ganancia neta prácticamente nula de la eficiencia global del transporte. En el transporte en carretera, se observa una mejora de la eficiencia del 3%. Ello parece obedecer a mejoras relativas a los vehículos privados, responsables aproximadamente del 50% del consumo del transporte en carretera, por la progresiva penetración en el parque automovilístico español de vehículos más eficientes desde un punto de vista tecnológico y energético; no obstante, esta mejora se ve prácticamente compensada por el empeoramiento ligado a los camiones y vehículos ligeros, responsables de la práctica totalidad del transporte en mercancías.
Conclusiones:
- Desde el 2004-2005 se aprecia un cambio de tendencia en la evolución de los consumos energéticos, en dirección opuesta a la evolución de la economía española, la cual ha venido registrando un crecimiento continuo hasta el inicio de la crisis, a partir del segundo semestre del 2007. De ello se infiere el inicio, previo a la actual crisis financiera y económica, de una mejora en la eficiencia energética, lo que tiene su reflejo en un desacoplamiento de la actividad económica y demanda energética necesaria.
- Un análisis sectorial permite distinguir dos sectores relevantes en la intensidad energética:
- El sector industrial, ofrece doble interés por su aportación al PIB y demanda energética. Este sector es el que en mayor medida parece haber contribuido a la mejora acumulada de la eficiencia en los últimos años. A ello podrían estar contribuyendo ciertas mejoras productivas y de proceso en ramas intensivas de la industria, como pueden ser los sectores cementero, siderúrgico y papelero.
- El sector transporte es el de mayor demanda energética, lo cual unido a las particularidades de nuestro parque automovilístico y situación geográfica inciden en una elevada intensidad energética de este sector, lo que a su vez perjudica a la intensidad energética global. En los últimos años se aprecia una estabilización de su intensidad, favorecida por la renovación del parque automovilístico ligado a mejoras tecnológicas de los vehículos.
- En el actual contexto de la crisis, se constata una influencia en la actividad económica, lo cual es evidente a partir del último trimestre del 2008. No obstante, la diferencia en las variaciones anuales del PIB y de los consumos energéticos, permite asegurar la continuidad de la mejora de la intensidad energética a pesar de la crisis, si bien la crisis no es el factor decisivo en esta mejora sino tan sólo uno más, dado que esta mejora ya se venía produciendo con anterioridad.
- La crisis, presumiblemente interviene como catalizador de cambios que podrán tener lugar en lo sucesivo, a más largo plazo. Sin embargo, en el momento actual resulta osado anticipar la cuantía exacta de su influencia en la mejora de la intensidad energética.