Las importaciones de gas de Estados Unidos han experimentado un crecimiento sostenido en los últimos años, impulsadas por la expansión del gas natural licuado (GNL) y por la creciente demanda energética de numerosos países.
Aunque el gas se suele presentarse como una alternativa “más limpia” frente al carbón o el petróleo, su aumento conlleva graves impactos climáticos que no pueden ignorarse y que generan nuevas formas de dependencia energética.
Uno de los principales problemas asociados al gas importado desde Estados Unidos es su huella climática real. La extracción mediante fractura hidráulica, o fracking, libera grandes cantidades de metano, un gas de efecto invernadero mucho más potente que el dióxido de carbono en el corto plazo.
El informe subraya que la política energética de la administración Trump continúa impulsando la expansión de los combustibles fósiles, bajo una estrategia de extracción masiva “drill, baby, drill” (“taladra, nena, taladra”), orientando su producción hacia la exportación.
Estas fugas de gas ocurren durante la perforación, el transporte y el procesamiento, lo que reduce significativamente cualquier ventaja climática que el gas pudiera tener frente a otros combustibles fósiles. A ello se suma el proceso de licuefacción y transporte transoceánico, altamente intensivo en energía y emisiones.
Gas en forma de importaciones de Estados Unidos: récord histórico y dependencia creciente
Un nuevo informe revela que Estados Unidos se ha consolidado como uno de los principales exportadores de gas al Estado español, situándose en 2024 como el tercer proveedor (16,78 % del total). Con los datos disponibles hasta la fecha, 2025 se consolida como el año con año con las mayores importaciones de la historia de esta fuente, exceptuando 2022.
Se acaba con la tendencia de reducción que se observaba en los últimos años y es muy posible que Estados Unidos vuelva a sobrepasar a Rusia, convirtiéndose en el segundo mayor importador de gas este año. El estudio, segunda parte de una serie dedicada a analizar el origen del gas que llega al país, alerta sobre las graves implicaciones climáticas, sociales y de derechos humanos asociadas a esta dependencia.
El informe subraya que la política energética de la administración Trump continúa impulsando la expansión de los combustibles fósiles, bajo una estrategia de extracción masiva “drill, baby, drill” (“taladra, nena, taladra”), orientando su producción hacia la exportación.
Por su parte, la Unión Europea (UE) ha asumido compromisos para triplicar la importación de gas estadounidense, condicionada por la política arancelaria del gobierno estadounidense. Según el informe, el Estado español ya se sitúa entre los diez mayores importadores de gas fósil licuado procedente de EE. UU.
Los impactos climáticos y sociales del fracking en la costa del Golfo
En Estados Unidos, aproximadamente el 80 % del gas se extrae mediante fracking, una técnica prohibida en España por sus graves impactos ambientales y sociales: contaminación del agua, riesgos para la salud y vulneración de derechos humanos. Pese a ello, el Estado español continúa importando gas extraído con esta técnica.
El informe insta a la UE a restringir estas importaciones y a garantizar la aplicación efectiva del Reglamento Europeo de Metano en todos los combustibles fósiles, con el fin de asegurar transparencia, rendición de cuentas y una transición justa.
Racismo ambiental: comunidades vulnerables pagan el coste del gas
En 2024, más del 94 % del gas importado por el Estado español procedió de plantas de gas fósil licuado ubicadas en la costa del Golfo de México (Louisiana y Texas). Estas instalaciones se sitúan mayoritariamente en comunidades racializadas y de bajos ingresos que sufren pobreza, riesgos sanitarios y tasas elevadas de cáncer, asma y otras enfermedades vinculadas a la contaminación.
El informe denuncia que esto constituye un claro caso de racismo ambiental.
El informe también advierte sobre la proliferación de nuevos proyectos de expansión del gas fósil en la región, a menudo acompañados de iniciativas de captura y almacenamiento de carbono, que funcionan principalmente como estrategias de lavado verde.
El auge del gas estadounidense está estrechamente vinculado al poder financiero y corporativo. El documento muestra que la mitad de los principales bancos globales que financian combustibles fósiles y cuatro de las diez mayores petroleras del mundo son estadounidenses. Empresas españolas como Naturgy, Endesa o Repsol, así como entidades financieras como Santander, La Caixa o BBVA, también participan en esta cadena de suministro y financiación.
El documento acaba señalando que, a pesar de este escenario, las comunidades afectadas, con organizaciones como Texas Campaign for the Environment, Better Brazoria, Sierra Club, Freeport Haven o Chispa Texas, están articulando una resistencia creciente para defender la salud pública y exigir justicia ambiental ante el avance de la industria fósil.
Llamamientos a restringir importaciones y exigir justicia ambiental
“Estados Unidos probablemente se convierta en el segundo mayor importador de gas fósil al Estado Español al acabar 2025, sobrepasando a Rusia. Sería el año que más gas se ha comprado a Estados Unidos, a excepción del 2022. En Estados Unidos, la mayoría del gas se extrae mediante fracking, una técnica prohibida en España por sus graves impactos ambientales y sociales. El Estado español debe acabar con su hipocresía y abandonar el gas, particularmente, el gas extraído mediante fracking”, declaran activistas.
El informe también advierte sobre la proliferación de nuevos proyectos de expansión del gas fósil en la región, a menudo acompañados de iniciativas de captura y almacenamiento de carbono, que funcionan principalmente como estrategias de lavado verde.
Además, esta dependencia refuerza desigualdades ambientales. Las comunidades cercanas a las zonas de extracción en Estados Unidos suelen enfrentar contaminación del agua, del aire y riesgos para la salud, mientras que los impactos del cambio climático derivados del uso del gas se distribuyen a escala global.
En conjunto, el crecimiento de las importaciones de gas estadounidense no solo profundiza la crisis climática, sino que también consolida un modelo energético insostenible. Frente a este panorama, resulta urgente replantear las políticas energéticas y acelerar una transición justa hacia fuentes verdaderamente limpias y renovables. Seguir leyendo en ECOticias.com



















