Que el ser humano se alimente es un requisito para que permanezca vivo y realice todas las funciones que necesita. Para que pueda alimentarse como debe, existe toda una cadena de suministro que implica un alto uso de energía y recursos críticos.
Cuando el cuerpo no recibe los nutrientes necesarios para su óptimo funcionamiento se dan cuadros de falta de alimentación o desnutrición. Los efectos no tardan en hacerse notar en forma de pérdida de peso, fatiga y debilidad, problemas de concentración, problemas digestivos y problemas en piel, cabello y uñas.
Para cuidar la salud, la alimentación es fundamental, razón por la que los expertos recomiendan ingerir una dieta equilibrada que incorpore múltiples alimentos nutritivos y consumir suficiente agua.
¿Cuál es el “precio” de que el ser humano se alimente? Energía y recursos críticos
Tras descubrirse la relación entre el cambio climático y lo que comemos, ha salido a la luz la necesidad de recurrir a procesamientos de alimentos con eficiencia energética.
Datos de la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO) consignan que para 2050 se necesitará un 35% más de agua (recurso crítico) para cubrir la demanda alimentaria.
Por otra parte, Portal Innova advierte de que “estudios recientes” suscitan que en el futuro los principales retos de la actividad comercial estarán vinculados con la escasez hídrica, inundaciones y sequías asociadas al cambio climático. Esto además del acceso al propio recurso.
Conforme sube el número de productores de alimentos, la industria intensifica los esfuerzos para instaurar nuevas formas de conservación y reducción de empleo.
En el campo del envasado y procesamiento, están emergiendo herramientas que permiten acotar el consumo en los procedimientos de limpieza y desinfección.
Esto teniendo en cuenta que, según reporta Portal Innova, en el 99% de las operaciones se utiliza agua. Una mala gestión perjudica el mantenimiento de los aparatos, la inocuidad de los alimentos e implica fuertes costos económicos.
Cómo utilizar la energía de forma más eficiente en los procesos de alimentos
Otro rasgo significativo es que el uso eficiente contempla la posibilidad de disminuir considerablemente las emisiones de carbono, rasgo cada vez más esencial para el despliegue de equipos y líneas del sector. No toda la energía de la industria alimentaria “se va” en las máquinas.
Una gran parte del porcentaje se pierde en procedimientos como refrigeración mal aislada o sobredimensionada, equipos que están encendidos 24/7, sistemas de aire comprimido ineficientes y procesos térmicos mal gestionados (por ejemplo, cocción o curado en el caso de las carnicerías).
Históricamente, la carnicería industrial ha sido ruidosa, grande y una importante consumidora de energía. Todos estos aspectos pasan hoy por una profunda transformación.
Las nuevas máquinas del sector están llegando con motores de velocidad variable, sistemas de aislamiento térmico mejorado y sensores inteligentes que ajustan el uso de energía en tiempo real.
Existen otros cambios que pueden marcar la diferencia, como colocar detectores de presencia en cámaras frigoríficas, utilizar calor residual para precalentar agua o conservar los equipos limpios y afinados.
Hay soluciones de ahorro de energía y recursos críticos para pymes alimentarias
Algunas soluciones están adaptadas a pequeñas y medianas empresas. Van desde sistemas modulares de procesado con un menor consumo hasta software de monitoreo energético. Este último se utiliza para comprender la procedencia de los picos de gasto.
Cubrir más funciones con un índice menor de energía va más allá de un ahorro de capital. Corresponde a una manera directa de amonorar la huella de carbono de uno de los sectores más exigentes.
Al optimizar el consumo de energía en el procesamiento de alimentos, la emisión de CO2 es menor, se utiliza menos cantidad de agua y se dan mejoras en la trazabilidad. Mientras estos cambios terminan de instaurarse, se pide un STOP a los platos precocinados en los comedores escolares.