“En la localidad sueca de Helsingborg existe un sitio muy particular, llamado el Museo de los Fracasos, que alberga una colección de más de 80 productos, que, por una u otra razón, sus creadores consideraron que tendría éxito, pero finalmente se equivocaron.”
Algunos de los productos que se exhiben aquí son alimentos y bebidas, muchos de corte ecológico, natural o bio, que no alcanzaron las cotas de éxito esperadas, cayeron en el olvido o directamente fracasaron.
De algunos de los productos que se exponen no están los embalajes originales sino copias realizadas por el dueño del museo, puesto que las empresas responsables se negaron a colaborar con su proyecto (como en el caso de las Lasañas de Colgate).
Chips de sol
La división Frito-Lay de PepsiCo introdujo una bolsa biodegradable hecha de plantas en lugar de plásticos, para su línea Sun Chips. en marzo de 2010, después de cuatro años de investigación. Tras unos meses de interés, las ventas comenzaron a caer.
Si bien el intento de la compañía de ser respetuosa con el Medio Ambiente fue bien recibido, el fuerte ruido del nuevo embalaje resultó una gran distracción para los consumidores, que comparaban el sonido con el de un motor a reacción o una cortadora de césped.
Los consumidores publicaron videos burlándose del envase y pronto la empresa lo discontinuó. En un nuevo intento de vincular su imagen a la sostenibilidad medioambiental, PepsiCo se dedicó a producir envases sostenibles, pero más silenciosos.
La lasaña de Colgate
Colgate vende pasta de dientes en un tubo desde 1896 y el popular producto dental se convirtió con los años, en sinónimo de cepillado de dientes; a pesar de que se ha demostrado que contiene sustancias tóxicas como el triclosán.
En 1980 la idea de Colgate era que la gente comprara su línea de lasañas de productos naturales congeladas y que luego empelase su célebre pasta de dientes para. Como era de esperar, la mezcla de productos ofrecida por la compañía fracasó miserablemente con el público.
Si bien el plato podía resultar delicioso para los pocos que se atrevieron a probarlo, la mayoría de las personas relacionaba el nombre de la comida con el célebre producto dentífrico e imaginaba (o temía) que ambos tendrían el mismo sabor.
Una de las máximas de los fabricantes de la época, quedó más que demostrada con el fracaso de este producto natural: no intentes vender lo que no sabes hacer, concéntrate en mejorar el producto que ya tiene un público que lo acepta.
Kétchup púrpura y verde
Los tomates se venden en aparentemente todos los colores: verde, morado, amarillo, naranja y el famoso rojo y los consumidores no tienen miedo de experimentar y probar nuevas variedades en la tienda o en los mercados de productos ecológicos.
En 2000, Heinz introdujo el kétchup de colores, en un envase con una boquilla para niños, llamados «Blastin Green» o «Funky Purple». A diferencia de otros fallos de productos, éste inicialmente parecía ser un éxito, puesto que se vendieron más de 25 millones de botellas, lo que llevó a que la cuota de mercado del kétchup de Heinz alcanzara un máximo histórico del 60%.
Pero a pesar del entusiasmo inicial y de que se empleaban tomates bio, las ventas se ralentizaron a medida que los niños se aburrieron del producto, y los padres, cansados de ver las botellas medio consumidas olvidadas en su refrigerador se negaban a comparar más. Tras una dura caída en las ventas, el producto fue retirado de los estantes en enero de 2006.